Jottin y Julito: amigos entrañables

Jottin y Julito: amigos entrañables

Catorce de junio de 1959: Puertas de un proceso histórico que condujo a que en la madrugada del 25 de septiembre de 1963 la firmeza y visión del coronel Fernández Domínguez defendiera como bandera la Constitución de 1963, y que unos meses después el inmenso Manolo y su generación política asumieran esta consigna como bandera para su lucha y sacrificio en las montañas, en aquel noviembre-diciembre de 1963: Los dos más trascendentes hechos políticos que condujeron a aquel proceso único en nuestra dilatada historia como lo fue el estallido de la Revolución Democrática Triunfante del 24-28 de abril de 1965. Su aniversario, que tantas falsificaciones acomodaticias ha generado, me sorprende con la pérdida de dos grandes seres ligados umbilicalmente a aquellos “instantes” como lo fueron los doctores Julio Ibarra Ríos y Jottin Cury.

¡Claro que tenían sus debilidades! ¿Qué ser humano que cabalga en la cresta de la historia, no las  tiene? Pero Jottin y Julito eran especiales; arquetipos. De esos que necesitaremos, por su peculiar personalidad y práctica, “en los grandes instantes”, cuando este pueblo se rebele y le pida cuentas a tantos malandrines, falsificadores y beneficiarios de todo  el sudor, sangre, sacrificio y trabajo acumulado en todas estas décadas.

Recuerdo a Julito, junto con Luis, su hermano, apertrechados con sendas escopetas en el techo de su casa, para evitar virilmente que quienes con razón o sin ella, humillaran a sus padres. Lo recuerdo en los duros días de la Guerra de Abril cuando Don Julio y Doña Elena me acogieron como a un hijo en su casa de Las Carreras No. 10, donde pasé junto con mi esposa los cinco meses de la guerra y los tres de mi convalecencia de una grave enfermedad. Lo recuerdo como fiscal del Gobierno de Don Antonio soltando los presos políticos del balaguerato y autorizando el regreso de todos los exiliados. Julito podía tener defectos ¿quién no?, pero todos los años de su existencia estuvieron atravesados por un eje común de militancia con las causas progresistas, repudio a lo “mal hecho”, sencillez llevada a máximos extremos, desprecio por el dinero y el poder corruptor. Era mi amigo íntimo.

Siempre nos quisimos y nunca traicionamos nuestra amistad.

Jottin era también mi amigo entrañable. Siempre lo fue desde que nos juntamos a los pocos días de iniciada la Guerra de Abril.

A diferencia de Julito, Jottin era temperamental, apasionado,  brillante, culto, incisivo. Pero era, además, un valiente, que con su máquina de escribir, en su modesta oficina de Canciller “de hierro” en los dificilísimos momentos de la Guerra de Abril, se constituyó en el más efectivo, útil y trascendente de todos los ministros del gabinete del presidente, Coronel Caamaño, en aquellos momentos “de los hornos”.

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