En la mañana de un sábado reciente, tuve la suerte de entrar a la librería Tessaurus en el momento en que los escritores Juan Freddy Armando y Ángela Hernández junto a Rafael Peralta Romero, hablaban entusiasmados de cuentos, concursos literarios y otros temas similares.
Como siempre, Armando citaba a Jorge Luis Borges para sustentar sus argumentos. En esta ocasión le atribuyó al argentino haber dicho que un cuento podía ser bueno a pesar de haber ganado un concurso.
El tema de los concursos me perseguía, pues minutos antes había leído un comentario de Aquiles Julián sobre la muerte de Arturo Rodríguez Fernández, donde hacía referencia de la reacción de un grupo de participantes en un concurso de cuentos declarado desierto, en el que él fue parte del jurado. Elogiaba la conducta de Rodríguez quien, distinto a los demás participantes, aceptó dignamente el dictamen. Julián afirma que los premios no se otorgan a las personas, sino a las obras. Que los participantes pueden ser gentes muy buenas, pero que eso no basta.
Estas referencias vienen al caso a propósito de un concurso de literatura juvenil que organizamos en Miches, para lo que buscamos patrocinio intelectual y material; el primero, para calificar los trabajos y el segundo para cubrir el costo de los premios. Al fin, después de todas las teorizaciones desplegadas aquella mañana, Ángela Hernández y Juan Freddy se comprometieron a viajar a Miches a ofrecer unos talleres sobre la técnica de escribir cuentos y luego a desempeñarse como parte del jurado para el concurso de los noveles escritores. Yo, en cambio, ofrecí pagarles con cangrejos, playa y mar y unas montañas de ñapa. Ambos cumpliremos lo prometido, de lo contrario Miches y sus futuros escritores nos lo tomarán en cuenta.