Dentro de todo el tinglado doctrinal que sostuvo, Juan Calvino dio a la asistencia y participación en la iglesia un lugar de suma gran importancia.
“Si no preferimos a la iglesia por encima de los demás objetos de nuestro interés, entonces debemos ser indignos de ser tenidos como parte de su membresía”, dijo en cierta ocasión.
Aunque el teólogo francés rompió con muchas de las enseñanzas del catolicismo, retuvo como punto de mucho valor ser miembro de una congregación. Él consideraba que es dentro de la iglesia donde se produce el crecimiento y desarrollo espiritual de los que quieren vivir una vida agradable a Cristo.
Al referirse a los planteamientos de Calvino, Joel R. Beeke sostiene que para Calvino la iglesia era la madre, la maestra y sostenedora de la fe cristiana.
“Es a través del ministerio de la enseñanza de la Palabra que el creyente cultiva la piedad, empezando desde una niñez espiritual hasta la adultez plena en Cristo”, dijo.
Indica que este este es un proceso para el que nunca hay una graduación.
“Es mientras tengamos vida en esta tierra”. Esto se da dentro de una atmósfera de piedad y en la que los creyentes se relacionan a través del vínculo del amor santo.
La relación con la iglesia es tan fuerte que Calvino ve como imposible una vida santa fuera de la comunión con los miembros.
“Dentro de la iglesia se desarrollan los dones, el amor y el estímulo al crecimiento”, considera.
Cada miembro de la congregación tiene talentos que debe poner al servicio de los demás.
Calvino valora ampliamente la doctrina del autor de la carta a los Hebreos quien exhortó a no alejarse de la congregación (10:25).