Otra de las bases de su liderazgo es su gran conocimiento de la sociedad
II
Cuando en 1937, a través de Mario Fermín Cabral, Trujillo le ofreció el cargo de diputado, decidió irse de la República Dominicana. Sabía que ya estaba ante un dilema: quedarse en este país, al servicio de la tiranía que él reprochaba o salir. Obviamente, se decidió por la última.
Quería a su pueblo, pero también amaba el territorio, el paisaje nacional, los ríos. Recuerdo vívidamente que salíamos de Santo Domingo hacia el Cibao, y al pasar por el kilómetro 28, desde donde se observa ese verdor que se extiende hasta Santiago, don Juan empezaba a maravillarse por su belleza.
Otra de las bases de su liderazgo es su gran conocimiento de la sociedad. Don Juan conoció profundamente a su pueblo, aprendió a conocerlo en el almacén de su padre, a través de lo que le contaban los campesinos, los jóvenes de esa época: cómo vivían; se dio cuenta de que el dominicano era un hombre bueno, que no era cierta la propaganda que lo presentaba lleno de defectos, y cosas por el estilo; por eso en su literatura se propuso reivindicar la dignidad del ser dominicano.
También basó parte de su liderazgo en el compromiso permanente y la vocación de servicio. No fue un simple observador del tiempo que vivía: siempre expresó su decisión, hasta el final, de trabajar para transformar la realidad; esa convicción orientó la acción de toda su vida y, de manera especial, durante sus siete meses de Gobierno en 1963.
Ese compromiso está plasmado en sus decretos, en su Constitución, en sus ejecutorias, que definen lo que hizo y siempre aspiró hacer por este país. Puede decirse que esa visión estuvo expresada en la Constitución de 1963. Más que una carta sustantiva de tipo político, era de profundas raíces sociales; es decir, ahí estaban planteados los problemas de la sociedad: vivienda, reforma agraria, empleo, salud, educación, y hasta la problemática de la frontera domínico-haitiana.
El liderazgo entendido como educador y orientador de su pueblo lo desarrolló a través de su condición de gran comunicador. Desde el exilio comenzó sus charlas radiales, sus discursos contra la dictadura de Trujillo, y cuando en 1961 reinició su comunicación con los dominicanos, realizó una gran labor educativa y contribuyó a alfabetizar políticamente al pueblo. Ya en el PLD, usó la televisión y la radio, pero esencialmente su pedagogía política se llevó a cabo a través de los Círculos de Estudios, de Vanguardia del Pueblo y la revista Política: Teoría y Acción.
La valentía, el desafío permanente y la capacidad de arriesgarse son otras de las cualidades de un líder. Un dirigente que no se arriesga, no es líder. Cuando, tras ofrecérsele una diputación, como se dijo ya, Bosch salió del país en enero de 1938, alegando sabiamente la enfermedad de su esposa, selló su desafío a la dictadura.
Además de participar en las luchas políticas, se enroló en el verano de 1947 en la organización de la expedición de Cayo Confites en Cuba, que Trujillo logró frustrar: pagó al jefe del Ejército cubano, general Genovevo Pérez Dámera. En ese esfuerzo militar participaron, además de Bosch, Juan Rodríguez, Juan Isidro Jimenes Grullón, entre otros dominicanos, y Fidel Castro, siendo estudiante de Derecho.
El desafío de Bosch se expresó en su apoyo a la revolución que en 1948 José Figueres encabezó en Costa Rica. Ese movimiento fue ayudado con las armas de la frustrada expedición de Cayo Confites, y, curiosamente, esas mismas armas fueron utilizadas más de veinte años después por los sandinistas contra el somocismo.
También fue de los organizadores de un atentado contra Anastasio Somoza en 1953 llevado a cabo por nicaragüenses y de otros países caribeños. En esa acción murió el dominicano José Amado Soler, miembro del PRD. Enterado de que Bosch había participado en la organización del ataque, Somoza exigió a José Figueres, a través de la Organización de los Estados Americanos, que lo expulsara de Costa Rica. Se vio obligado a trasladarse a Bolivia y después a Chile.
Otro de los fundamentos de su liderazgo es la visión ética de la política y de la vida. Así se convierte en un símbolo ético y moral en nuestro país y en América. Esa cualidad le viene de su familia, y de su gran maestro Eugenio María de Hostos, que interpretó, que vio la política siempre como servicio.
Se recuerda que cuando uno de sus asistentes personales cometió en 1963 un acto de soborno, él mismo lo acusó y lo sometió a la Justicia. Tuvo mucha fe en la democracia. La practicó en su partido e impulsó la vocación democrática como presidente de la República.