José Morillo y la Virgen de las Mercedes

José Morillo y la Virgen de las Mercedes

Marianne de Tolentino

Si bien es cierto que el arte tiene sus lugares idóneos –museos, universidades, galerías, casas de la cultura–, también creemos que los centros comerciales constituyen plazas propicias para las exposiciones.
Cuentan con la ventaja de un público permanente –en su mayoría ajeno a los sitios especializados–, atraído espontáneamente por esas imágenes únicas que se le brindan, mientras pasea, espera o compra… En este contexto, Galería 360 está dando un gran ejemplo, acogiendo exposiciones con una frecuencia y una calidad crecientes.
Actualmente presenta una muestra de excelentes fotografías, una selección de trabajos de la Escuela Nacional de Artes Visuales y una individual de José Morillo –en que él enfatiza un tema religioso, a su manera por supuesto–.
La obra de José Morillo. Una primera duda se plantea al respecto de José Morillo y su obra. Frecuentemente, como para hacerle un favor porque carecemos de artistas “naïf”, se le quiere considerar como un pintor ingénuo que produce un arte inocuo e inocente.
José Morillo demuestra tener una personalidad más evolucionada y receptiva… En nuestra opinión, si él hace “pintura naïf”, es porque quiere, lo ha decidido y le conviene. Él observa y plasma con humor y poesía su propia realidad del entorno: desde paisajes habitados a actividades y juegos criollos, plasmando baile, música y merengue.
No son imágenes del paraíso perdido, ni de flora y fauna fantásticas, tampoco de un mundo singular insensato. Él se apodera de la gente del pueblo, inmersa en un trópico multicolor y sonoro. ¡Los protagonistas, bien dominicanos, despliegan energías y habilidades en su campo como en su barrio!, y la devoción popular también puede motivar al artista.
Morillo y La Virgen de las Mercedes. La imagen piadosa fundamenta una reinterpretación por cada creador. Si personajes bíblicos, santos, panteón católico inspiran la pintura religiosa, la iconografía dominicana suele centrarse en la Virgen de la Altagracia. Así, José Morillo, en su fecundidad pictórica, incluye el culto mariano: él no lo hace como adepto místico, sino como investigador de distintas santas patronas de América.
Ahora, en trece cuadros de pequeño formato, su fuente de inspiración es la Virgen de las Mercedes, que él recrea según su estilo, de modo simpático y atractivo. La preeminencia de la figura central propicia aquí depuración de los elementos, equilibrio compositivo y definición estructural, pero acompañados de una fantasía ligera y cándida…
La antigua “Patrona de la Española”, de jerarquía confirmada en la Independencia, no reencuentra en José las huellas pictóricas medievales y “preclásicas” con el velo protector albergando a nativos, miserables o devotos. Esa autonomía, surgiendo de la personalidad del autor y tal vez no ajena a la controversia histórica, le conviene.
Forma y espacio, luz y cromatismo proyectan un arte sacro particular, donde la Virgen reina sobre una noche mágicamente estrellada, se rodea de palomas traviesas, se enmarca en bohíos multicolores culminando en el Santuario del Santo Cerro.
Los angelitos revolotean, las flores estampan el entorno, y la Patrona, serena e impasible, repitiendo aquel rostro en cada pintura, luce sus atavíos tradicionales, obviamente estudiados por el artista.
En fin, es una exposición agradable que introduce una pausa refrescante en el andar del caminante…

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