Juan Bosch: Un hombre solo

Juan Bosch: Un hombre solo

ELOY ALBERTO TEJERA
El libro titulado Juan Bosch: memoria de un hombre solo, del poeta rumano-brasileño Stefan Baciu, me pareció magnífico. En él se pone en el contexto esencial la parte humana de este entendido escritor e incomprendido político. Y lo sitúa solo. No cae Baciu en elogios excesivos ni en las alabanzas torpes en la que discurren algunos biógrafos. En ese sentido, no se trata de purificar sino de humanizar una figura.

El libro explica magistralmente la gran soledad en que vivió Bosch toda su vida. Parece paradójico pensar que un hombre que tuvo una vida pública tan prolongada pudiese ser un hombre solo. Amén de que estuvo felizmente casado toda la vida con la señora Carmen Quidiello de Bosch. Pero la verdad es que estaba solo.

La condición de soledad tiene una implicación metafísica. Estamos solos más allá de lo físico, del ruido, de las personas que nos acompañan, o los eventos en el que somos protagonistas.  Estamos solos aunque discurramos en una contemporaneidad que elabora discursos, que se cruza con nosotros con necedad.

Bosch fue un gran incomprendido y un ser solitario. Para poner un solo ejemplo: cuando Bosch hablaba de que había que traer maestros de Colombia, Argentina, España poca gente lo entendió. Sabía que la lengua y su manejo, que la educación y su continuidad, garantizaban la construcción del espíritu de un pueblo, y por ende su desarrollo. Por eso esa ambición tan bella, por esa idea que a algunos resultó descabellada. Juzgando la actitud con que fue recibida dicha propuesta, me imagino lo solo que se sentía Bosch. Así le ocurrió con situaciones esenciales. Por eso su vida política fue tan soledosa. Por eso quizás el ¿comprendes?

En el libro de Baciu hay una fotografía que me conmueve. En ella se ve a Bosch participando en una reunión política en Venezuela. En ella se puede observar que Bosch no está allí, que aquel hombre lúcido y brillante, está en otra esfera.

Planteo dos momentos estelares de la ausencia: durante la revolución de abril que tan unánimente reclamaba la presencia de Bosch, él no pudo estar. Fue una ausencia dolorosa.

Otra ausencia, y que fue un epílogo oscuro e irónico: durante la proclamación del Frente Patriótico. Bosch no estaba allí. Estaba simplemente la fachada, aunque muchos utilizaron su figura, él se le había escapado hacía mucho tiempo. Estaba en esa esfera fuera de las ambiciones del momento.

Bosch abandonó el discurso literario para abrazar el discurso político. En ese terreno encontró la más terrible de las soledades y las ingratitudes que nunca le dieron la literatura.

Bosch estuvo siempre ante un auditorio que no lo entendía, erigiendo un discurso político nuevo para unos tutumpotes y una pequeña burguesía, y unos pobres que no lo entendían. Ni querían entenderlo.

 Ante una sociedad que no lo comprendía, ante una clase política que tenía bien claras sus prioridades, Bosch oponía la actitud recia que se confundía con la intransigencia. Ante un discurso político falso, lleno de mentiras y de complicidades sociales que él conocía, anteponía con maestría el slogan. «Vergüenza contra dinero», «Que se vaya ya». Entre el slogan y la aparente intransigencia Bosch vivió solo.

A veces pienso que la figura de Bosch se usa para decorar. No para obrar. Y ahí se pierde la savia. Qué ironía de la vida! En las escuelas públicas el Estado debería regalar sus libros, debería hacer ediciones para venderse a 50 ó 100 pesos. Así su obra no se quedaría sola como se fue quedando Bosch en la vida. Para quienes quieran conocer a un Bosch inédito, vistos con ojos nuevos, recomiendo el texto de Stefan Baciu. Aunque confieso que descubrir a un hombre solo causa mucha tristeza.

 

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