Juan Bosch, al zafacón

Juan Bosch, al zafacón

Todas las charlas, conferencias, seminarios, discursos, homenajes, artículos y declaraciones por el centenario del natalicio del Profesor Juan Bosch no alcanzan para encubrir la tragedia. La República Dominicana encuentra su aniversario revestida del más lamentable hecho histórico del post-balaguerismo, y uno de los más lamentables del post-trujillismo: la claudicación absoluta del PLD y el PRD ante la derecha dominicana.

Que el PLD como partido minoritario en los años noventa decidiera abrazar el balaguerismo para subir al poder de manos del viejo caudillo, quizás se hubiese podido entender en 1996, a pesar del escalofrío nacional que generó el llamado “Frente Patriótico”, mediante el cual, el trujillismo y el balaguerismo abrazaron al peledeísmo para cerrarle el paso al negro-haitiano y movilizador de masas que fue José Francisco Peña Gómez.

Pero que la genuflexión se ahonde cada día más, y además, que se escenifique al unísono entre el PLD y el PRD, trasciende la capacidad de justificación de cualquier persona vinculada a las luchas por la justicia social y los derechos democráticos de la República Dominicana.

El PRSC, arma partidaria de la derecha, colapsó después de 2002 por obra y gracia de su propia incapacidad, y por los esfuerzos de Leonel Fernández para heredar ese electorado.

El reformismo no levanta cabeza por el momento, y a sus dirigentes sólo les queda pedir limosna al PLD y PRD para alcanzar cargos.

Más allá de algunas voces del rancio conservadurismo que opinan en los medios de comunicación, en el país no hay sectores organizados de derecha como sucedió en décadas anteriores. Ni el empresariado, ni los militares, ni Estados Unidos tienen hoy el gran poder que tenían en esos años.

El PLD y el PRD copan prácticamente todo el escenario político dominicano.

En vez de utilizar ese poder para impulsar un proceso de cambio basado en la justicia social y los derechos democráticos, los dirigentes de esos partidos han decidido usarlo para disfrutar del poder y seguir alimentando la perversidad conservadora de quienes no se conformaron con 31 años de dictadura trujillista y 22 de balaguerismo para mantener al pueblo dominicano oprimido en el analfabetismo, la desigualdad social, la pobreza y la marginalidad.

Que figuras del golpismo contra Juan Bosch y cabecillas del balaguerismo sean hoy funcionarios del gobierno peledeísta no es señal de apertura democrática, sino de claudicación.

Que el Artículo 30 fuera incluido en el texto constitucional y aprobado por la mayoría de los legisladores por orden directa o encubierta de Miguel Vargas y Leonel Fernández, no es señal de apertura democrática, sino de claudicación.

Que el Metro de Santo Domingo tenga una estación que se llame Joaquín Balaguer (el victimario) y a poca distancia otra que se llame Amín Abel Hasbún (la víctima), no es señal de apertura democrática, sino de claudicación; o peor aún, de una gran perturbación sico-política.

No es tiempo de guerra, es tiempo de paz. Pero las ideas y los linderos no hay que confundirlos.

Juan Bosch dejó un legado de cuentos e historias, de conceptos y análisis, de teorías y prácticas que se fundamentan en la denuncia de las injusticias y la desigualdad social.

Por la trascendencia y significación de su obra y su legado político, sus enseñanzas merecían mejor suerte en la historia dominicana.

En este año del centenario, la República Dominicana debe vestirse de luto, porque los discípulos de Juan Bosch del PLD y del PRD, los dos partidos que forjó, han echado sus enseñanzas al zafacón continuamente desde 1978 y viven en contubernio con los que siempre aborrecieron al Profesor, y a su discípulo más connotado, José Francisco Peña Gómez.

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