José Ramón López: hombre de letras, armas y política injustamente calificado de pesimista

José Ramón López: hombre de letras, armas y política injustamente calificado de pesimista

POR ÁNGELA PEÑA
José Ramón López, uno de los más preclaros pensadores del siglo pasado, fue hombre de letras, armas, política, estudio y trabajo permanentes. Combatió la dictadura de Ulises Heureaux en la insurrección de Casimiro de Moya, como refuerzo del general Benito Monción, en Pontezuela. Encarcelado en dos ocasiones por sus ideas revolucionarias, escapó de la prisión en ambos casos. “Receta para embalsamar el cadáver de la Patria”, publicado en el periódico La Libertad, fue la causa de su primer encierro en la fortaleza de Puerto Plata, desde la que huyó al extranjero para regresar clandestinamente a unirse al batallón de puertoplateños bajo las órdenes del general Félix María Tavárez.

     Derrotada la rebelión, es nuevamente prisionero, ésta vez en La Torre del Homenaje, de la que se fugó buscando refugio en el Palacio Arzobispal. Monseñor Fernando Meriño consiguió enviarlo a Mayagüez donde se ganaba la vida como articulista y editorialista de los periódicos El Imparcial y El Resumen.

     Periodista, polemista, excelente escritor, maestro, senador, con avanzados estudios de Derecho, su mente inquieta llegó a inventar y patentizar hasta un aparato de ordeñar vacas.

     Casó, tuvo hijos, sobrevivió a lances y atentados criminales por sus artículos de opinión política, dirigió escuelas y periódicos, publicó más de una docena de libros y dejó otros inéditos, libró campañas contra las ratas, a favor de la agropecuaria, antialcohólicas, en favor de la producción de trigo. Propugnó desde el Congreso para que las mujeres pudieran ejercer profesiones liberales, POR mejorar el salario de los jornaleros, otorgar autonomía a los municipios, permitir que las personas de avanzada edad que lo desearan pudieran cursar estudios universitarios. Propuso la creación de cooperativas agrícolas, la supresión de la Lotería Nacional y la creación de bancos hipotecarios para la concesión de préstamos a largo plazo con fines de adquisición de solares y viviendas.

     A este incansable luchador, cuentista, novelista, geógrafo, laureado ensayista, defensor ardiente del liberalismo, nacionalista, comunicador social, promotor de los derechos humanos que  reclamaba bienestar y progreso fundamentales para el pueblo dominicano, lo han identificado con un calificativo que aún le arrojan historiadores, intelectuales, psicólogos, escritores de renombre: el gran pesimista dominicano.

     Andrés Blanco Díaz, que ha dedicado más de quince años a buscar en documentos nacionales y extranjeros la producción dispersa de José Ramón López, piensa que quienes le llaman de ese modo “no han leído a López”. Culpa de este error a la arraigada costumbre de repetir sin investigar, sin dudar, y a la publicación de un libro auspiciado por la Universidad Católica Madre y Maestra, que considera “un adefesio”. Tres tomos que él ha dado a la luz desmienten esa idea que, según él, lanzó originalmente Manuel Arturo Peña Batlle.

     “Era un hombre moderno, que vivía buscando soluciones a los problemas nacionales, que siempre estaba optimista y que, al contrario, acababa con los pesimistas, como lo hizo en el primer editorial de su periódico El Dominicano”, aclaró.

     Para el reconocido profesor universitario, historiador, escritor, corrector de estilo y cuidador de ediciones de la Fundación Corripio y del Grupo Santillana, José Ramón López “se pasó la vida tratando de resolver los males económicos y sociales que afectaban a la sociedad dominicana de entonces, mientras la mayoría de sus contemporáneos se debatían en banderías políticas del momento y en las rebatiñas de nuestras guerras intestinas, así como en la búsqueda de canonjías y ventajas personales”.

     Respecto al libro de la UCMM titulado “El gran pesimismo dominicano”, dice que “su título es falso, y ese es el que ha distorsionado la imagen de López, porque nadie tiene acceso a donde Peña Batlle planteó su tesis, pero sí al ejemplar de la Ucamayma”. El volumen motivó a Blanco Díaz a comenzar a rastrear los trabajos de José Ramón López. Ha reproducido cuanto éste publicó en Listín Diario, Oiga, El Dominicano, Nacional, El Tiempo, Pluma y Espada, de República Dominicana, y en La Opinión Nacional, El Progreso, El Tiempo, El Republicano, El País y la revista Cosmópolis, de Venezuela, donde vivió López un largo exilio e ingresó a la Universidad a continuar la carrera de Derecho.

     Le inspiró a esta ardua labor, también, la lectura de La Alimentación y la raza, La Paz en la República Dominicana y Cuentos Puertoplateños, de López,  y la curiosidad que despertaron en él los lauros y premios recibidos por el infante en sus primeros años de estudiante en el Colegio Municipal San Felipe. Recientemente, Blanco puso a circular Escritos Dispersos, 1896-1908, auspiciado por el Archivo General de la Nación y la Superintendencia de Bancos, que ofrece facetas y obras prácticamente desconocidas del notable pensador. La mayor cantidad de datos para este reportaje fue extraída de ese volumen.

UN SALÓN DEL SENADO

     Blanco Díaz considera que la calle en honor de José Ramón López, localizada en Los Prados, no es el homenaje que compensa los merecimientos del primer intelectual dominicano “que se perfiló profesionalmente como un sociólogo”. “Creo que el salón de sesiones del Senado debería llamarse José Ramón López. Si se revisa su gestión se apreciará que fue un senador que no transigió, no se doblegó. El seguimiento de una trayectoria plena de actos positivos favorables para la nación arrojan luces sobre la posición de este representante de la provincia Pacificador, en particular, pero de toda la República en general”, que dijo el 13 de noviembre de 1911: “Yo he nacido en la República Dominicana; yo soy de todas partes, cualquiera que me llame a representarle, verá que soy de allí”.

     Para Blanco Díaz, López no ha sido suficientemente reconocido, “todo lo contrario, lo han vapuleado, se le ha endilgado un mote de una condición que no tuvo”. Destaca su honestidad, integridad, firmeza, y al observarle que colaboró con Lilís después de combatirlo, no sólo ocupando cargos y acompañándole en sus viajes, sino seleccionándolo como testigo de sus bodas, replica contando el gesto de Heureaux para con la madre enferma de López, mandándola a buscar en barco a Montecristi y dispensándole atenciones cuando aquel se encontraba en el extranjero. “López pidió permiso para entrar y Lilís, sabiendo de quien se trataba, lo autorizó”. Afirma que en ningún momento el eminente sociólogo varió su opinión del gobernante, “al que siguiendo llamándole dictador”.

EN BUSCA DE DESCENDIENTES

     José Ramón López nació en la sección Las Aguas, de Montecristi, hijo de José María López Escarfulleri, puertoplateño, y Juana de Lora, santiaguense. A temprana edad entró a la política y se dedicó a las letras. Además de la gran cantidad de artículos localizados en periódicos y revistas, y de los libros citados, publicó Nisia, Muertos y Duendes, La República Dominicana: Memoria oficial para la Exposición de Milán, Manual de Agricultura para los maestros de escuelas rudimentarias, Geografía de la América Antillana, en particular de la República Dominicana, Manual de la República Dominicana, entre otros, y dejó inédita la novela Dolores.

     Casó con Josefa Cestero Sardá, madre de sus hijos: José Ramón, Manuel Bienvenido, Estela y Marina. La familia residió en Puerto Plata, Montecristi y en la calle Santo Tomás, de Santo Domingo. Otros cargos ocupados por López fueron los de Subsecretario de Estado de Fomento y Obras Públicas, profesor de la Escuela Normal de San Pedro de Macorís, director de la Escuela Superior de Montecristi, donde encabezó la campaña electoral del general Ramón Cáceres para la presidencia de la República, en 1908. También apoyó la candidatura de Nouel, en 1913. Fue además intérprete del gobierno, en 1910, Secretario del Senado y Director General de Estadísticas.

     El 17 de febrero de 1922 en el semanario Pluma y Espada se comentaba que había enfermado, en San Pedro de Macorís, y en marzo abandonó la redacción de Pluma y Espada, por prescripción médica debido a que su salud se había debilitado por exceso de trabajo. Falleció el veintidós de agosto de ese año, en la villa de San Carlos. Fue enterrado en el cementerio de la avenida Independencia.

     Andrés Blanco ha realizado esfuerzos infructuosos por localizar parientes del ilustre pensador. “Su hijo mayor, José Ramón, periodista, murió en 1963. Era un antitrujillista radical y escribió mucho en el extranjero contra la dictadura de Trujillo. Una de las hijas trabajaba en el consulado dominicano en Nueva York. Me he cansado de preguntar por descendientes, y nadie sabe. Creo que deben dar la cara porque son los únicos que pueden aportar datos de él que todavía permanecen inéditos”.

LA CALLE

     Por los rótulos colocados en la calle, probablemente no será fácilmente reconocido José Ramón López. Alteraron su identificación, suprimiendo el segundo nombre. Dice solamente: “José López”. Pocos pensarán que se trata del eximio pensador, educador, periodista, revolucionario, sociólogo, escritor, político…  La vía nace en la avenida Kennedy y se extiende hasta la Charles Sumner.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas