Hoy 
El mecánico José Alejandro Durán Polanco, de 29 años, estrangulado por desconocidos el miércoles, tenía planificado casarse con la joven Chaíra Fernández el próximo año.
Fernández, quien residía en Estados Unidos, se encontró con la muerte de su amado en su visita al país.
El cadáver fue lanzado por desconocidos en la calle Ramón Cáceres, del ensanche La Fe.
Estoy sorprendida por su muerte. Yo no sé por qué lo mataron. Si yo lo supiera, sería mucho más fácil aclarar el crimen, dijo la novia con el rostro desencajado por el dolor.
Durán Polanco laboraba en un taller de mecánica ubicado en la intersección de las calles Peña Batlle y Moca, de Villa Juana.
El pasado miércoles, el mecánico tenía previsto visitar a su novia en el sector de Villas Agrícolas en su motocicleta, pero nunca apareció.
Los familiares lo buscaron en destacamentos policiales y hospitales, sin dar con su paradero, hasta que lo supieron cuando vieron su nombre en un periódico. Supe de su muerte cuando leí el periódico. Él no tenía enemigos, se llevaba bien con todo el mundo, apunta su novia.
Los restos fueron velados en la casa de sus padres, situada en la calle Elías Piña del ensanche Espaillat, y sepultados ayer en el cementerio Cristo Redentor.
Según su tío, Ramón Rojas, el mecánico no tenía problemas con nadie, por lo cual se sorprende de su muerte de forma tan macabra.
Cuando se supo de la desaparición, el tío pensaba que Durán Polanco había caído en una redada de la Policía.
La autopsia practicada en el Instituto Nacional de Patología Forense determinó que murió estrangulado.
El director del Instituto de Patología Forense, Santo Jiménez Páez, dijo que pudo haber sido ahorcado con una cuerda.
El mecánico fue definido por los vecinos del ensanche Espaillat como una persona tranquila y que no tenía enemigos.
La Policía interrogó al dueño del taller de mecánica donde laboraba Durán y otras personas, en relación con su muerte.
El cadáver del mecánico fue hallado por moradores del ensanche La Fe en la calle Ramón Cáceres detrás de la empresa Mercasid. Los asesinos se aprovecharon de la soledad de lugar, para lanzar el cuerpo.
