JOSÉ MÁRMOL
Cuando la paternidad
se convierte en poesía

<STRONG>JOSÉ MÁRMOL<BR></STRONG>Cuando la paternidad <BR>se convierte en poesía

Con una alforja llena de sólidos principios heredados de sus padres,

José Mármol transita la paternidad como un privilegio del que se siente profunda y gratamente orgulloso.

Sus hijos han conformado su heredad más exquisita y el acicate de sus realizaciones más trascendentes y como sensible poeta y filósofo cotidiano, asume su rol con implacable astucia y una dosis de alquimia, que desdibuja la rutina de la vida para convertirla en aventura extraordinaria.

Disfruten de esta rica entrevista, donde cada frase es una lección de vida, nacida de las entrañas de un hombre ejemplar, que ha hecho del ejercicio de vivir, una poesía infinita.

Alto y delgado, de discreta presencia y una sonrisa tímida que sin embargo irradia sana energía y un aroma inequívoco de gran sensibilidad, José Mármol es el típico poeta del siglo XXI. Graduado de Filosofía y Lingüística

Aplicada y con una imagen ampliamente conocida como alto ejecutivo de una de las instituciones bancarias más importantes del país, transita con pasión el exigente mundo de la literatura, donde se ha destacado como exquisito poeta y ensayista, recibiendo numerosos galardones por su rica y talentosa pluma.

Pero sin duda alguna, su gran orgullo es ser eje importante de su hogar, y esposo y padre amoroso. Un rol que le  permite ser profundamente feliz, y donde ha podido reafirmar los valores y principios heredados de sus progenitores y que conserva como valioso tesoro, pero que además, le ha permitido cosechar los encantos de la escritura con absoluta plenitud. Una cosecha abundante, que se nutre de la esencia más exquisita de la armonía y de la paz interior que ha logrado impregnar en el recinto sagrado de su hogar.

Un hogar que ha construido a pulso, junto a la absoluta solidaridad de su esposa Soraya y cuyo resultado disfrutan complacidos a través de un viaje de casi 30 años juntos. Y ciertamente, es su hogar su gran refugio, lejos de las múltiples actividades sociales a que está obligado a asistir por su trabajo, y es el, cómplice permanente del despliegue de sus alas y su vuelo por la placidez de su mundo íntimo. Cada espacio de su hogar, refleja el carácter de su dueño, y aunque los toques de femineidad de su esposa Soraya lo salpican de alegría, es fácil percatarse de su espacio preferido, algo que lleva su sello indiscutible y donde se respira la esencia de su personalidad: su cálida biblioteca, rodeada de libros, de madera y silencio, de ocres y clásicos matices, donde parecen danzar las musas que lo elevan a las plenitudes de su poesía o los duendes que desencadenan sus desafueros y reclamos ante la injusticia o la utopía.

Su esposa Soraya es su gran compañera, de amores y de afanes, de solidarias aventuras y desafíos cotidianos, de equilibrios y deslices, y de ternuras y alegrías que aún empañan las ventanas del alma de emociones inenarrables.

Sus hijos Yasser José y Alberto José, son sus grandes obras y siente el orgullo desmedido de disfrutar de una verdadera familia, donde la armonía, el respeto mutuo y los valores y principios, se enarbolan como estandarte de vida.

Y es alli, en su espacio íntimo, donde lo abrumamos con preguntas para llenarnos de respuestas, tan claras y  precisas, como sutiles y vagas, como para despertar el intelecto y la fantasía y navegar sobre su mar de selecta sencillez.

Háblame algo de tus recuerdos más viejos, esos que te marcaron para toda tu vida.

Naci en la capital, en el barrio de Ciudad Nueva. Pero, mi padre creció en Río Verde, La Vega y mi madre es de Villa Vásquez, y luego del ajusticiamiento del tirano Trujillo en mayo de 1961, yo había nacido un año antes, mis padres deciden instalarse en La Vega. Allí me crié y realicé mis estudios hasta la secundaria. Éramos una familia humilde, en términos económicos, con padres que echaron adelante a sus hijos con empleos muy modestos. Pero, ello no fue óbice para que nuestro hogar se mantuviese erigido sobre principios éticos y valores morales muy firmes.

Llevo con orgullo el recuerdo de mi padre, fallecido a destiempo, cuando empezábamos a ser dos buenos amigos, dos camaradas. Fue un maestro espontáneo que apenas cursó algunos grados de escolaridad primaria. Era un sabio como los antiguos filósofos griegos. Hablaba mediante silogismos prácticos, razonamientos extraídos de las experiencias vitales y del refranero cultural dominicano. Me enseñó a diferenciar entre la fe y la religiosidad, dando más valor a la primera. Me acuñó en el pensamiento y en el alma el precio innegociable de la dignidad personal, ante cuya esencia y puesta en vigor no puede haber nada más importante en la vida de un hombre.

Me inculcó, junto a la paciente sabiduría de mi madre, los que para mí son los más virtuosos valores del hombre: primero, el amor a los demás, muchas veces por encima del amor propio y, segundo, la humildad, no solo de espíritu, sino también, como fundamento para el conocimiento, la vida familiar y social, el desempeño profesional y la realización de las actividades que dan sentido a la dicha de vivir. Los recuerdo, como padres ejemplares, esforzándose hasta lo indecible porque sus hijos tuvieran siempre cubiertas sus necesidades materiales básicas. Más allá de ese noble gesto, procuraron infundirnos la profunda convicción de que la mejor herencia que podían legarnos eran la educación en el hogar y la formación profesional. Venero el recuerdo de ese hombre sencillo, apreciado entrañablemente por todo el que lo conoció, aun fuese por un instante.  Cada uno de mis modestos actos, en mi vida cotidiana, es reflejo de lo que pude aprender de sus sabias enseñanzas.

¿Qué soñabas ser de pequeño? ¿Alguna vez soñaste con lo que eres hoy?

Soñé, como todo niño, con ser policía, bombero, aviador, maquinista de un tren, en fin. Sin embargo, a lo que primero apunté fue a ser pintor. Tuve talento para el dibujo y la pintura. Mis padres hablaron con mi pariente, hoy conocido artista radicado en EEUU, Vicente Fabré, para que me llevara a la entonces Escuela de Bellas Artes de La Vega, porque descubrieron mis cuadernos, que no eran precisamente de dibujo, llenos de figuras, paisajes, personajes de cartones animados y demás, que yo plasmaba sin ninguna guía. Él se sorprendió gratamente. Me llevó a la escuela y me aceptaron sin tener aun la edad mínima de ingreso, pues, apenas llegaba a los 10 años.

Evolucioné rápidamente allí, de la mano de los maestros Lockward y Lora. La escuela fue cerrada por la miopía despótica del balaguerato. Una tarde llegué al palacio de Don Zoilo García, joya de la arquitectura vegana (hoy en ruinas, como bastantes aspectos culturales de esa culta y olímpica ciudad), y me encontré con los maestros y alumnos de todas las disciplinas sentados en la acera. Ese hecho me inclinó hacia la literatura, sin que siquiera me diera cuenta. En vez de comprar carboncillo, papel bond, guaches, témperas, chinchetas y pinceles en la Librería Valencia, empecé a comprar libros, sin que me guiara nadie. Me apoyaba en las enciclopedias de la biblioteca pública y en libros de texto de cursos mucho más avanzados. Solía leer y subrayar los libros de texto antes de que se iniciara o apenas empezado el año escolar. Así nace mi amor por la literatura, el lenguaje de  las palabras y los libros.

¿Qué recuerdos más intensos y relevantes tienes de tu adolescencia?

Son tantos. La estrechez de bienes materiales, si la llevas con dignidad y luchas por superarla, de momento te revela sus maravillas. Mi niñez y adolescencia transcurrieron en un barrio de clase media baja de La Vega llamado Pozo Verde, para los mayores o Parquecito Hostos, para nuestras generaciones. Era un barrio lleno de fantasías orales y de solidaridad entre las familias. Recuerdo a mi padre repartiendo entre los vecinos alimentos que él mismo cosechaba en su pequeño conuco de Río Verde.

Recuerdo a mi madre consolando a los niños que enfermaban y poniéndoles inyecciones, cuyas indicaciones médicas a veces ella misma compraba en la farmacia, para aliviar carencias en otras familias. Recuerdo mis largos años de niño solitario, construyendo campamentos de indios y vaqueros o de soldados en el fondo de un enorme patio que tuvo mi casa de madera, pintada de azul y amarillo, y poblada de amigables murciélagos. Recuerdo los años gloriosos de nuestro equipo juvenil de baloncesto, cuando los campeonatos interclubes o interprovinciales eran verdaderas batallas por el honor.

Recuerdo mi bicicleta Rudge, aro 24, de color rojo, que mis padres compraron a crédito por el precio de 92 pesos, para alegrarnos a mi hermana menor y a mí un Día de los Santos Reyes. Con ella descubrí la importancia de recorrer campos abiertos, hacer bicicross y volar, desde una pequeña rampa de madera hasta 15 de mis compañeros acostados en línea sobre el suelo. Ahí empezó mi posterior pasión por las motocicletas. Recuerdo mis largos días de vacaciones en los campos del Cibao, en casa de las tías Consuelo y María. Recuerdo los torrenciales aguaceros de mayo y las fiestas patronales de mi pueblo. Recuerdo que en mi bulto de ropas que debía llevar a las eliminatorias de los torneos nacionales de baloncesto, iban también los libros de poesía que estuviera leyendo, y que todavía hoy, mi esposa Soraya, me saca en cara que en mi pequeño equipaje de recién casados camino a la luna de miel, en un hotelito nuevo de Río San Juan, había más libros que camisas o pantalones.

Recuerdo claramente que en mi adolescencia descubrí el esplendor y las ruinas del amor.

¿Qué importancia tiene para tí la familia?

Mi padre me dijo siempre: “La sangre pesa más que el agua”. Era su forma de subrayar, en conceptos prácticos, la relevancia de la familia sobre cualquier otro tipo de relación. Tanto él como mi madre se sacrificaron por echar adelante, no solo a sus hijos, sino también, a sus propios hermanos de ambos lados. Aprendí temprano que la familia debe ser el centro de tu vida y que cultivar en ella el amor, la comprensión, la solidaridad, el desprendimiento, el perdón, el diálogo, el sacrificio compartido, los proyectos, los bienes y las carencias, las esperanzas, los dolores y los sueños, en fin, todos los más hondos sentimientos y grandes aspiraciones del ser humano, eso, y ninguna otra cosa más, vale por sí mismo el hecho de haber vivido. Es en el centro de tu propia familia donde están tus grandes realizaciones o tus grandes fracasos. La familia es lo que da sentido a la vida en  sociedad. Si tienes clara conciencia de este aserto, entonces, se te hará más fácil establecer otros tipos de relaciones como la amistad, el compañerismo laboral, la ascendencia sobre grupos sociales y el auténtico liderazgo. Mi familia ha sido mi punto de apoyo y equilibrio en la vida, mi motivación, mi inspiración, mi razón de ser. Vale más lo que he aprendido en su seno que lo que haya podido aportar. A mi familia, la nuclear y la extendida, debo lo que modestamente hoy soy.

¿Cómo defines el amor?

Es la fuerza motriz del ser humano y del mundo. Es un don y un frenesí. Es una virtud, pero, también un delirio. Amar es el primer verbo que Jesucristo enseñó a los seres humanos. Sin amor, nada en la vida posee cimientos fuertes. El amor es dicha y sacrificio.

Lo lamentable es que su antípoda, el odio, haya instalado sobre el hombre y sobre el mundo su imperio de destrucción y horror. Aun así, creo en la indestructible fuerza del amor. Es, como la definición del hombre mismo en el filósofo Protágoras, la medida de todas las cosas, de las que son y de las que no son.

¿Cuándo y cómo llega el amor a tu vida?

Fui una víctima temprana de la magia del amor. Mis padres me enseñaron que todo cuanto haces en la vida debe ser un gesto de amor. Pero, además, como huella de amor ha de quedar en tu propia vida y la de los demás.

Incorporé esa condición y di gracias a Dios por haber sido un niño nacido en un hogar humilde, pero, colmado de amor y esperanza. Para mí, amar ha sido siempre sinónimo de cuidar. Debo admitir que de niño fui excesivamente tímido, es más, huraño podría decir, y por ello, los primeros zarpazos de ese sentimiento estremecedor que es el amor me consumieron en un largo silencio y en paciente observación. Claro que, de niño, llegué a enamorarme de alguna de mis profesoras o de mis compañeritas de clases. Me enamoré del dibujo y la pintura. Luego, de la lectura y la escritura. Más tarde, me enamoré de una niña hermosa de mi propia calle, con larga cabellera trigueña y unos redondos ojos verdes. Luego me enamoré de la dicha de ser padre y de ser hijo y hermano. Hoy, en cada cosa que hago, vibra silenciosa una dosis de amor.

Tal vez no tenga certeza de cuándo llegó el amor a mis días. Sin embargo, podré dar testimonio, hasta el último suspiro, de su inmenso poder y su dichosa armonía.

¿Cómo definirías a tu esposa?

Es una gran mujer, en la cual, más allá de sus múltiples virtudes humanas, familiares y profesionales, destacan la nobleza de espíritu, la vocación de servir y la fe cristiana. Tiene una inconmensurable capacidad de entrega que desborda las fronteras de nuestro propio hogar y del ámbito familiar, para llegar a otros límites y tratar de aliviar el dolor o la desesperanza en miles de personas que, en incontables casos, apenas acaba de conocer. Además, es una mujer bíblicamente sabia. Yasser, Alberto y yo nos enorgullecemos de sus enseñanzas. Con ella aprendí a ser hombre y a ser padre. Su dedicación como esposa y madre, como hija y hermana, como amiga y como profesional deriva de su inquebrantable fe en la bondad esencial del ser humano. Es una mujer admirable, que, por si fuera poco, conoce la fuerza incontenible de la humildad. Es, bajo la condición de lo humano, entrañablemente buena.

¿Cómo la conociste y qué cosas te atraparon de su personalidad?

Conocí a mi esposa Soraya desde que éramos niños. Crecimos en la misma calle del barrio Parquecito Hostos. Pero, fue en la adolescencia cuando la descubrí. Yo había cumplido recién los 14 años. Ella se encaminaba hacia los 13.

Sentí una grande admiración por ella una mañana fría de diciembre, mientras esperaba la guagua que la llevaría, junto a sus hermanas y su prima, al colegio Agustiniano. A partir de ese instante, se hizo parte de mis sueños y delirios, de mis cuadernos blancos de poesía, de mis papeles de dibujo, de mis piruetas en bicicleta o en motores, de mis destrezas como basketbolista. Dice que le encantó, desde un principio, mi forma de mirarla. A mí, me embrujó la dulzura de su paz.

¿Qué significó en tu vida familiar la llegada de los hijos?

Ha sido la mayor de mis dichas. Digo siempre a mis amigos que ningún hombre sabe o imagina lo que es ser padre hasta tener una criatura suya entre sus brazos. La paternidad, responsable y respetuosa, es una bendición.

La llegada de los hijos sí que cambió y llevó a mejor estadio mi propia vida. Nada se compara al maravilloso acto de tener ante tus ojos un ser viviente engendrado por tu propia vida, creado por la fuerza del amor. Asumirlos como hijos desde el vientre mismo de su madre despertó en mí una nueva fuerza, más afirmativa y optimista, para enfrentar los desafíos de la vida y las frustraciones y naufragios de la muerte.

De hecho, perdimos al que hoy sería el más pequeño de nuestros hijos, a Rubens José, con apenas cuatro días de haber nacido. Mis hijos son, incluyéndolo a él, el sentido último de mi vida.

¿De qué forma cambió tu vida la paternidad?

Me enseñó a cultivar la fe, a pensar en el futuro, a ser incondicionalmente responsable. La paternidad me hizo más sensible, me llevó a valorar más la vida en familia. Pero, también me indujo ciertos temores, porque sabes que tienes deberes ya no solo contigo mismo y con tu pareja, sino, además, tal vez, sobre todo, con las criaturas que has ayudado a venir al mundo y que componen la vida familiar. Para mí, la paternidad es la más extrema oportunidad que la vida ofrece al hombre para conocer la virtud.

¿Cómo eres en tu función de padre?

La función paternal conjuga, para mí, dos actos que podrían parecer opuestos, que son, el de la amorosidad y el de la autoridad. He procurado enseñar a mis hijos la importancia de ser disciplinados, tanto en la vida cotidiana como ante los grandes retos o desafíos. A pesar de que mi trabajo personal como escritor exige de la soledad, nunca cerré a mis hijos la puerta de mi estudio. Esa es una señal de que no he impuesto distancia jamás. Antes al contrario, hemos cultivado, junto a su madre, una relación de mucho calor y cercanía. Hoy día, cuando son ya adultos, tengo en ellos a mis mejores amigos. Pero, también lo fuimos cuando eran niños. Tratando de que en sus vidas prevalezcan el amor, la armonía, la honestidad, la libertad y la responsabilidad como premisas para ser hombres íntegros. Ellos han conocido en mí la rigidez del acero y la flexibilidad de una masa de pan.

¿Cómo desearías educar a tus hijos?

La educación es como el acto mismo de criar: no tiene fin. Debo admitir, no obstante, que ya hemos hecho bastante. Yasser y Alberto son hoy dos jóvenes con bastantes responsabilidades. Estudiantes (Yasser en maestría y Alberto en licenciatura) que trabajan, al mismo tiempo, en empresas exitosas y muy rigurosas y exigentes. Tanto Soraya como yo les hemos hecho conscientes del inmenso desafío que representa la vida profesional hoy día, y de ahí la importancia de estar bien preparados y de planificar la construcción de un futuro personal y familiar con posibilidades de desarrollo y estabilidad.

Hemos educado a nuestros hijos a nuestra imagen y semejanza. Pero, dejándolos ser ellos mismos, cultivando en sus espíritus la importancia de la dignidad y la libertad.

¿Qué legado quieres dejarles a tus hijos?

Como lo hicieron nuestros padres con nosotros: una buena educación. Creo en la máxima de educar para construir espíritus libres. Junto a la educación, que es la que tiene lugar en el hogar, la que descansa en principios éticos y valores morales, la que enseña al individuo a ser hombre o mujer íntegros, hemos procurado dejarles una buena formación profesional. No es el éxito lo que hay que buscar en la vida, sino, la realización personal. Quisiera que mis hijos vivieran con dignidad y que lucharan siempre por construir familias sanas, por el bienestar común y por la justicia social.

¿Te gustaría que siguieran tus pasos o prefieres y respetas que tomen sus propios caminos, desarrollándose donde les guste?

Les hemos educado en libertad y les hemos enseñado a ser libres. Escogieron sus carreras profesionales y cursarán especialidades según su voluntad. Simplemente les hemos orientado en la consecución de sus propios objetivos. No serán, por lo visto, ni psicólogos ni escritores. Pero, han escogido carreras afines a las tareas que tienen en las  empresas para las que laboran. Eso les garantiza un crecimiento gradual en ellas. Supimos siempre que trabajar temprano contribuiría a hacerles más responsables y más libres.

Soraya Lara de Mármol

Licenciada en psicología

“Para mí, mi esposo –como padre- es un ser extraordinario. Y lo digo con propiedad, porque sus hijos dicen que es el mejor padre del mundo. Y como pareja, que he compartido tantos años junto a él, puedo decir que es un padre que tiene un comportamiento extraordinario, para ser un excelente padre. Un padre con capacidad para amar, para expresar el amor, para cuidar, proteger a sus hijos con celo y dedicación. Es un padre que se sienta a hablar con ellos, a explicarles sobre la vida, sobre la experiencia que él ha tenido, sobre los errores que ha cometido, para que ellos no lo repitan. Es un padre que se preocupa de que sus hijos estén bien, que sean felices, y yo me he sentido siempre halagada de compartir este rol de madre y él, de padre, por la capacidad que tiene de amar y la flexibilidad que tiene de cambiar y comprender a sus hijos en cada una de sus etapas.

¿Cómo definirías a cada uno de tus hijos?

Son dos personas maravillosas. Mis juicios sobre ellos podrían estar viciados de imparcialidad. Lo que me conforta es escuchar a otras personas hablar acerca de ellos y exaltar su educación, su sensibilidad humana, su ternura y dulzura, su inteligencia, su nobleza y solidaridad, el amor y respeto hacia sus padres y la humildad con que transmiten a sus familiares, novias, amigos y relacionados todas esas virtudes.

¿Cómo te insertas en su mundo?

De manera muy natural. Es verdad que somos excelentes amigos. No es un cliché. Compartimos no solo sus preocupaciones, objetivos o proyectos, sino, también, los nuestros como padres. De igual manera compartimos deberes personales y hogareños. Somos amigos de sus amigos. Adoramos a sus novias Joanna y Jhantel y estamos muy cerca de sus familias. Han contado siempre con nuestra comprensión y apoyo. De manera que, no he tenido que insertarme en su mundo porque, de alguna manera, he estado siempre en él con la anuencia y el pedido de ellos mismos. Es una relación de camaradería con determinados intereses distintos, pero, no por ello carentes de armonía.

En su opinión, ¿En qué fallan los padres de hoy?

Uno de los mayores fallos podría estar en el desconocimiento del complejo, pero, hermoso rol de la paternidad. Ser padres es un enorme desafío, sobre todo, en estos tiempos de tanta banalidad y tanta violencia. La paternidad implica postergación de proyectos personales, al menos, en la etapa inicial, inversión de tiempo y establecimiento de nuevas prioridades, como también, asumir diferentes responsabilidades como padre o madre y como pareja. Cuando eres padre o madre la individualidad ha de ceder al compromiso de grupo, de familia. Otro de los mayores fallos estriba en la irresponsabilidad de ciertos padres, que confunden, para presunta ventaja suya, la libertad con el libertinaje, y entregan a la escuela o el colegio la tarea de educar a sus hijos. Eso es un error, porque, la educación empieza y termina en el hogar. La paternidad es un compromiso, no una postura ni un mero accidente.

¿En quién descansa la educación y la disciplina de tus hijos?

En ambos. No ha habido división técnica ni de género en esa tarea. El hogar ha sido siempre responsabilidad de todos. Me considero, modestamente, un precursor de lo que hoy se llama la nueva masculinidad. Recién nacidos nuestros hijos les alimenté de madrugada, los dormí entre mis brazos con un libro en frente o una maquinilla portable esperándome, les cambié los pañales, les bañaba y cambiaba de ropas, les preparaba y daba sus biberones, nunca me perdí una cita al médico para sus chequeos o vacunas, les preparaba luego su desayuno y les llevaba y  buscaba al colegio, en fin. Soraya no tuvo nunca que exigirme cumplir con esos deberes. Los asumí como una responsabilidad paterna. Hemos educado y disciplinado a nuestros hijos sobre la base del diálogo y del cumplimiento de su deber y del nuestro. Sin embargo, debo reconocer que mi esposa Soraya ha sido el verdadero artífice, el verdadero pilar de ese equilibrio, que ella se ha sacrificado más, incluso en su propio ejercicio profesional, que lo retrasó, de momento, para dedicarse por completo a la educación de nuestros hijos. Ese fue un gesto hermoso que nosotros, los varones de la casa, hemos sabido justipreciar.

Tus hijos, ¿te temen o te respetan?

En nuestro hogar, el respeto es una virtud. El temor se le tiene reservado a Dios. Mis hijos crecieron en una atmósfera hogareña democrática. Desde niños reconocieron en nosotros a dos grandes amigos, dos aliados  incondicionales con los que podían y pueden conversarlo todo.

Claro, a temprana edad, yo debía ejercer  autoridad. Todavía hoy. Pero, como en “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry, se trata de la autoridad más democrática, la más respetuosa, es decir, la autoridad que deriva de la razón. Creo que en mis hijos hay, hacia nosotros como padres, más amor que cualquier otro sentimiento.

¿Qué fórmula dirías que te ha funcionado en la educación de tus hijos?

Diría que ha sido la combinación del diálogo franco y abierto con la enseñanza amorosa a través del ejemplo. No hay ni magia ni complicación matemática en ello. Se trata, simplemente, de ponerse de acuerdo como padres y emprender, como un proyecto común, la tarea de ser padres y educar a los hijos. Creo en el poder del diálogo, aun en circunstancias en que ha parecido que se agotan sus últimas posibilidades.

Con relación a la educación que recibiste de tus padres, ¿Existe mucha diferencia, o más bien, se basa en esos principios y valores?

Por supuesto que hay demasiada diferencia. Pero, se trata, simplemente, de una diferencia cosmética, una diferencia de los recursos y los métodos de educación; pero, no de la esencia misma de educar al ser humano. Se educa para la libertad, para que el hombre y la mujer sean auténticamente libres. Mi padre conjugaba los principios de libertad y de responsabilidad. Soraya y yo hemos procurado educar a nuestros hijos bajo esa premisa: ser libres es ser responsables ante sí mismos y ante los demás, como también, ante sus personales proyectos de vida presente y futura. Tuvimos que inculcar esos principios en un momento crucial para la familia moderna, momento signado por el advenimiento de los videojuegos y su virulencia, la Internet, la realidad virtual y la inimaginable velocidad de la comunicación móvil. Aun así, los valores humanos, que son categorías universales y trascendentes, habrían de imperar. Se han sofisticado, pues, los vehículos, los mecanismos. Pero, los valores fundamentales del ser humano para la vida en sociedad han de ser los mismos.

¿Qué opina del machismo?

Es una ancestral fuerza reactiva. Una venganza cruel contra el matriarcado. Es una enfermedad cultural que nos agobia. Es una desgracia y una vergüenza injustificable en la sociedad actual. El machismo corroe lo esencialmente sociable del hombre. El machismo mutila la facultad de amar.

Yasser José Mármol Lara

24 años

Licenciado en Administración de Empresas

“Mi papá es una persona súper responsable, demasiado buen consejero, nos quiere demasiado, se desvive por nosotros, y no hay un momento en que nosotros lo llamemos y que él no aparezca, esté donde esté. Para mí, mi papá es demasiado especial.

Alberto José Mármol Lara

23 años

Cursa el último semestre de Administración de Empresas en la Pucmm

“La verdad es que mi padre es una persona única en el mundo. Yo le tengo demasiado cariño.

Nos ha criado como un verdadero padre, con el ejemplo. Nos ha hecho personas capaces, preparadas para el mundo de hoy día. Siempre nos ha entendido. Siempre está dispuesto a ayudarnos en cualquier momento y cualquier hora. El es una enciclopedia andante. El es un ejemplo para mí, porque continuamente nos hace ver lo importante que es una familia.

Independientemente de las raíces históricas y socioculturales que, por un tiempo, llegaron a justificarlo, el machismo es hoy una actitud rancia, socialmente inadaptada, que se apoya en un irrespeto y desconsideración a la mujer como ente igual, como sujeto social y como persona digna. El machismo es una llaga putrefacta, una especie de conducta gangrenada que estamos compelidos a amputar en los hombres, empezando a reeducarlos desde niños.

Ser macho es, en el fondo, ser cobarde.

Con tan solo hijos varones, ¿Te ha hecho falta una princesa en el hogar?

¡Para nada! Ha habido siempre una princesa entre nosotros y se llama Soraya. Ella ha sabido desarrollar en los varones de la casa el lado femenino que acompaña a nuestras personalidades. Creo que este es un factor de grande importancia para el establecimiento futuro de los hogares de nuestros hijos. Aunque ella, como madre y  única mujer parezca en desventaja numérica, su pasión y dedicación por la unidad y el amor familiares nos convierten en sus súbditos encantados. En realidad, existe un equilibrio de género en nuestro hogar, pues, con nosotros han vivido por años mi suegra Amor Caba y nuestra sobrina Scarlet Michell, con lo que el juego empata en tres y tres por bando.

¿Qué es lo que más te gusta de estar en familia?

La paz, el sosiego que me ofrece su especial calor. Aunque parezca paradójico por la naturaleza de mi trabajo en la empresa y de mi trabajo creativo personal, no es mucho lo que hago fuera de la familia. En ella tengo a mis mejores amigos, mis consejeros, mis aliados, mis críticos, mis figuras ejemplares. Cuando nos reunimos por múltiples generaciones, se puede apreciar en ese encuentro cómo armonizan los viejos y los jóvenes. Es algo maravilloso que disfruto. Ello me hace recordar y valorar cómo y por qué mi padre, sus hermanos y otros viejos robles de la familia, insistían en la importancia de la unidad familiar, de practicar el amor y la amistad entre los miembros de la familia.

Aprendí con ellos que la familia es tu universo, mientras que la sociedad es la galaxia.

Más Personal

¿Cómo te autodefines?

Un escéptico avasallado por cierta dosis de optimismo.

¿Qué cosas no soportas?

La envidia. Shakespeare demuestra con algunos de sus personajes que quien alberga ese veneno está en posesión de todos los males de la humanidad. La impuntualidad me desespera. El desorden me abate.

¿El mejor momento de tu vida?

Cuando atino a redondear, con esa palabra que hacía falta, la incompleta perfección de un poema. Cuando desperté  de la pesadilla que me causó la súbita muerte de mi padre, y vi que estaba rodeado de mis seres queridos más cercanos.

¿El peor?

Haber sido escogido para retirar el respirador artificial del rostro de mi padre y sentirlo robado, de entre mis propias manos, por el halo despiadado de la muerte. Despedir, por su temprano nacimiento, a Rubens José, con apenas tres o cuatro días de estar en este mundo, y entregarlo a la suerte de lo inextricable, sin más remedio que la resignación.

En tu tiempo de ocio, ¿qué te gusta hacer?

Ya no existe el ocio en la sociedad posmoderna. Tienes que arrebatar tiempo a la esclavitud de la eficiencia y la productividad. Robo tiempo al tiempo para leer y escribir.

¿Cuáles son las prioridades en tu vida?

La salud y tranquilidad de mi madre; la paz, la comprensión y la armonía en el hogar y en la vida familiar; acompañar a nuestros hijos en la construcción de su presente y su porvenir; mantener en vilo a los fantasmas y las musas que me permiten escribir y crear; la defensa del sostén económico familiar, en fin. Son las prioridades de cualquier hombre más o menos responsable sobre la faz de la tierra.

¿Con qué sueñas?

Con soñar. En verdad, quisiera soñar. Me castiga la magia de un poema breve, pero muy hondo, de Antonio Machado, en cuyos versos cuenta que soñaba haber visto a Dios, y concluye: después soñé que soñaba . Sueño con aprender a soñar.

¿Qué cosas te hacen feliz, te arrancan una sonrisa desde dentro?

Despertar y descubrir que aun estoy vivo, que salí ileso de las entrañas de la noche. Llego casi a burlarme de ello. Ver sonreír a los demás, desde los que me rodean en casa hasta quienes conozco y no conozco. Sonreír es uno de los grandes dones del ser humano. A veces, rematar bien el giro rítmico final de un poema o la frase de cierre de un ensayo, también me suelen sacar una sonrisita desde dentro.

Tu mayor virtud. Tu mayor defecto.

Mi virtud, si es que en verdad tengo alguna, ha sido no darme por vencido. El arte de la vida es el arte de la guerra. El maestro Tzu me ha enseñado esa premisa. He sido un luchador y más de una vez he logrado vencer las huestes del mal. Mi mayor defecto es ser simplemente humano. Porque del hombre encarno sus luces y sus sombras, su fe y su desconcierto, su amor y su rabia, sus visiones y sus cegueras, su guerra y su paz. Pero, en lo que he sido incorregible es en creer en la palabra empeñada del otro frente a mí. Esa convicción me ha hecho saborear, más de una vez, el ajenjo crudo de la decepción.

Memoria, inteligencia, voluntad, ¿Qué es lo más importante?

Para mí, la voluntad. “A cada voluntad un mundo” escribió el filósofo Schopenhauer. Y Nietzsche, su discípulo y genial pensador, revolucionó la escala de valores de la cultura occidental y abrió nuevas perspectivas de pensamiento, centrando en la voluntad el poderío del ser humano.

¿Qué cualidades aprecias en las personas?

Las cualidades esenciales de una persona son, para mí, sus valores. En primer orden, coloco la humildad. Leon Tolstoi decía que esa es la condición de la que no puede carecer el genio. Luego, la integridad, que lleva consigo una serie de ingredientes éticos entre los que figuran la honestidad, la bondad, la justicia, la entereza, entre otros. Pero, hay algo que se suele llamar don de gente, y a mí me encanta reconocer en el otro esa virtud.

¿A quién admiras?

Admiro la persona de Jesús. Sea porque existiera más allá de los evangelios y de las escasísimas menciones de dos antiguos historiadores, o sea por la belleza y el misterio mismos de una leyenda. A partir de ahí, admiro a todos aquellos hombres y mujeres que, más allá de ideologías, religiones o culturas han luchado por la dignidad del ser humano, por la salvación de la sociedad y por la preservación de la vida del planeta. Admiro, pues, el acto que ha sido o es a todas luces admirable.

¿A qué le temes?

Al imperio de las sombras. A que la vida me condene a ser Hamlet o Segismundo. Sin embargo, mi mayor temor es al acto mismo de temer. Me da miedo pensar que puedo llegar a sentir miedo.

¿Qué papel juega Dios en tu vida?

Es el gran arquitecto. Es, en palabras de Borges, el hacedor. Y, como en Leon Bloy, es para mí ese algo inexplicable con quien aspiro hablar un día.

¿Cuántos años tienes por dentro?

Me parece que estoy empezando a nacer. Ya logré traspasar la mitad de mi muerte.

¿Prefieres preguntar o responder?

Es más sabio hacer preguntas que dar respuestas. Martin Heidegger afirma que antes que dar respuestas, la función real de un gran pensador es hacer preguntas.

Sus preferidos:

Lo primero que hace cuando se levanta:

Orar, besar a mi compañera en la mejilla y subir a leer y escribir.

Un vicio confesable:

Pensar.

Un lugar pendiente por visitar:

El Himalaya.

Una ciudad para vivir:

Barcelona o París.

Un libro de mesita de noche:

Poeta en Nueva York de García Lorca.

Un personaje histórico:

Gandhi o el Che Guevara.

Un miedo insuperable:

No poder despertar.

Un buen recuerdo:

Días de vacaciones campestres en la niñez.

Algo que le quita el sueño:

La descomposición social y la degradación de la vida en mi país.

Algo que lo hace llorar:

El triunfo de la vileza y la maldad sobre la hermosura de la bondad.

Un sueño por realizar:

Llegar a ser lo que soy

Apuesto más al reto de preguntar que de responder. Quien se pregunta siempre, alguna vez alcanza las respuestas.

¿Qué es la amistad para tí?

Es uno de los grandes dones de la existencia. Me lacera descubrir que el espíritu del ser humano actual no valora la dicha de la amistad franca. Es parte de nuestra pobreza existencial, de nuestro déficit de amor. La amistad es sinónimo de fraternidad.

¿En quién confías ciegamente?

La ceguera no es garantía de sinceridad. La venda sobre los ojos de la justicia evidencia el desacierto. No me ciego ante nada. Sin embargo, soy capaz de confiar en quien me ofrece su palabra y la empeña con la promesa franca de su cumplimiento.

¿Tomas la vida muy en serio o el buen humor forma parte de tu vida?

Peco de tomarme todo demasiado en serio. La vida es un asunto muy serio. Sin embargo, el humor es parte de ella, aunque yo no tenga la dicha de asumirlo.

¿Qué te ha enseñado la vida hasta ahora?

Mucho. Pero, no me canso de interesarme más en lo que puedo aprender que en lo que pudiera saber. Soy un constante aprendiz. La vida es una permanente lección. De un tiempo a esta parte he procurado aprender a vivir.

¿Te consideras un hombre feliz, realizado?

La felicidad es como la vida misma: un soplo, un instante. Soy un hombre agradecido por la dicha de vivir. La realización es una quimera que tiene la facultad de mantenernos en vilo.

¿Cuál es sus opinión sobre la felicidad perfecta?

Si la conociera, estaría en mejor disposición para responderte. Es una utopía.

De las personas que has perdido, ¿a cuál extrañas más?

A mi padre. Era un hombre bueno, a pesar de ser humano.

¿Dónde y cómo te gustaría pasar el resto de tus días?

Frente al mar, en Juan Dolio. O en la Cabaña del Poeta que construyeron, para mí, en Jarabacoa mis amigos Miguel y Arailda. En ambos lugares me dedicaría a leer y escribir, a caminar y a pensar.

¿Cómo te gustaría ser recordado?

Como un simple ser humano que, como escribió Cesare Pavesse, entregó poesía a los hombres, asumiendo que era lo mejor de sí mismo. Un acto como ese no es posible sin amor y sin un desprendimiento radical.

El escritor y poeta

¿Cómo y cuándo te inclinas por la literatura, la poesía?

Cambié, porque no tuve opción, el pincel y la acuarela por cuadernos y lápices para escribir. Mis primeros escritos datan de los 11 años de edad.

¿Cómo llegas a la Banca, algo tan diferente a la poesía?

Llegué como un conocedor del diseño de publicaciones comerciales y del manejo de estrategias de comunicaciones corporativas. Hago en el Popular un trabajo distinto a las financias y los negocios. Contribuyo a la proyección de la imagen, la reputación y el prestigio social de esa empresa.

¿Qué satisfacciones te ha dejado escribir?

En mi caso, no hay satisfacción en la escritura, aunque me hayan entregado algunos galardones. Leer y escribir es un trabajo arduo. La escritura creativa te acerca más al dolor que a la alegría; te hace descubrir las miserias del ser humano mas que sus virtudes. A veces es más una desdicha que un don. Escribir hace que te duela la vida.

 ¿Cómo definirías el oficio de escritor?

Un escritor es un inventor de mundos de palabras. Escribir es hacerse instrumento del misterio del lenguaje. El escritor es un cancerbero del infierno. Por ello, Freddy Gatón Arce me dijo, una vez, suelta tus demonios .

¿Y el de poeta? Una especie casi en extinción.

La poesía constituye la más alta expresión del lenguaje en cualquier cultura. No hay que preocuparse por la extinción de los poetas.  La poesía sobrevivirá.

¿Cuál ha sido la experiencia más gratificante y el reto más difícil en tu carrera como escritor?

Gratificación y reto son, en un escritor, una misma cosa, que experimentas cuando en el proceso de génesis del texto encuentras la palabra adecuada o la imagen certera en el preciso momento en que lo deseabas. No hay nada más. El resto es pose, presunción, narcisismo o autobombo, actitudes todas que van de la mano con la mediocridad y que nada aportan a la literatura de verdad.

A tu juicio, ¿Qué cualidades identifican a un poeta?

Una sola: el dominio de su lengua y de las técnicas propias de la creación poética. Ahora bien, esta cualidad no se encuentra en  quien no tenga, como premisa, una especial sensibilidad por los fenómenos sonoros, plásticos y conceptuales de su idioma.

 ¿Qué te motiva a escribir y qué estás escribiendo en este momento?

Para ser escritor tienes que amar u odiar profundamente el acto mismo de escribir. Las biografías de grandes autores   están llenas de declaratorias amorosas y de resabios frente al acto mismo de escribir. Escribo porque vivo y vivo porque escribo. Es una cuestión vital, para mí. Trabajo ahora, como siempre, en diferentes frentes: dos libros de poemas, que crecen sin ninguna prisa; algunos ensayos estéticos, y un proyecto antológico muy importante para la proyección internacional de la poesía dominicana. Otros proyectos se encuentran en su fase secreta.

Tus libros son como tus hijos, ¿Cuántos has parido ?

No es que sea un padre irresponsable con mis libros. Pero, he perdido la cuenta. Publicados sobrepasan la veintena, entre poesía, ensayos y aforismos.

Háblame del proceso de escribir, ¿Cómo  empieza, cómo se desarrolla, cómo termina? 

La creación poética es lo que más se parece a un frenesí. Te llega el aluvión de palabras y ahí está la primera línea del texto, la que definirá su arquitectura rítmica o de sentido, su particular universo de núcleos léxicos y de estructuras sonoras. Es así. Tiene bastante de taumaturgia y de trabajo artesanal, como lo veía Ezra Pound. Solo tienes que mirar algo que te rodea con actitud de asombro, es decir, sin el velo de la costumbre, y ya tienes la premonición del poema. Solo haría falta que tengas la valentía, el coraje de escribirlo. Hecho el parto, entonces, empieza el proceso racional de la escritura, aquel que te conduce a tachar, a reescribir, a pulimentar el texto.

Un poema es algo mejorable al infinito, como toda obra de arte. Terminas publicando un borrador, un intento consciente de lo que quisiste escribir.

¿Tienes una rutina, una manía para escribir?

Ya no tanto. De joven fui más disciplinado, aunque no, precisamente, maniático. Ahora solo madrugo, leo y escribo, más sobre aquello que deseo que sobre aquello que debería leer o escribir. El tiempo es implacable.

¿Cómo es un día en tu vida?

Me encantaría hacerlo a mi gusto. Pero no. Madrugo por disciplina; ya a las 4:00 a.m., y contra las recomendaciones de mis médicos, estoy en mi escritorio. A las 6:30 a.m. hago mis rutinas de ejercicios. A las 8:30 a.m. ya debo entregarme a mis funciones corporativas, que suelen ser múltiples y cada día más diversas; por si fuera poco, intensas. Esto me lleva de ocho a diez horas. Al volver a casa, por la noche, me refugio en el calor del hogar.

 De poder diseñar un día perfecto, ¿Cómo sería?

He aspirado siempre a conocer el día logrado de Peter Handke. Ese día redondo, perfecto, en que lo has tocado todo y sin embargo, parece todo intacto; ese día en que has estado bien con Dios y con los hombres, con la naturaleza y contigo mismo. Soy humano, y por ello, estoy dotado de fortalezas y fragilidades, montañas y abismos. Mi día perfecto será aquel en que no pueda despertar jamás.

De los libros que has escrito, ¿Cuál es tu favorito?

Me decías que los libros son como los hijos. Eso creo. Por ello, es difícil establecer jerarquías o preferencias. Cada uno tiene su propia personalidad, su propio reto creativo, su propia estrategia textual. Más que títulos, podría escoger algún que otro poema de uno u otro libro. De lo único que estoy convencido es que otros poetas lo habrán hecho mejor que yo y que me deleitaré en su lectura.

Dentro de tu profesión y responsabilidades, ¿Qué disfrutas más?

Me gusta mi trabajo corporativo. Lo disfruto a pesar de los graves desafíos que cotidianamente representa. Entre otras funciones relevantes, tengo el privilegio de diseñar políticas y programas de responsabilidad social

empresarial y a través de ellos contribuir a mejorar las condiciones de vida de mucha gente necesitada, para lo cual cuento con el respaldo y estímulo de los principales ejecutivos del Popular y con un equipo de colaboradores de primer orden, en términos profesionales y humanos, en cada una de las diferentes tareas. Mi trabajo con los medios de comunicación y líderes de opinión pública es también altamente satisfactorio. En pocas palabras, disfruto aportar modestamente a la definición del rostro humano y la sensibilidad social de una empresa con una encomiable trayectoria de éxitos y con un liderazgo cada vez más fuerte e inspirador.

¿Te gustaría escribir tus memorias?

No estoy seguro de ello. Aunque no oculto que me ha asaltado la tentación. Ni siquiera sé si tendré la suerte de recapitularlas, para entonces escribirlas. Dichosos aquellos que han podido.

¿Cómo definirías este momento de tu vida, a nivel profesional y personal?

Me enseñaron, desde niño, a mirar siempre hacia adelante. Cada momento de mi vida es una suerte de peldaño; me afirmo en él, miro hacia delante, y sigo mi marcha, con pequeños golpes de mirada hacia atrás. Vivo este momento como el mejor de mis días. Así lo he hecho siempre. Trato de compartir con los demás mi mejor yo. Seguir creciendo como ser humano y como profesional es mi horizonte, cuya distancia no puedo calcular.

Si escribieras un poema a tus hijos, ¿en qué te inspirarías?

Ya lo he hecho más de una vez. Figuran en mis libros publicados. He procurado destacar la singularidad de sus personalidades, su inocencia de entonces, su alegría, y sobre todo, su bondad. Yasser y Alberto son dos jóvenes

de corazones limpios, solidarios, afectuosos, responsables y con una infinita capacidad de amar. Alguna vez, creo, les expresé en un poema mi temor por ciertas preguntas que en toda una vida no se pueden responder.

Su obra literaria

“El ojo del arúspice”, 1984.

“Encuentro con las mismas otredades”, 1985.

“Encuentro con las mismas otredades II”, 1989.

“La invención del día”, 1989.

Premio Nacional de Poesía.

“Poema 24 al Ozama”.

“Lengua de paraíso”, 1992,

Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña

“Deus ex machina”, 1994. Premios Casa

de Teatro, Premio Internacional Eliseo Dieago

“Lengua del paraíso y otros poemas” 1997.

“Voz reunida” (poesías de 1984 a 1994), 1999.

“Criatura del aire”, 1999.

“Premisas para morir. Aforismos

y fragmentos.”, 1999.

“La invención del día”, 2000.

“Deus ex machina y otros poemas”, 2001.

“Premesse per morire”, 2001.

“Torrente sanguíneo”, 2007, Premio

Nacional de poesía Salomé Ureña.

“Maravilla y furor”, 2007.

“Miradas paralelas”, 2009.

“Etica del poeta”, 1997.

“Rufi no de Mingo”, 1991.

“Las pestes del lenguaje y otros ensayos”, 2004.

“El placer de lo nimio”, 2004.

“Cansancio del trópico”, 2006.

“La poética del pensar y la

Generación de los Ochenta”, 2007.

Epílogo

Es madrugada y llueve. Algo que hace más difícil dejar el cálido lecho que lo envuelve entre deliciosas sábanas y el tierno calor de su mujer. Pero esta disciplina se ha convertido en rutina inviolable que sin dudas, le ha dado el resultado de grandes satisfacciones. Y es que, a esa hora, la soledad y el silencio lo acompañan, solidarios y fieles en la cita obligada, mientras la lluvia persistente aporta un sonido quejumbroso que sin embargo, encaja a la perfección con este instante mágico. El aroma de un café recién colado penetra

sus sentidos, sacándolo del éxtasis como otro cómplice fiel de sus rutinas, mientras su viejo gato Figo, se acurruca entre sus piernas. Respira profundamente mientras sorbe su café, dejando que su pensamiento escape del límite de la lógica para danzar entusiasmado la plenitud de la alegría.

La PC espera pacientemente el fuego de la pasión que muchas veces no logra consumirse.

Pero, es este instante mágico –post-data

de un sueño reparador y preludio de aventuras literarias- el estadio perfecto que desearía ampliar y repetir como suceso infinito. Porque José es, ante todo, poeta de la vida y conductor arriesgado de carreras desafiantes, que sabe detenerse en el oásis de su hogar, para llenarse de estímulos puros y del refrescante alimento del amor, e ir por la vida dando generosamente la luz que ha logrado atesorar dentro de sí, para lograr ser espejo donde sus hijos puedan mirarse con orgullo.

M.L.

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