Juan Bosch y Ray Bradbury: dos autores y un mismo propósito narrativo

Juan Bosch y Ray Bradbury: dos autores y un mismo propósito narrativo

POR DIOGENES VALDEZ
Bruno Rosario Candelier, el notable crítico mocano, en su libro La narrativa de Juan Bosch, nos dice, que después de haber terminado el cuento La mujer, su autor (el célebre cuentista dominicano y de América, don Juan Bosch), se dio cuenta de que había escrito algo fuera de lo común, porque cuando lo terminó, le dijo a su hermana Josefina: ¡hermana, he escrito un cuento que va a ser traducido a varias lenguas! (op. cit, pg.252, Ed. Alfa y Omega). Y efectivamente, sus palabras resultaron proféticas.

De todos los trabajos narrativos de Bosch, éste es, sin duda alguna, el más conocido y comentado. Los especialistas en cuentística latinoamericana están de acuerdo en que este texto contiene toda las excelencias del género y por tal razón, es uno de los cuentos más antologados, dentro y fuera de nuestro continente.

Después de una primera lectura y recuperados del contundente desenlace, habíamos advertido que entre los hilos que conforman el tejido narrativo de dicho relato, se ocultan aspectos de una relevancia trascendental.

Llevados por el deslumbramiento que suscita dicho cuento, no hemos podido resistir la tentación de revelar, lo que para nosotros son, aspectos inadvertidos para la gran masa de

lectores que siempre ha tenido la obra de Bosch. Ya en una ocasión anterior, en un comentario hecho a la novela Un grano de trigo, del novelista kenyano Ngugi Wa Tiong´o, habíamos revelado la coincidencia entre el desenlace que el autor de La mujer ofrece en su cuento, y el que Tiong´o da en un determinado pasaje de su novela, cuando se suscitan las mismas circunstancias. En ambos textos, no sólo las circunstancias se repiten, sino el mismo drama, y como hemos dicho, la misma solución a una idéntica disyuntiva literaria.

He tenido en mis manos diferentes traducciones del cuento de Bosch, en el idioma inglés. Por ser Tiong´o un escritor en lengua inglesa, ya que durante mucho tiempo su país natal fue una colonia de Inglaterra, cabe la probabilidad de que el llamado «Dostorewsky africano», pudiese haber leído el cuento del gran narrador a dominicano. Y si así fuese, no existe ninguna duda de que el kenyano debió sentirse impactado por dicho texto.

El cuento La Mujer fue escrito en 1933, y a pesar del tiempo, es un texto que todavía mantiene su frescor y es además, revelador de la temprana madurez de su autor.

En una charla dictada en el Auditorium del Banco Central de la República Dominicana (11-6-90), por Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura de 1989, el célebre escritor español, refiriéndose al asunto de las temáticas, dijo lo siguiente: «Nada nuevo hay bajo el sol (…) los temas están ya todos en juego». Si tomamos a pie juntillas dicha expresión, otro autor -no Tiong´o- es el que viene a nuestra mente. Su nombre Ray Bradbury, escritor norteamericano, notable por obras como Fahrenheit 451, Crónicas Marcianas, de libros de cuentos como El hombre ilustrado, Las doradas manzanas del sol, Remedio para melancólicos, Las maquinarias de la alegría, El vino del estío y de la novela para niños El árbol de las brujas.

Aunque las temáticas de los cuentos de Bosch y de Bradbury se encuentran bien diferenciadas, dicha divergencia sin embargo, no es tan abismal como para no encontrar algunas afinidades. En los textos narrativos del norteamericano, en ocasiones se puede sentir el aliento poético que emana de los cuentos de Bosch. Y si tomamos en cuenta que todos los textos del dominicano son anteriores a los de Bradbury, también podríamos colegir, que Bradbury pudo también haber leído los cuentos de Bosch en alguna traducción. Recordemos que hace bastante tiempo, el fenecido doctor Joaquín Balaguer especuló sobre la posibilidad de que Ernest Hemingaway pudo haber plagiado el cuento Rumbo al puerto de origen, de Bosch, en su novela El viejo y el mar, cosa bien difícil de aceptar, pero si así hubiese sido, entonces tuvo que ser a través de la lectura de dicho texto, en una traducción al inglés.

Por su marcado hálito boschiano, llama poderosamente la atención el cuento que Bradbury titula La carretera, recogido en su colección El hombre ilustrado, cuya primera edición data de 1955.

De entrada podemos advertir que el título del cuento de Bradbury nos remite a La mujer. Sin embargo, al asunto va mucho más lejos de una simple reminiscencia, pues además de la atmósfera, hay en el trabajo del escritor norteamericano muchos pasajes que parecen haber sido extraídos del cuento del dominicano, especialmente en las metáforas que utiliza para hacer trascender la importancia de la carretera, confiriéndole, lo mismo que en el texto de Bosch, un tratamiento casi humano.

Ambos cuentos tienen en común el ambiente rural en que se desarrollan, sin embargo en La carretera, el tiempo histórico difiere del de La mujer. Mientras que en el de Bosch la ciencia y la civilización parecen no haber hecho su entrada, en el de Bradbury están presentes los avances tecnológicos y la realidad de un conflicto nuclear.

La carretera comienza con la descripción de un ambiente campestre, donde una lluvia vespertina golpea «suavemente el techo de paja de la choza», dentro de la cual «la mujer no dejaba de moverse en la lluviosa oscuridad, guardando unas espigas de maíz entre las rocas de lava. En esa sombra húmeda, en alguna parte lloraba un niño» (op. cit. pg. 60).

Resulta fácil advertir que el cuento de Bradbury coincide en muchos aspectos con el escenario de La mujer: una región desolada, un hombre, una mujer, una choza, unas rocas de lava, un niño que llora y una carretera. Sin embargo, aún cuando ambos espacios geográficos son rurales, aparecen descripciones que resultan antítesis unas de las otras y, en ellas se puede intuir una cierta unidad de los contrarios.

El cuento de Bosch describe el panorama de la siguiente forma:

«La carretera está muerta. Nada ni nadie la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve la vida. El sol la mató; el sol de acero, de tan candente al rojo, un rojo que se hizo blanco, y sigue ahí, sobre el lomo de la carretera».

Aunque la descripción anterior es contraria a la forma en que Bradbury introduce su cuento, ya que dicho autor lo inicia diciendo que: «La lluvia fresca de la tarde había caído sobre el valle, humedeciendo el maíz de los sembrados de la ladera (…)», es a partir de ahí cuando comienzan a hacerse obvias las similitudes con el cuento de Bosch.

En ambos trabajos, «el niño y la mujer», a pesar de la preponderancia que tienen en la estructura y en el desenlace, son personajes anónimos y jamás se les menciona por sus nombres. Ellos nunca dejan de ser «una mujer y un niño. Pero es en la descripción de la carretera donde aparecen las mayores coincidencias, dando la sensación de que estamos en la presencia de un texto conocido, los dos, tal vez con el mismo aliento literario. Bosch dice:

La carretera está muerta. (…), ni en la piel gris se le ve la vida.

Mientras que en texto de Bradbury se lee lo siguiente:

La carretera de hormigón -otro río-, yacía inmóvil, brillante, vacía.

Las palabras «muerta» e «inmóvil», tienen significados equivalentes.

Bosch humaniza la carretera diciendo:

enloquecido, un cortejo con los pelos de puntas, que perseguía a grito una ceremonia que le alejaba. Al final de su pequeña obra maestra, en una sobria descripción de la soledad que se sucede a la ocurrencia de una tragedia, nuestro máximo cuentista, se atreve a decir:

… sobre la gran carretera muerta, totalmente muerta, sólo está el sol que la mató…

Este mismo sentimiento de derrota se abate sobre el lector, cuando en el cuento de Bradbury se lee lo siguiente:

Al fin la soledad y el silencio volvieron a la carretera.

Y para concluir, la más extraña de todas las coincidencias entre ambos cuentos. Mientras que en la narración de Bosch la carretera fenece, metafóricamente, bajo los rayos implacables de un sol tropical, en el cuento de Bradbury esa misma carretera (o tal vez es otra), muere abrasada por los rayos de un sol artificial, un sol creado por el ingenio del hombre: el sol de las bombas nucleares.

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