José Mármol y la poesía del pensar

José Mármol y la poesía del pensar

(En torno a un libro de Mateo Morrison)

El ojo del arúspice”, de José Mármol, publicado en 1984, marcó el inicio de la generación de los ochenta. Fue con ese libro que José Mármol, entonces un joven veinteañero, instauró una nueva sensibilidad en la poesía dominicana.

De aquel singular acontecimiento, recuerdo la noche en que José Mármol (cariñosamente Jochi) me fue a buscar a casa, para leer aquel libro, del que yo escribiría luego, en la contraportada, las siguientes palabras:

“El ojo del arúspice de José Mármol constituye el principio de una “nueva órbita textual”, donde la muerte como temática medular es el mito de la imagen que no es más que la vida misma. Mito transubstanciado a través de un discurso que diseca el cuerpo del poema como pensamiento, para dejarlo fluir en un vitalismo unas veces fenomenológico y otras existencial que destruye lo tempo-espacial del ser.

“Las nuevas visiones, las presencias extrañas, los hallazgos rítmicos y sintácticos y las revelaciones místicas que dimanan de los símbolos incorpóreos e inexplicables, pero susceptibles de placer en sus formas expresivas, son con todo su saber “la inocencia del genio poético”, la liberación más radicalmente antidogmática del ser y la disolución de la realidad objetiva y evidente, creando así otro ámbito subjetivo que como epifanía deviene al hombre contradicción en el encuentro mítico consigo mismo. Por eso la “ingenuidad” en esta poética es filosofía que empuja la poesía al “naufragio continuo” para de allí mismo mostrar las extrañas de la imagen como experiencia del límite, donde el poeta indefectiblemente es una fatalidad cotidiana”.

Aún hoy, después de 30 años de haber escrito esas palabras, pudiese, sin arrepentimientos, volver a escribirlas, pues Mármol ha creado una obra amplia y diversa, que por momento se podría llegar a pensar que el lector se encuentra ante una suerte de obra de gran calado, pues sus más de 20 libros publicados, entre poesías, aforismos y ensayos, así lo atestiguan.

Varias cosas me sorprendieron en ese primer libro, que hoy analizamos, a la luz de este breve libro, titulado, “Viaje hacia el arúspice. Relectura de la obra de José Mármol” (editora Búho, 2015, 103 pp.), que Mateo Morrison ha querido publicar en homenaje al amigo; decía que varias cosas me sorprendieron del “El ojo del arúspice”, la primera de ellas era que el libro, en relación con otros libros de generaciones anteriores, mostraba, de modo evidente, estilísticamente hablando, cierta complejidad expresiva, así como la profusión de referencias y citas textuales, metafísicas y filosóficas.

Esta intención de significar a través de todos los aspectos de la construcción poética hasta darle al conjunto de la obra la forma inequívoca de un objeto bien diferenciado en el plano de la lengua y del pensamiento, da como resultado una evolución constante de la poesía de Mármol que, a partir del “El ojo del arúspice”, desemboca en el uso sutil de la alusión, de la multiplicidad de connotaciones de la combinación de la lengua coloquial y de la lengua literaria y sobre todo, de una forma poco utilizada en la poesía dominicana, que podríamos definir como lírica del pensamiento reflexivo. En este sentido, “El ojo del arúspice” se inscribe con naturalidad en la tradición más fecunda de nuestra literatura, la desde 1950, con la aparición de “Los huéspedes secretos”, que ha hecho de la evolución poética dominicana, una tradición liberadora, siendo este su aporte más significativo, tanto en sus aspectos formales y prosódicos, como en sus aspectos semánticos y lingüísticos.

La autonomía de Mármol no ha sido únicamente un hecho artístico, sino también un estilo de vida, una preparación interna al trabajo poético, una ética. Retrospectivamente también es posible percibir una estrategia cultural en su independencia que no solo lo ha mantenido aislado de los grupos políticos y los círculos literarios, de los pasillos aterciopelados de la cultura oficial, sino también del circuito comercial de la literatura y de los criterios adocenados de la escritura y de impresión, que lo han incitado a convertirse en su propio editor y divulgador de su obra.

Como pocos casos en nuestra literatura, la última poesía de Mármol es superior a las de sus primeros libros, y su evolución se ha producido en el marco de una coherencia estética que ha ido afirmándose con el estudio y la reflexión, en una búsqueda ininterrumpida que va de desde 1984 hasta la fecha.

Que un escritor catalogado de vanguardia escriba una obra que se parezca a las obras que se escribían antes de que él haya introducido sus innovaciones– en el caso de Mármol, por ejemplo — no presupone de ningún modo un retroceso sino una nueva forma de búsqueda, cuyo valor se mide por sus resultados, como ha dicho Mateo Morrison, en la parte introductoria de su libro, pues Mármol ha demostrado con su talento, “que cada uno de los versos que construye su mundo literario, tiene lucidez, rigor y precisión. Estos aspectos se combinan entre sí para darnos en cada nueva entrega poética algo propio de él”, pues, además, Mármol crea en sus textos el esperado equilibrio entre un lirismo vital y una reflexión filosófica-erudita, reflexión que se inscribe en una innovadora tradición de vanguardia.

Esta reflexión sostenida por Morrison, durante más de 25 años, nos alerta en torno al talento de este poeta y escritor dominicano. “Tener en una sola persona, dice Morrison, al creador y al pensador, nos lleva a señalar algunos ejemplos que permitirán entender el surgimiento de un escritor como José Mármol, que se inició con un libro significativo, El ojo del arúspice, que fue redactado cuando este tenía entre 19 y 20 años. En esa misma época, siendo un estudiante, fue creador de las bases de un cuerpo de reflexiones titulada: El poniente de los ídolos, pensamientos y hallazgos que me permito, dice Morrison, sintetizar en tres palabras: lucidez, precisión y rigor”. Los poetas y filósofos “Antonio Avelino y Antonio Fernández Spencer, antecedieron a José Mármol en esta orientación intelectual y creadora”, dice, finalmente, Morrison.

En efecto, uno de los modos más fecundos de reflexión, y que es tal vez el más pertinente, en “El ojo del arúspice”, consiste en elaborar la idea de una nueva relación entre filosofía y pensamiento, a través de la poesía, desde una óptica de vanguardia.

Poeta y filósofo son originales en diversos sentidos. El poeta busca la originalidad porque su vivencia poética así lo demanda. Se trata de una vivencia única, incanjeable, intransferible que requiere de la metáfora, que huye del lenguaje tópico y degastado. El filósofo no anda en pos de la originalidad, porque su compromiso no está en la originalidad sino con la verdad. En el filósofo hay originariedad y después sobreviene, por añadidura, la originalidad que no buscó expresamente.

La lírica de Mármol recibe, en ondas constante de desarmonía, los sacudimientos que vienen del exterior, y su respuesta es la complejidad poética de sus obras mayores, como “La invención del día”, “Lengua de paraíso” y “Deus ex machina”, en las que esos sacudimientos son incorporados como el reverso oscuro de la contemplación. Y el objeto principal de la contemplación, lo que engloba la multiplicidad del mundo, es el ser, en todas sus manifestaciones y carencias, y que en “En el ojo del arúspice”, se manifiestan plenamente.

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