Cuando el rey Juan Carlos I conoció a Corinna Larsen supo que esa relación no sería sólo un amorío más. El monarca cayó rendido ante los encantos de esta alemana, que lo cautivó con su belleza, su clase y su inteligencia. Para poder verla, muchas veces se arriesgó a ser capturado por los flashes, sin importarle las consecuencias. Con el paso de los años y el fortalecimiento de la relación, el monarca dejó de ser cuidadoso con la prensa y la pasión por aquella mujer quedó plasmada en varias postales juntos.
Si bien terminó siendo un romance explosivo, y que hoy pone en jaque a la Casa Real de España, se desconoce con certeza cuándo y dónde comenzó la relación entre el rey Juan Carlos, de 82 años, y Corinna Larsen, de 56. Algunos medios especializados en realeza aseguran que se conocieron en 2005, en un festival de tiro que se llevó a cabo en las afueras de Toledo. Para otras publicaciones, el primer encuentro ocurrió en 2006, cuando fueron presentados durante una cena en Ditzingen, Alemania. Para ese entonces, ambos estaban casados pero la pasión fue más fuerte y se convirtieron en amantes.
Desde 1962, el monarca está casado con la reina emérita Sofía, de 82 años, hija del rey Pablo I de Grecia y la reina Federica; mientras que cuando empezó el amorío, Corinna estaba casada con el príncipe alemán Casimir zu Sayn-Wittgenstein, su segundo marido.
Para la reina Sofía, las aventuras amorosas de su marido nunca fueron una novedad y siempre se ocupó de saber quiénes eran sus amantes. En algunos casos, ordenó que no se les permitiera la entrada al Palacio para ciertos festejos oficiales -a pesar de que eran mujeres con títulos nobiliarios o pertenecientes a familias de la aristocracia- y hasta habría impedido que una de ellas pudiera amarrar su yate en un exclusivo club náutico de Palma de Mallorca. Esas eran las “pequeñas venganzas” de la reina que, a pesar que hace muchos años no tiene vínculo íntimo con su marido, continúa viviendo junto a él. Por otra parte, nunca se plantearon el divorcio como una salida posible a una relación totalmente terminada.
Desde muy joven, Corinna buscó frecuentar los más selectos circuitos de la aristocracia y la nobleza europea. Finalmente, consiguió acceder a ese mundo tan exclusivo. Nacida en Alemania, a los 25 años se casó con el empresario británico Philip Adkins, a quien conoció cuando ella trabajaba para una empresa multinacional en París. Fruto de ese matrimonio nació su hija mayor, Anastassia.
Una década después de ese enlace, Corinna se divorció de Adkins y se enamoró del príncipe alemán Johann Casimir zu Sayn-Wittgenstein-Sayn. En 2000, la pareja selló su amor y se casaron, a pesar de que la familia del novio se opuso y, por ello, no asistió al enlace. Los íntimos del príncipe no comprendían su repentina boda con Corinna, ahora convertida en princesa y 12 años mayor que él.
La relación sólo duró 5 años y, a pesar del divorcio, Corinna continuó presentándose como princesa en los circuitos más exclusivos del jet set europeo, usando el rimbombante apellido de su ex marido, padre de su segundo hijo, Alexander. Sin embargo, tuvo que dejar el título de princesa ya que su ex se casó con la modelo Alana Bunte, con quien acaba de tener un hijo en abril, Johann Friedrich Salentin.
Dentro del Palacio Real se vivieron momentos turbulentos cuando se rumoreó que el padre del hijo menor de Corinna era el rey Juan Carlos y no el príncipe Casimir zu Sayn-Wittgenstein-Sayn. Finalmente, la situación se aclaró, ya que Alexander nació antes de que Juan Carlos y Corinna se conocieran.
Siempre bien vinculada, la ahora ex amante del rey Juan Carlos se desempeñó en el mundo de los negocios y se mantuvo cercana a la realeza, como cuando fue elegida como consejera personal de Alberto de Mónaco y asesora de imagen de la princesa Charlene.
El romance entre Corinne y Juan Carlos -con encuentros frecuentes muy cerca del Palacio y con viajes a las principales capitales europeas- podría haber permanecido en la clandestinidad por muchos años, si aquel famoso safari en Botswana -ocurrido en 2012- no hubiera salido a la luz. Para ese entonces, Corinne trabajaba en una agencia que organizaba viajes de caza de lujo para clientes de muy alto nivel, entre quienes se encontraba el monarca.
Acompañado por el magnate sirio Mohamed Eyad Kayali, Corinne, su hijo Alexander y el primer marido de ella, Philip Adkins -apasionado por la caza de animales-, el rey llegó en un vuelo privado al aeropuerto de Maun. Los cinco se trasladaron a Qorokwe, un campamento en el delta de Okavango, el sitio predilecto de los cazadores.
Siete disparos bastaron para que el rey Juan Carlos terminara con la vida de un elefante de más de 50 años, que pesaba más de 5 mil kilos. Orgulloso, el momento quedó inmortalizado en una foto junto al animal muerto. Para su desgracia, esa imagen dio la vuelta al mundo y desató el escándalo, cuando esa misma noche tropezó en el campamento y se fracturó la cadera. El viaje utrasecreto con su amante terminó saliendo a la luz y mostró a un rey impiadoso que disfrutaba matando animales.
Juan Carlos tuvo que ser trasladado de urgencia a Madrid. donde fue operado. Dentro del hospital admitió su error: “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a suceder”, declaró ante la prensa.
Unos meses después de ese episodio, Botswana prohibió para siempre la caza comercial y deportiva. Pero en la Casa Real de España se desató el infierno, cuando se confirmaron las sospechas de que Corinne era la amante del monarca. Los problemas comenzaron a acumularse, a tal punto que en 2014 Juan Carlos tuvo que abdicar irremediablemente en favor de su hijo, Felipe. El escándalo del viaje de cacería, la confirmación de que Corinna era su amante, la condena a 5 años 1 y 10 meses de prisión de su yerno Iñaki Urdangarín por el caso Nóos (una red de corrupción) y una abrupta caída de la popularidad de la monarquía española pusieron punto final a sus 38 años de reinado.
Pero entre Juan Carlos y Corinne no todo era amor, rosas, viajes, costosos regalos y apasionados encuentros secretos. También había negocios millonarios de por medio y son esos por los que ahora el rey podría tener que sentarse a dar explicaciones en el banquillo de los acusados.
Por lo pronto, la justicia de Suiza -a través de un fiscal de Ginebra, Yves Bertossa- investiga también a la ahora ex pareja del monarca, ya que ambos podrían haber sido beneficiarios de comisiones irregulares recibidas por la monarquía de Arabia Saudita, valuadas en más de 100 millones de dólares.
Una suma de dinero que se habría querido blanquear a través del sistema financiero helvético, por medio de un gestor y un abogado -que en realidad, podrían ser testaferros del rey- y que estaría dejando al desnudo la existencia de una estructura “off-shore”, detrás de la cual estaría el monarca.
En 2008, el gobierno de Riad habría transferido esos 100 millones de dólares a una cuenta del banco suizo Mirabaud. Como titular de ese depósito figura Lucum Foundation, una sociedad panameña que sería controlada por testaferros locales. Juan Carlos utilizó casi todo ese dinero pero le reservó una parte a Corinna. Su ex amante reveló en la causa que en 2012 -el mismo año del incidente en Botswana- le regaló 65 millones de dólares en concepto de “amor y gratitud”, y, también, para garantizar su futuro y el de sus dos hijos.
Entre 2008 y 2012 el dinero fue usado exclusivamente por el monarca, hasta que Corinne recibió el resto del dinero que quedaba en la cuenta. Tanto ella -que transfirió parte de ese dinero a una cuenta propia en Nueva York y a otra en Inglaterra- como los supuestos testaferros del rey deberán dar explicaciones frente a la Fiscalía del Cantón de Ginebra.
El fiscal Bertossa también se encuentra investigando la transferencia de más de 4 millones de dólares provenientes de la cuenta de la Fundación Lucum con destino a una sociedad de Bahamas, llamada Dolphin.
Ahora, Corinna intenta despegarse del caso y denuncia la existencia de una campaña de 7 años en su contra para desprestigiarla a ella y a sus dos hijos. En 2019, envió una carta a la Casa Real, donde hizo saber que, dos años después de esa donación, el rey Juan Carlos le había pedido que le devolviera el dinero que le había regalado. Sostuvo que se negó, por temor a que la acusaran de delitos financieros, pero que el monarca se enojó y le dijo que le había robado.
Pero la carta de Corinna no tuvo el efecto conciliador que ella buscaba con la Casa Real: desde el Palacio le respondieron con una misiva, donde le advirtieron que iniciarían acciones legales si involucraba al Felipe VI en las operaciones de su padre. Además, aseguraron no tener conocimiento, participación o responsabilidad en los hechos a los que alude Corinne.
La ex amante volvió a responder con otra carta dirigida a la Casa Real, anticipando que dejará constancia de todo lo que sabe frente a la prensa y, también, en las investigaciones que se llevan a cabo tanto en Suiza como en España.
En marzo, el períodico “The Telegraph” publicó una nota con la respectiva documentación que probaría que el rey Felipe VI figuraba como beneficiario de esas dos fundaciones de su padre, investigadas ahora en Suiza por el presunto delito de blanqueo de capitales. Tras esa información, la Casa Real emitió un repentino comunicado, anunciando que se privaba al rey Juan Carlos de su asignación económica y que, además, el rey Felipe VI renunciaba a una hipotética futura herencia.
Mientras Juan Carlos está siendo investigado por el Tribunal Supremo de su país -por las supuestas comisiones de la construcción del AVE a La Meca- su hijo Felipe teme por el porvenir de la Familia Real.Este lunes, en una decisión histórica, Juan Carlos anunció en una carta dirigida a su hijo su decisión de mudarse a vivir a fuera de España. Así, la corona española queda ante uno de sus momentos de mayor debilidad en los últimos tiempos.