El retrato se ha cultivado medianamente en el arte nacional. Aunque hay algunas obras excelentes, muy contados pintores se han dedicado particularmente a ese género, secular, universal y de infinitas interpretaciones. La verdad sicológica, social, histórica, se expresa a través del retrato, además del parecido físico. Por lo tanto, un modelo indiscutible y motivante era y es el profesor Juan Bosch, maestro polivalente de la literatura, la política y el pensamiento, una fisionomía inolvidable que sigue emocionando, en el recuerdo, a quienes tuvieron la dicha de conocerlo.
Las celebraciones del centenario de don Juan así muchos le llamábamos no podían prescindir de una muestra testimonial de sus retratos, y, en colaboración con la Secretaría de Cultura del Partido que él fundó visionariamente, el Museo de las Casas Reales expone cómo 35 artistas dominicanos lo representan y enseña también que Juan Bosch hubiera podido ser un muy buen retratista… Le encantaba el retrato como expresión artística, y, entre los que prefería, había uno de su hija Barbarita, encantadora efigie de la niñez, y otro de él, realizado por su gran amigo Oswaldo Guayasamín.
La exposición. Era esculpiendo a la manera clásica que don Juan practicaba el retrato, y encontramos aquí la cabeza que él hizo de su hijo Patricio, una de las más hermosas piezas de la exposición. Esta escultura pertenece a la colección de Miguel Cocco, entrañable discípulo, que también contribuyó personalmente a la preparación de la actividad y cuya reciente desaparición vuelve el evento más sensible. Por cierto, las obras cedidas por ese gran coleccionista figuran entre las mejores del conjunto presentado.
No sabemos si hubo una curaduría. Podemos ver esta colectiva Juan Bosch en la Plástica Dominicana, de dos maneras. O se ha concebido como un homenaje, y todos los retratos a veces más de uno por autor merecen respeto y consideración. O la miramos como una exposición de arte y de arte del retrato con un modelo muy especial. Entonces el nivel varía mucho, y ciertos cuadros no justifican haber sido seleccionados.
Los límites de palabras impuestos al texto no nos permiten desgraciadamente un análisis individualizado, pero algunas observaciones se imponen.
Ahora bien, quienes estaban en la cercanía de Juan Bosch supieron transferir a la tela una mirada, una sonrisa, una expresión muy especial, siendo Alberto Bass el mejor ejemplo de un tratamiento psicofisiológico de la imagen, sin que pase desapercibido el de José Félix. Hilario Olivo produjo un close up impresionante, exterior e interior a la vez, mientras, en una concepción totalmente opuesta, Charitto Chávez logró un retratismo múltiple en efigie y técnicas, donde lo político, sin embargo, no molesta. José Cestero se ilustró en la fantasía real-imaginaria que le aplaudimos. El mosaico de Cristian Tiburcio despierta la curiosidad, mientras Lizett Mejía propone un políptico interesante.
Varios artistas no consiguieron evadir la tensión que, consciente o subconscientemente, le causaba la dimensión de una figura extraordinaria, y, talvez, la preocupación de quedar especialmente bien les restó soltura, quedando marginada la proyección de sentimientos y estilos propios.
En síntesis, Juan Bosch en la plástica dominicana es una iniciativa muy loable, una exposición a visitar y meditar, lo que no impide que otras exposiciones, relacionando a Juan Bosch y el arte que él amaba, disfrutaba y conocía en profundidad se organicen en el marco del Centenario de su nacimiento.
Obras realistas
La mayoría de las de las obras son realistas o neo expresionistas. Por talentosos que sean los artistas, ninguno se complació en un ejercicio de virtuosidad, sino que dedicó su oficio y su sello a plasmar a una personalidad con la mayor exactitud y reverencia. Entre los más relevantes figuran los dos retratos de León Bosch y Miguel Núñez que sin duda invitan a entrar, una poderosa interpretación del profesor ensombrerado por Elsa Núñez, uno (de dos) muy bien captado de Mariano Sánchez, el relieve de Marcelo Bermúdez, y en dibujo Harold Priego y Ángel Haché.