José Pelletier en retratos

José Pelletier en retratos

José Pelletier, en la exposición de Retratos que presenta en la Galería de Artes en Santo Domingo, en Gazcue, logra una síntesis visual entre figuración y desfiguración del sujeto en su más preciso sentido, como lo hicieran un siglo anterior los mayores maestros de la Transvanguardia como Picasso, ejemplo fundamental de la figuración y de la desfiguración hasta lograr convertir sus retratos en auténticos laberintos faciales.

Pelletier maneja sus retratos con una gran agilidad pictórica, es decir, que no se limita a los límites anatómicos, se expresa con libertad en la brocha y en el trazo, con una pulsión ajena a la figuración pero buscándola más por el gesto y por el color, en ese sentido hemos encontrado en esta serie un ánimo gestual muy fiel al mundo de Francis Bacon por el movimiento y el color, sobre todo rosado tan evidente que sentimos en algunos de sus rostros un homenaje visual al maestro británico.

Pelletier es un pintor que maneja la pintura con energía de movimiento y expresividad. Sus obras, figurativas, expresionistas o abstractas siempre mantienen una dinámica visual que está por encima de la representación, sabe manejar el ánimo del sujeto, la sicología de los personajes. Como ante todo es un artista de expresión abstracta confirmada, sabe imponerle a la figuración todos los ingredientes de los caracteres y de las psicologías.

El maestro Oviedo está en esta galería, visitado por Pelletier que nos brinda la profundidad de la mirada, detrás de los lentes, el movimiento labial de la simpatía, y la cabellera desordenada del hombre libre.

Los retratos de Oviedo resaltan una expresión de humor y simpatía que caracterizaban al artista. El color de la mancha blanca en este caso refleja un señalamiento al silencio y a la prudencia que enfatizan en la obra la sensibilidad de un artista joven, hacia las enseñanzas del reconocido maestro.

Las dos obras muy dibujadas aplauden el expresionismo de Oviedo, y Pelletier juega con su propia factura para fundirla y fusionarla con los colores y los trazos que el mismo Oviedo utilizó en las diferentes etapas de su producción artística.

El juego fusional del color amarillo y rosado para Andy Warhol enciende el estallido y la luz de la corriente Pop Art que Warhol desarrolló en obras emblemáticas como la figura de Marilyn Monroe y su propio autorretrato. Es interesante entender que para José Pelletier el retrato no es más que un ejercicio y un pretexto plástico donde desarrollar los paradigmas que marcaron las obras de pintores de la segunda mitad del Siglo XX, que influenciaron tanto la sociedad como la postmodernidad plástica y visual.

Cuando aparece Warhol, esto es para Pelletier una manera de poner en evidencia el talento pero también la personalidad de un artista mundano que sacudió los esquemas de la relación con la sociedad de consumo y el poder del dinero, dos elementos fundamentales en la movilidad del arte como producto y como objeto especulador.

Las obras referentes a Warhol, de José Pelletier apuestan por la función de la imagen en su poder de atracción masiva y publicitaria, de hecho, los dos retratos aparentan más el resultado de una obra que podría ser llevada a la reproducción ilimitada.

Los rasgos, la expresión de la mirada, captan el punto clave que hace de cada obra el referente expresivo de cada personaje.

Basquiat nos conmueve más que ninguna, pues Pelletier parte de la figura haitiano-puertorriqueña-americana del artista para ejercer en ella una poética visual de la negritud, donde el entrelazado del pelo negro convive y como parte el color con la piel del hijo pródigo de la casta neoyorkina de los años 70, cuando la pintura convergía hacia un espectáculo societal al ritmo de música, y de luces para romper con los esquemas del puritanismo urbano. Aquí, Basquiat es más que un retrato, revela la sensibilidad de Pelletier no darle un tratamiento íntimo y muy personal al evocar en el rostro la transcendía de la máscara africana y la negritud de la fotografía en blanco y negro de los anuncios necrológicos.

Un esbozo ocre o marrón entre tanta oscuridad, calca el sueño y la utopía del genio espontáneo de Jean-Michel Basquiat, accidente genial entre el Pop Art y la expresión espontanea, frescura inesperada entre Kandinski y Pollock. En esta obra, se desliza la pintura en un movimiento azul cuya rapidez del gesto imprime unas gotas salpicadas que combinan la emoción visual de Pelletier en el recuerdo del Basquiat, pero la mancha deslizada contribuye a resaltar los chorreados sin control que Pelletier descarga en el retrato como un referente al recurso que el mismo Basquiat manejaba en sus pinturas.

José Pelletier intensifica el ojo y la mirada con una fuerza penetrante de vida, como si de artista a artista no se pudiera aceptar la muerte. Este homenaje al Enfant Terrible de las noches errantes y de los cocteles mundanos de Soho, nos trae la imagen de un talento que expresó su precoz genialidad con una velocidad cuyo ritmo no pudo aguantar la vida.

Anticipamos que dentro del registro del homenaje universal a Jean-Michel Basquiat, este retrato de Pelletier contribuye a completar esa imagen con el logro de ese ojo que lo hace presente de manera ceremonial. La paleta de Pelletier recurre a los mismos colores de los maestros celebrados.

Es difícil aceptar un sin título en uno de los rostros, donde la memoria visual de Francis Bacon se impone y la figura se va haciendo con anchas pinceladas o estrechos brochazos que se diluyen con la ligereza de la acrílica. Es en el movimiento que captamos en este rostro supuestamente anónimo, la trascendencia de Francis Bacon.

Frida Kahlo invade el rosado en la composición, como también Sean Lennon, con detalles líricos que aluden a las flores de Frida y a los lentes de John. En el conjunto, el artista mantiene la tensión permanente con la abstracción, y aquí la desempeña en esta colectiva con una libertad de trazos y manchas que armonizan la figuración con una nota abstracta que podría ejercer una nota musical y rítmica para romper el inmovilismo del retrato clásico y formal.

Nosotros entendemos el talento de José Pelletier en el marco del expresionismo abstracto, con una maestría y un dominio de la figuración que le permite jugar con las obras y los estilos. En el conjunto de esta exhibición, el retrato es un pretexto donde Pelletier ejerce su talento por la composición nítida y eficiente, y la exaltación del color compatible con el movimiento del sujeto y la luz.

Este artista confirma que la maestría académica y la interpretación del modelo con responsabilidad intelectual y reflexiva permiten manifestar el duende artístico, lo que va más allá que una corriente y una escuela. Pelletier confirma también que tanto la pintura como el dibujo son armas visuales todavía muy cargadas de futuro.

Delia Blanco. Crítica de Arte, Miembro del AICA Internacional.

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