Juan Bosch, impecable e implacable

Juan Bosch, impecable e implacable

Recordar la muerte de grandes hombres de la historia es más bien una oportunidad para traer a la memoria los aportes dejados a su paso por esta gota de agua en los océanos de los tiempos, que es la vida.

De Don Juan se puede decir tantas cosas, sin embargo, lo lacónico de mi escrito me permite enfocar tan solo pinceladas de los dos aspectos que más me impactan de la vida y obra del Profesor: su conducta impecable y lo implacable de su carácter ante lo incorrecto.

Sin lugar a dudas, en el mismo sentido que se refirió Einstein sobre Gandhi, las futuras generaciones dominicanas dudarán que haya existido en el espectro nacional un líder político de la dimensión moral y patriótica del profesor Juan Bosch.

 Que entendiera que “a la patria no se le usa, se le sirve”, como él mismo afirmara.

 Que haya vivido con una única aspiración: “que cuando de él solo quede una cruz sobre una tumba, los viejos le digan a sus hijos que Juan Bosch vivió y murió pensando cada hora de cada día en servir a su pueblo”.

Luchador incansable por la libertad del hombre, a quien definía como “admirable, hermoso y grande”, merecedor de disfrutar de “la libertad como un bien que no puede ponerse en peligro por debilidades y cuyo aire se contamina de sutiles venenos allí donde en su nombre se permite que florezca la villanía”.

Su cosmovisión superaba a sus tiempos, por ello siempre estuvo consciente de que “si no podía ver por sí mismo la liberación de este pueblo, la vería a través de sus ideas”. 

Vivió con la verdad abrazada como “el arma más potente en la mano de los buenos” y no como “un artículo que se compra y se vende con beneficios”.

Vivió y murió “como los hombres con estatura moral, que buscan dar, no recibir; buscan ayudar, no pedir”.

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