Cuando el pasado día 30 de junio se cumplieron 99 años del nacimiento del ex-presidente Juan Bosch, uno de los fundadores del PRD en 1939 en la villa El Cano, suburbios de La Habana, Cuba, en realidad nos encaminamos los dominicanos a conmemorar el primer centenario del nacimiento, en Río Verde, La Vega, en 1909, de este dominicano extraordinario, insigne y procero.

Oportuno es este paréntesis hasta el 30-06-09, en que se cumplirá el primer centenario de su nacimiento, convidar a historiadores, cuentistas políticos, politólogos, periodistas, a diseñar un Juan Bosch de carne y hueso, real, cabal, sin los denuestos de sus contrarios, ganapanes del dicterio, ni tampoco a los amanuenses que han pretendido endiosarlo añadiéndole virtudes que no tuvo.

El escritor argentino Ricardo Rojas produjo una biografía del más excelso de sus connacionales, el general José de San Martín, intitulada El Santo de la Espada, donde densifica la mitología y pretende conformar al héroe de Maipú y Cancha Rayada en un semidiós, empero, la de C. Galván Moreno lo sitúa en el plano real. Es lo que acontece aquí con la biografía del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte Díez, de Pedro Troncoso Sánchez, que eleva al fundador de La Trinitaria a niveles angelicales, mientras la de Pedro Vergés Vidal lo dimensiona en sus justas proporciones, por demás, la más didáctica de las que he leído.

Nuestro principal apologista del eximio autor de De Cristóbal Colón a Fidel Castro; El Caribe, Frontera Imperial, para el suscrito su obra más relevante, es decir Euclides Gutiérrez Félix, Bosch ha sido “el maestro más grande de América”. Reitero que el mejor homenaje que no el PLD, porque Bosch no es atributo exclusivo del PLD, sino un legado luminoso para los dominicanos todos, podríamos rendirle es imitarlo en sus virtudes y también identificar sus defectos, su honestidad acrisolada y su soberbia, y así, sedaceando una y otra, extraer el oro que pesará más que los detritus, en Juan Bosch como dechado, sendero y fanal para todos.