Juan de los palotes

Juan de los palotes

Los hechos que se narran en el presente informe fueron registrados a las once de la mañana del día once del mes número once, año 2011, en el Instituto Nacional de Patología Forense, con sede en la Zona Universitaria del Distrito Nacional, República Dominicana. De haber acontecido en Centro o Suramérica se le habría puesto como título Juan Pérez.

Este desconocido cuya silueta a distancia se confundía con la de una mujer embarazada a término, debido a lo abultada de su circunferencia abdominal, apareció de  modo casual el día seis de noviembre de 2011 en la legendaria barriada de San Carlos. Para ser más preciso, y utilizando las facilidades tecnológicas que nos ofrece la Internet, nos dejamos guiar por los mapas y satélite de Google para ubicar con exactitud el punto donde sucedió lo que contaremos casi a seguida. 

Todo comenzó en la  calle Del Monte y Tejada, entre las avenidas México y Mella, cuatro esquinas al oeste de la avenida Duarte y una esquina al este de la calle Emilio Prud’Homme.  Cuentan vecinos del lugar que vieron merodear a un extraño sujeto a quien le cuestionaron el motivo de sus andanzas por esos predios. Contestó que no tenía sitio alguno adonde ir. Se hizo una colecta pública, lográndose  reunir una sábana vieja con la cual pudiera arroparse y un pedazo de cartón para que le sirviese de colchón. De lecho serviría la acera.

El diez de noviembre a las nueve de la noche se completaba la quinta y última morada nocturna del indeseable huésped.  El  cristiano acomodó el desgastado cartón colchoneta y se echó a dormir. No bien completaba la primera fase del sueño cuando de repente le despertó una fuerte ráfaga de agua que le disparaban de la casa adyacente al improvisado dormitorio. Debido a que no cesaba la lluvia de cubetas de agua, acosado, el infeliz optó por mover su domicilio a la acera de enfrente. Allí purgó por boca y nariz toda el agua que su cuerpo podía exhalar como una evidencia de que agua le sobraba, pero que lo que le faltaba era comprensión, solidaridad y amparo. La señal no llegó a tiempo o quizás no fue comprendida por los testigos.

Siendo las 11:00 de la noche aquel desdichado expiraba en un abandono total sin un velón encendido que iluminara la triste partida del todavía no reclamado pobre hombre de pueblo.  La autopsia mostró el cadáver de un individuo biológicamente  de unos 35 años pero que los sufrimientos lo hacían parecer de ochenta años,  con el  vientre repleto de un tumor canceroso  en etapa  muy avanzada. Paradójicamente, la llegada de esta persona no grata a San Carlos, un  6 de noviembre, coincide con el aniversario de la proclamación de la primera carta sustantiva de la nación.

A solamente unas pocas cuadras del lugar, pero a 46 años de distancia, un mayo de 1965 este servidor se incorporaba al Comando constitucionalista instalado en la Escuela República de Chile. Allí luchamos sin éxito por el restablecimiento de la Constitución de 1963 y por reinstalar el derrocado gobierno presidido por Juan Bosch.

Esa carta magna rezaba en su primer artículo: «Son finalidades básicas de los Poderes Públicos: a) Proteger la dignidad humana y promover y garantizar su respeto».  El artículo 50 decía: «El Estado debe velar por la conservación y protección de la salud del individuo y de la sociedad, como uno de los derechos fundamentales de éstos.

Los indigentes y carentes de recursos suficientes recibirán, en los centros de salud del Estado, tratamiento médico gratuito».  Juan de los Palotes nos confirma que siguen con vigencia los principios que enarbolara Juan Bosch el inmortal.

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