José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset

ANTONIO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ
Nos recuerda Pedro José Chamizo Domínguez, Universidad de Málaga, en su artículo: El hombre: ser inmerso en su historia. José Ortega y Gasset define al hombre como heredero de un capital acumulado por sus antecesores y compuesto de aciertos y errores.

«Al definir al hombre como heredero, se está afirmando, tácitamente, que en el hombre no hay una naturaleza inmutable, sino que, por el contrario, la naturaleza del hombre consiste precisamente en no tener naturaleza, sino en ser lo que es por lo que ha recibido de los hombres que lo precedieron».

Y surge entonces el hombre heredero. José Ortega y Gasset desarrolla ese concepto: 1. Que el ser del hombre consiste en su mutabilidad. 2. Que esa mutabilidad se puede estudiar en la historia. Y 3, que por ser un animal mutable e histórico, el hombre puede aumentar o dilapidar el caudal cultural heredado de sus antepasados.

Veamos la primera idea. La idea de la radical mutabilidad del hombre. Es una idea vieja, quizás donde esté mejor expresada sea en los Ensayos de Montaigne, en los que el hombre se define como un ser vario y ondulante. No es que cambie como todas las demás cosas que hay en el mundo, sino que es cambio, sustancial cambio. En razón de que el hombre es cambio, en razón de que su sustancia consiste en cambiar, la auténtica idea del hombre debemos hacérnosla en la observación de su devenir histórico, como el ser que hereda algo y que cambia siempre.

En manos del hombre de cada época, nos dice Ortega y Gasset, está dilapidar o incrementar la herencia recibida. En esta idea de que el hombre puede perder o incrementar dicha herencia hay una crítica implícita a la idea, que llegó a ser creencia decimonónica, de la posibilidad de un progreso intelectual y material continuo del hombre.

En suma que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene historia. O, lo que es igual: lo que la naturaleza es a las cosas, es la historia- como res gestae- al hombre. (Historia como sistema, VI: 41).

Veamos la segunda idea, la idea de que esa mutabilidad se puede estudiar en la historia. Nos dice Ortega y Gasset que es la posibilidad del hombre de tener futuro, de hacerse a sí mismo hacia el futuro, la que hace necesario que tenga que recurrir a su pasado. El recuerdo del pasado es lo que le permite encontrar las coordenadas necesarias para orientarse hacia el futuro. Si la dimensión histórica puede ser considerada como la naturaleza, lo es porque se trata de un hombre concreto, sujeto a las circunstancias de su época, y de un hombre que se da en el ámbito de una comunidad humana o sociedad.

Si en la historia no pudiésemos hacer divisiones de épocas, no podríamos tampoco tener conciencia reflexiva de ella, porque la mente humana, para comprender algo, necesita dividirlo, analizarlo hasta dónde sea posible, con objeto de tener al menos dos términos para comparar. La historia nos aparece como un todo continuo que hay que poder diseccionar para comprenderlo. De ahí que, para comprender y hacer comprensible la historia, Ortega tenga que introducir, además de la división externa y tópica en diversas edades que hacen historiadores, una división más pormenorizada como es la de las generaciones. La generación es, pues, la unidad molecular en que la historia se divide. Y, aunque Ortega dé la cronología de quince años para cada generación, no es esta característica externa la que la define, sino la de ser una respuesta de la sensibilidad vital a los problemas de la realidad. Frente a las tesis que ponen el protagonismo de la historia en manos del individuo o las que lo ponen en manos de las muchedumbres, Ortega propone el concepto de generación como eje interpretativo de la historia. La generación, compromiso dinámico entre la masa y el individuo, es el concepto más importante de la historia, y por decirlo así, el gozne sobre el que ésta ejecuta sus movimientos. Abuelos, padres e hijos son coetáneos pero no contemporáneos. Tres movimientos distintos dentro de cada generación.

Idea 3. El hombre puede incrementar o dilapidar el caudal histórico heredado de sus antepasados. Esto dependerá de la capacidad de mantener vivos los pensamientos y las obras de nuestros prohombres en la historia y en las diferentes generaciones. Así, siguiendo a Ortega y Gasset, en tanto que Nación, tenemos una historia infantil, una historia adulta y una historia anciana, en cada generación que obliga a que la educación, en tanto que vehículo del conocimiento, deba ser de primera calidad. Si partimos del criterio que los españoles llegaron a esta isla en 1492, tendríamos 17 generaciones de 30 años cada una, que es preciso conocer y asimilar.

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