Juan Elías Morel y su retrospectivas pictóricas

Juan Elías Morel y su retrospectivas pictóricas

Desde el pasado siglo y principio del siglo XXI,  un selecto grupo de pintores dominicanos (Elvis Avilés, Luz Severino, Hilario Olivo, Sejo, Julián Amado, Erick Genao, Leonardo Durán, Dionisio de la Paz, Juan Elías Morel,  entre otros)  han venido creando su propio  estilo y una nueva visión artística. Estilos y visiones artísticas que provienen de una antigua tradición occidental, como es el caso de este joven pintor y escultor, Juan Elías Morel (San Francisco de Macorís 1972).

En la retrospectiva, titulada The Aro (2008),  de  Juan Elías Morel, que se celebra en los salones de la Biblioteca Pedro Mir, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo,  este artista reitera un  universo de figuras, esculturas e  imágenes, polifónicas y fractales, propiamente innovadoras. 

En sus producciones artísticas,  Juan Elías Morel proyecta a la mujer como un tótem del “Centro” del mundo, y, al mismo tiempo reintegra, ritualmente, el momento atemporal que precede a la creación,  dibujando espacios y lugares de ciudades invisibles y góticas.

Los matices son en él  tan profundos que deberíamos meditar sobre un posible mundo-robótico, donde la existencia sería una refracción corporal y fragmentada (pieles, pelvis,  sexos, labios). Sus criaturas humanas, seres frágiles y efímeros, pueden dar testimonio  de una existencia convulsa.

Todos los espacios de nuestras soledades pasadas, los espacios donde hemos sufrido de la soledad o gozado de ella, donde la hemos deseado o la hemos comprometido, son en nosotros imborrables. Y, además, el ser no quiere borrarlas. Sabe por instinto que esos espacios de su soledad son constitutivos e intrínsecos a su ser, pues constituyen líneas fugas.

En este joven pintor dominicano, el reposo es sólo un movimiento de sus cualidades plásticas. No debe sorprendernos la estructura cromática de estas imágenes. Toda alegoría es paradójica, imposible de concebir en un solo plano. La variedad cromática de estas obras restauran  un espacio ancestralmente onírico.

Tal vez lo que constituye el placer real de esta retrospectiva, es que llega a crear un espacio mutante de tensiones eróticas. También, crea, a partir de sus elementos plásticos inciertos, una paradoja similar a la que probablemente llevó a Marcel Duchamp a exclamar que el movimiento no existe.

Lo importante no es el movimiento en sí mismo de las obras, sino, la intensidad con que estas obras pueden revelar una energética visual alucinante (puede haber un objeto que se mueva literalmente, pero este objeto será neutralizado  en su concepción formal y abstracta). De forma similar, algunas obras de Juan Elías Morel, como las series “Urbatomía”, “Formas mutantes”, “Diseñadora del futuro”, entre otras, hacen de sus expresiones plásticas un dispositivo exótico.

¿Un dispositivo formal que significa qué? Este pintor, ha asumido, desde su primera exposición, titulada “Orígenes”(1999), un  cinetismo  trasgresor y rebelde. La pintura como un doble del universo: no un símbolo, sino, su proyección en la tela. De nuevo: el cuadro, como dice Octavio Paz, no es una representación ni un conjunto de signos, es una constelación de fuerzas.

 En Juan Elías Morel, la pasión se distiende en las formas, la violencia en los contrastes, la energía petrificada anima a algunas esculturas en el umbral de un  dinamismo que se resuelve en la inmovilidad amenazante, provocando una exaltación brutal del color y la rabia de ciertas pinceladas,  como  el erotismo sangrante de las oposiciones tajantes y las alianzas insólitas.

Juan Elías Morel, sigue trabajando un continuum entre el macrocosmos y el microcosmos, entre lo físico (voluptuoso y sensual) y lo biológico (mutante y activo), asimismo, sigue investigando la perenne relación entre universo y mente, entre el “ahí afuera” y el “aquí dentro”.

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