José Ortega y Gasset y su España invertebrada

José Ortega y Gasset y su España invertebrada

Esta perspectiva histórica nos permite hacer una valoración de la vertebración o desvertebración de España hoy, preguntándonos si fue el de Ortega un diagnóstico acertado, si sigue siendo útil, qué se ha logrado y qué falta por hacer…
Este libro se presentaba como una “aplicación del método de la razón histórica, un estudio del proceso general de la integración y descomposición de las naciones, una teoría de la sociedad, como una ecuación de minoría ejemplar y una masa dócil a esa ejemplaridad, así como la explicación de fenómenos característicos de la Historia de España, como los pronunciamientos, los regionalismos y los separatismos, y la acción directa de determinados grupos sociales, en suma, los particularismos que disociaron nuestras clases y regiones”.
Todo esto se contiene en verdad en este libro, y lo convierte en un clásico del pensamiento español. Pero quizá su mayor atractivo resida hoy en el original y certero análisis del problema capital de España, derivado de los particularismos políticos y sociales, en especial de aquel que afecta a la unidad final de España: los llamados nacionalismos particularistas. Federico Trillo-Figueroa[1]

España está viviendo hoy día un proceso interesante de su desarrollo democrático e institucional. Por primera vez en su historia, los partidos tradicionales han tenido que pactar, sin quererlo, con los emergentes. La crisis de la monarquía obligó al hoy rey emérito a renunciar a favor de su hijo Felipe que desde hace dos años es el rey de España, una nación sumergida en crisis económica, política y sobre todo, de crisis de credibilidad de su principal institución cohesionadora: La Monarquía. Gracias a un esfuerzo contundente del nuevo rey, se ha logrado detener la percepción sobre la institución que preside y le da sentido, a pesar de los escándalos familiares.
Los nacionalismos en España siguen vigentes. Un segmento de Cataluña lucha por alcanzar la independencia. Los vascos están más tranquilos, pero en su tierra sigue latente el sentimiento conspirador del statu quo del nacionalismo.
La “España Invertebrada” del gran Ortega y Gasset se escribió al calor de la realidad política, económica y social de su época. Los artículos que recoge la pequeña obra fueron escritos en los convulsionados años de 1920-1922 en el diario El Sol. España había colapsado como imperio, pues en el año de 1898 había perdido sus últimas posesiones ultramarinas. Al mismo tiempo, la situación interna de la otrora gran nación imperial vivía momentos de ebullición política de los sectores sociales. Como afirma el prologuista de la obra, Trillo Figueroa, “A la pérdida de las últimas colonias sucedió la crisis de los partidos turnantes, incapaces, tanto de alcanzar liderazgos que sucedieran a los Canovas y Sagasta, manteniendo unidad de los partidos, cuando de abordar una auténtica regeneración del sistema que aquellos habían forjado en torno a la monarquía de Sagunto. Los movimientos obreros arraigaban al margen del sistema: los de carácter libertario en el medio rural, mientras que el sindicalismo socialista lo hacía en los núcleos urbanos e industriales. La cuestión de Marruecos, pobre remedo de nuestro perdido carácter de potencia colonial, será la desencadenante de nuevas tensiones, que encontrarán respuesta en la movilización callejera y en una oposición asamblearia de carácter extra parlamentario”.[2]
Además de ese panorama bien descrito, los nacionalismos vasco y catalán habían iniciado la definición de sus respectivas características ideológicas, que se resumen en una palabra: la separación. En ese contexto se sitúa la reflexión de José Ortega y Gasset, en el que plantea la crisis histórica del proyecto que se había forjado en la nación española, de la unidad a la desarticulación.
La primera parte del libro se titula “Particularismo y Acción Directa”, que cuenta con varios apartados en los cuales resume sus reflexiones: “Incorporación y Desintegración”, “Potencia de Nacionalización”, “¿Por qué hay separatismo?”, “Tanto Monta”, “Particularismo”, “Compartimentos Estancos”, “El Caso del Grupo Militar”, “Acción Directa”, y “Pronunciamientos”.
Por razones de espacio, y sobre todo para no agotar a mis lectores, voy a hacer un resumen con las principales ideas. Leer estos artículos constituye un verdadero deleite para aquellos que amamos la historia, para quienes están, estamos, convencidos de que el análisis histórico nos permite entender el presente. Pero, además, su prosa no es solo pulida, sino que demuestra en cada párrafo una erudición impresionante.
En la “Incorporación y Desintegración” plantea que la incorporación histórica no es la “dilatación de un núcleo inicial”, para justificar su posición habla del Imperio Romano como ejemplo de que la dilatación no siempre es positiva. Asegura también que el sometimiento, la unificación por la fuerza y la incorporación compulsiva no implica, en modo alguno, la muerte de los grupos: “la fuerza de independencia que hay entre ellos perdura, bien que sometida; esto es, contenido su poder centrífugo por la energía central que los obliga a vivir como parte de un todo y no como todos aparte. Basta con que la fuerza central, escultora de la nación… amengüe, para que se vea automáticamente reaparecer la energía secesionista de los grupos adheridos”.[3]
En el segundo apartado, “Potencia de Nacionalización”, Ortega afirma que el poder creador de las naciones es una especie de “quid divinium”, es decir, un genio o talento tan especial y particular como lo son la poesía, la música y la religión. Por esta razón, afirma, la historia ha evidenciado que existen pueblos cultos que carecen de esa identidad cohesionadora, y sin embargo, hay otros, que sin ser muy cultos, tienen un alto grado de cohesionadora identidad. En sus palabras: “En toda auténtica incorporación, la fuerza tiene un carácter adjetivo. La potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común. Repudiemos toda interpretación estática de la convivencia nacional y sepamos entenderla dinámicamente…No viven juntas las gentes sin más ni más y porque sí… Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven para estar juntos, sino para hacer juntos algo…Las naciones se forman y viven de tener un programa para mañana…[4]
Lamentando enormemente que el espacio se agotó. Me quedé con el deseo de seguir resumiendo este pensamiento profundo, agudo y culto del gran José Ortega y Gasset.
[1] Prólogo de Federico Trillo-Figueroa, en José Ortega y Gasset, España invertebrada, hermanotemblon.com/…/Ortega%20y%20Gasset,%20Jose/Ortega%20y%20Gasset,%2
[2] Ibidem.
[3] Ibidem, p. 26
[4] Ibídem, pp. 28 y 29

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