Juan Bosch y el papel de la ética en su práctica política (1)

Juan Bosch y el papel de la ética en su práctica política (1)

Con motivo de la apertura del Padrón Electoral del Partido de la Liberación Dominicana, la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández llamó a los jóvenes a “integrarse a un partido que era el legado de Juan Bosch”; y al escucharla yo me estremecí. Invocar el nombre de Juan Bosch obliga de inmediato a referirse a una personalidad cuyo ámbito de realización se despliega en dos aspectos. El primero es el político y social, puesto que Juan Bosch fue un teórico- práctico de las ideas políticas que alcanzó la presidencia de la República; derrocado a los siete meses, y la lucha por su restitución llevó al pueblo a una revolución que sirvió de pretexto para la segunda intervención norteamericana en el siglo XX. El otro aspecto destacado de la vida de Juan Bosch es su trabajo literario e intelectual, que no analizaremos en este breve artículo.
El hecho es que llamar a los jóvenes a integrarse al PLD con el argumento de que es “un legado de Juan Bosch” es una infamia, una mentira; puesto que la piedra angular de las preocupaciones del pensamiento político que él produjo, y su práctica, estaban destinadas a sustentar una manera diferente de hacer política en nuestro país. Ése PLD de hoy es antiboschista, su antípoda, su más rabiosa negación. Si Juan Bosch viviera, sus bríos se enfilarían contra un PLD cuya inspiración fundamental es la búsqueda de la riqueza. Juan Bosch es lo que es en la historia política y social dominicana porque su accionar se empinaba sobre la base de una ética que era la negación del pragmatismo rampante, y porque él personificaba un proyecto social. ¿Cuál era la idea del militante del PLD que tenía Juan Bosch? Lo describía de la siguiente manera: “Pretendemos crear un partido que represente la parte del pueblo dominicano que aspira a avanzar hacia una nueva sociedad, hacia un nuevo régimen de vida social (…) que atrae gente, pero una clase de gente distinta a la que quiere seguir en lo viejo, distinta a la que busca afianzarse en la antigua sociedad”. Y para remachar preveía en relación con la naturaleza de clase de la pequeña burguesía, que era la materia prima con la que se conformaría su partido: “En vez de adaptarse (el Partido)- proclamaba él- “a la naturaleza social de esos bajos pequeños burgueses haga lo contrario, es decir los lleve a ellos a adaptarse a la base ideológica y organizativa del partido”.
La decepcionante evolución del PLD lo convirtió en su contrario. Y la corrupción como política de Estado de sus gobiernos hizo de la práctica de vida y las prédicas de Juan Bosch, el despliegue de un discurso moralista problemático. Juan Bosch se gastó una papelería asombrosa teorizando respecto de la construcción del partido, en un esfuerzo intelectual sin precedente en la historia política dominicana, y si algo queda claro releyendo ahora el legajo de sus memorias, es que su pretensión esencial era darle una base ética a la práctica política en nuestro país. Y además de configurar un eje transversal de la ética, toda la moraleja de sus propuestas arribaba al gozoso escenario de ser un proyecto social. El PLD es ahora un partido sin ética, un bestiario político de dirigentes que han asaltado el erario y su única meta es enriquecerse. Además, no hay un proyecto social verdadero. Cualquier nicho teórico que albergaba la concepción de la práctica política como una búsqueda del bien común ha quedado irremediablemente en el olvido. Lo ha desalojado el afán del dinero, la necesidad de construir un régimen que les permita obtener la riqueza, sin miedo a la sanción social, instrumentalizando el partido. Ése no es el PLD que Juan Bosch pensó y ayudó a construir. Juan Bosch es hoy un cadáver perfumado en un armario. La juventud dominicana no debe mirar hacia ese modelo del bestiario político dominicano que tan abominables ejemplos de corrupción ha acumulado. La ética boschista es otra cosa, como veremos en el próximo artículo.

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