Con su cría de siete meses en brazos, mientras bajo un candente sol vende paletas y chocolates, Rosa Annette Santos busca el sustento.
La joven de 20 años, que sortea el riesgo de ser atropellada por la imprudencia de automovilistas y motociclistas, pasa gran parte del día en el parque La Lira de la capital, donde ofrece sus productos en el semáforo de las céntricas avenidas Roberto Pastoriza y Abraham Lincoln.
Busca no dejarse vencer por la necesidad en la que está sumida junto a su madre, Angie Cáceres, dos hermanos y otro hijo de 2 años.
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Esta es parte de su historia y su clamor es simple: conseguir en San Cristóbal un empleo digno para ella y su progenitora, más que pedir una ayuda.
Rosa Annette ha tenido que ponerse una coraza para el desprecio que muchos le muestran, pero también cuenta que un buen grupo de gente noble para y le compra.
Narra que ha vivido episodios difíciles con el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) y otras entidades, por denuncias de personas que la tildan de padecer problemas mentales o de estar drogada, pero al final estos reconocen que está en perfecto estado de salud y que solo gana el sustento de forma honrada, hasta que encuentre un mejor trabajo para su familia.
En sus mejores días por la venta de golosinas, la joven se ha logrado ganar 1,000 pesos, pero invierte unos 500 pesos en el transporte.
Muchos recordarán a Rosa Annette Santos por su encuentro hace cuatro años con el artista urbano Mozart La Para en los Premios Soberanos, donde acudió a conocerlo.