Eso representó el paso breve del honorable Juan Bosch, por el solio presidencial ¡Dignidad! Por eso una noche para finalizar su discurso, dio una palmada sobre la mesa y en tono alto y bien sonoro manifestó, para que lo escucharan Tirios y Troyanos: «Mientras nosotros estemos al frente de la Presidencia de esta nación nadie nos verá de rodillas, ni ante Washington, ni frente a Moscú».
Durante los siete meses de vida austera y luminosa, que tuvo el gobierno que presidió Don Juan Bosch Gaviño. Lo afirmo sin titubeos y sin ambages, que a Jahr Ferreira y a mí, nos toco hacer las presentaciones de radio y de televisión, donde aparecía como figura principal el Señor Presidente de la República. Y con esas presentaciones, que nos tocaron realizar a Jahr Ferreira y a mí, los dos tanto él como yo, nos sentimos bañados por las aguas lustrales la más cabal honorabilidad. «Per Omnia Secula Seculorum».
Y ello es que el mandatario depuesto el azaroso 25 de septiembre del 1963, frente a los cavernícolas que lo depusieron, o mejor dicho que lo tumbaron, se creció como el mitológico Anteo, que cuando caía al suelo, al tocar su cuerpo a su madre la Tierra, multiplicaba sus fuerzas y acrecentaba su coraje.
El súper honesto Don Juan Bosch, muy bien pudo expresar: «Descendí del Poder, alta y serena la frente. Limpias y sin mancillas las manos, del oro corruptor del peculado. Las banderas desplegadas son blancas y no tienen una sola gota de sangre».
Voy a evocar la presencia mía y de Jarh Ferreira, día 29 de abril del 1963, en la puesta en vigencia de la «Constitución de Juan Bosch». La más avanzada, la más justa y la más pro-pueblo.
Y hay que decirlo a todo pulmón: Por eso, precisamente por eso, resultó urticante y levantó roñas en la epidermis enfermiza de los escribas, de los fariseos, de los saduceos, de los Zaqueos y sobre todo de los hipócritas, verdaderos sepulcros blanqueados, hermosos por fuera y por dentro llenos, bien repletos de cosas, cosas horribles y terriblemente carroñosas.
El día 29 de abril del 1963, día memorable de la proclamación de la «Constitución de Juan Bosch».
Entre los numerosos asistentes a ese regio acto. Yo veía dos figuras que me lucían, algo así como salidas de los tupidos jarales de una jungla enmarañada. Por eso desconfiaba y experimentaba torvos presentimientos, ante esas figuras que eran en la primera planta el pro-cónsul John Bartlow Martin y en la segunda planta veía y chequeaba al jefe policial Belisario Peguero y Guerrero.