José Martí: autor intelectual del Moncada

José Martí: autor intelectual del Moncada

SALVADOR BRETÓN HOLGUÍN
Hurgando en una obra trascendental: Biografía a Dos Voces, también conocida como Cien Horas con Fidel, donde se recogen largas y amenas conversaciones del comandante Fidel Castro Ruz con el intelectual y periodista Ignacio Ramonet; llegó a la íntima convicción de que la Revolución Cubana, como proceso histórico, comenzó con la primera Guerra de Independencia del año 1868, dirigida por el general Carlos Manuel de Céspedes; siendo posteriormente el apóstol José Martí el autor intelectual de otro eslabón heroico: El asalto al cuartel Moncada. El 26 de julio del año 1953 ocurre un acontecimiento histórico en la ciudad de Santiago de Cuba, vital para el proceso de emancipación que había iniciado el pueblo cubano a raíz de los pronunciamientos del general Céspedes en la Demajagua conocido como el Grito de Yara.

Nos referimos a la gesta armada iniciada por un nutrido grupo de jóvenes al mando de Fidel Castro y Abel Santamaría, entre otros combatientes. El asalto al cuartel Moncada, símbolo de la represión y la degradación humana más feroz en los días que desgobernaba los destinos de ese pueblo Fulgencio Batista y Zaldivar.

¿Por qué no llamarle grito también a esa acción patriótica de carácter político-militar? De la misma manera que otros gritos han marcado el inicio de nuevas perspectivas de lucha y de paz, como son el Grito de Dolores, que impulsa al pueblo mexicano a la tarea imperiosa de su independencia; así como también el Grito Martiano de Baire enfatiza el reinicio de la guerra necesaria en 1895. Creemos que el asalto es la acción. Pero el grito es la expresión auténtica de un pueblo que ha iniciado una nueva época en la búsqueda incansable de su verdadera identidad como nación.

En una ocasión tuvimos el privilegio de disertar acerca de esta hazaña, y su repercusión política en la lucha de liberación nacional al interior de los pueblos de América y el Caribe. Allí planteamos, con toda propiedad, que independientemente que esta acción fuese un fracaso desde punto de vista militar, no era sensato pasar un balance totalmente negativo al margen de las circunstancias y la especialidad histórica que matiza el proceso revolucionario cubano en su conjunto.

En las primeras horas del lunes 10 de marzo de 1952 se produjo en la república de las frustraciones el golpe de Estado que llevó a Fulgencio Batista al poder por segunda vez. En esa fatídica madrugada, no solo penetraron las botas por la posta cuatro del campamento militar de Columbia, sino que cayeron nuevamente sobre la patria tantas veces humillada. Aquel amanecer se prolongaría en una larga noche de infamia durante casi siete años de despotismo asfixiante.

La respuesta no se hizo esperar, los sectores más sanos y las capas sociales más progresistas junto al pueblo trabajador cubano, con una larga experiencia de lucha y resistencia, iniciaron múltiples jornadas de protestas y denuncias en contra de los desmanes y la usurpación de poder de parte del gobierno nefasto.

De esa manera, el asalto al cuartel Moncada aparece como una reacción concreta; como una expresión más de la coherencia: El Grito del Moncada, reconstruye aceptadamente la primera prueba práctica por la que pasó en lo táctico la concepción estratégica de Fidel para el reencauzamiento del largo proceso que nutre la heroica revolución cubana.

Esa batalla desigual que hace 54 años costó tanto dolor, luto y sangre a cientos de hogares cubanos, posteriormente dio sus frutos en el plano político; porque luego de pasar por la Prisión Fecunda donde Fidel supo interpretar el sentir de todo un pueblo avasallado; y luego de su titánica autodefensa conocida como la «Historia me absolverá» fue capaz de viajar en el Gramma desde Tuxpan a la Sierra y pensando en voz alta dijo: si salgo llego, si llego entro, y si entro triunfo.

En efecto, hacía falta una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores; apunta Fidel. Y eso fue el 26 de julio de 1953. Lo que determinó esa acción fue el fruto de profundas meditaciones sobre el conjunto de factores objetivos y subjetivos que imperaban en aquel instante en la vida política de ese pueblo hermano, hospitalario y solidario.

La calidad martiana de los moncadistas se encuentra en las propias raíces del movimiento desde sus inicios; porque recuerda cómo el apóstol José Martí exige de cada hombre ser un hombre de su tiempo. Y hombres de su tiempo fueron todos aquellos que desde la clandestinidad pasaron en gigante desagravio al combate, para morir en los brazos eternos de la gloria. Era necesario, y así se hizo, enarbolar otra vez las banderas de Baire, Baraguá y de Yara. ¡En Cuba, siempre es 26!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas