José Mármol y su subyugante lenguaje del mar y del erotismo

José Mármol y su subyugante lenguaje del mar y del erotismo

El escritor y ensayista José Mármol ha logrado provocar una conmoción en el generalmente apacible ámbito poético nacional, dando un viraje tan radical en su fructífera trayectoria literaria, que críticos amigos la definen ya como una ruptura estratégica que lo pone más a tono con los sentidos de percepción y las nuevas generaciones.

Como todo cambio de tales proporciones, supone un gran reto porque será necesario esperar la receptividad a su nueva modalidad, pero a juzgar por un primer y resonante éxito a nivel nacional, su inventiva y carácter innovador comienzan a fructificar, como ha acontecido con todas sus obras anteriores.

Se trata de su más reciente producción, el libro Lenguaje del Mar, que obtuvo el XII Premio Casa de América de Poesía Americana, en un certamen donde participó un jurado compuesto por Julia Escobar, Luis García Montero, Jesús García Sánchez, Piedad Bonnett, Andrés Pérez Perruca, Benjamina Prado y la secretaria Anna María Rodríguez.

La puesta en circulación, a casa llena en la Sala Aida Bonelly de Díez del Teatro Nacional, constituyó una emotiva y entusiasta fiesta de la cultura y como comentaron poetas, asistentes y el propio Mármol, esto vino a demostrar que, contrario a lo que a veces se dice y piensa, la poesía no está de capa caída ni en minoría de seguidores, a pesar del auge de las redes sociales y la pérdida en los hábitos de lectura.

En un acto de desbordante y de contagiosa alegría literaria, Mármol leyó el poema Lenguaje del Mar, que según explicó, resume en gran medida la esencia de su nueva producción al expresar: “El mismísimo, eso sí, el inmenso irrepetible, el mar alzado en vuelo, lentitud del lastimado, alas que no pueden los azules levantar. Un pájaro, ese, cautivo, tal vez, me lo pregunto, en su líquida y revuelta enredadera de sal. Amarrado, puede ser, a la estela del aire y los pasos de sol, en la suave traslación reposada del disfrute. El mismísimo, el adorado en yodo con la luna colgada en la quilla de su rostro, el que riega las arenas para el toque de tus pies. El mar tuyo, el mar nuestro, el de los acantilados feroces y las playas de luz, el de las bolitas de queso crujiente, calamares en su tinta, vodka tónica con chapas de limón. El mar, eso sí, el de tu mirada de ámbar en la tarde de ayer, el de la voz que dijo, mi niña, no te vayas a mover del horizonte, quieta, ahí no más”. Entrelanzando su himno a la inmensidad del mar con la percepción de los sentidos relacionados al amor y la pasión, el poema Autoerotista dice: “Me gusta que me toquen con acentos de fuego. Me fascina escuchar el grito de mi esclavo, el asfixiado casi, el que cabalga simas y montes de lujuria, el que puso demonios a danzar en su fatiga. Soñé amanecido en las curvas de sus muslos, atrapado, quizás, entre acantilados, espumas, caracolas, medusario de trampas submarinas. Soñé que moriría en la fiebre de sus pechos, sin saber de qué flanco provenía su voz”.

Los amantes de la buena poesía tienen en esta nueva obra un verdadero banquete literario ofrecido por el poeta más importante de la generación de los 80.

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