José R. Martínez Burgos – La dañina campaña electoral

José R. Martínez Burgos – La dañina campaña electoral

Los ciudadanos de a pie, aquellos que viven en un afán continuo en su trabajo y esperan que algún día los políticos se acuerden de ellos después que pasen los eventos electorales y que esperan muy poca cosa de la clase política, contemplan a distancia la campaña electoral como si se tratara de una de las plagas que se describe en la Biblia. En las últimas campañas se han hecho inevitables, el juego sucio y miserable entre los contendientes, el alineamiento de los medios de comunicación y los comunicadores de la radio y la televisión y la indiferencia de los ciudadanos. El más grave de todo es el alineamiento de los medios de comunicación, porque en lugar de orientar, lo que hacen es desorientar, por lo menos es lo que percibimos todos los ciudadanos, lo cual es una forma de perversión. Son los políticos los que deben estar en campaña y no ciertos periodistas equidistantes de los vendedores de ilusiones y esperanzas, que nunca cuajan, pues, jamás un candidato ha cumplido lo que ofrece en su afán de alcanzar el poder, son todos unos mentirosos y falsos, dan muchos abrazos y muchos apretones de manos, pero no aportan nada en beneficio de los marginados y los miserables y mucho menos a los muertos de miedo por la pobreza que los azota.

Para los políticos la campaña es una representación, es una obra de teatro inacabada, es simplemente una puesta en escena de la lucha por el poder. Es simplemente una coartada muy ritual de los sistemas democráticos para hacer llegar hasta los humildes ciudadanos el principio de representación. Una negociación de la verdad, donde los actores principales son los candidatos, casi siempre mediocres advenedizos y corruptos o patrocinadores de la corrupción, éstos solo saben pedir el voto, pero no dan nada efectivo, solo dan falsas sonrisas y transgresiones o incumplimientos de promesas. Por eso nosotros nos constituimos en tontos útiles para los políticos a medida que seguimos ilusionados con su verbo y seguimos echando en saco roto estas cosas, todos sin quererlo, seguimos contribuyendo a que la democracia pierda su calidad a marcha forzada, porque no acabamos de enfrentarnos a esos mercaderes de la incompetencia, que ni siquiera ofrecen un programa de gobierno realizable y ajustado a la realidad dominicana. Que nadie se extrañe mañana cuando esos vendedores de fantasmas vuelvan a hundir al país en una carrera de desengaños, desesperanzas y desamparo, pues todos somos igualmente responsables. Maldita campaña que solo ofrece lágrimas y sufrimientos y una cosecha de dinero mal avido a sus sustentadores y allegados, y nos lleva desde hace décadas a votar en contra de y favor del menos apreciado, por eso nuestros líderes se quedan siempre instalados en la desconfianza, puesto que la desconfianza entre afines en nuestro país es el signo de este tiempo que vivimos, como si algo misterioso se haya encargado de sembrarla. Parece casualidad, pero recordemos que en política no existe casualidad, sobre todo en este período electoral cuando se están preparando las artillerías de las promesas, las mentiras y las falsedades.

¿Cómo se cura a esta sociedad del desencanto cuando simultáneamente es sujeto y objeto de ese desencanto, porque lo padece, pero también la ha creado?

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