Juan José Bellapart hombre de bien, hombre del arte

Juan José Bellapart hombre de bien, hombre del arte

Fue una noticia dolorosa. No solamente para su familia y sus amigos cercanos, sino para todos los que tienen fe en el arte. A través del coleccionismo personal, Juan José Bellapart se entregó al arte dominicano y, a través del museo que gestó y fundó, nos entregó el arte dominicano.

Se le sabía de salud frágil, pero todavía lleno de ánimo; él no había dejado de venir a su despacho e informarse del santuario artístico, situado en el quinto piso.
Su partida nos ha dejado abismados en la congoja. En el campo del arte y la cultura, humanismo creciente, vocación altruista, preocupación por integrar a los jóvenes, le han granjeado una distinción especial en nuestros corazones, nuestros pensamientos, nuestra concientización acerca de los talentos verdaderos.
A Juan José Bellapart le querían, le respetaban; valoraban el liderazgo de su museo en la excelencia institucional. Él era el mecenas que, creyendo en el arte para todos, había puesto a nuestro alcance su magnífica colección de artistas dominicanos, por origen o por adopción.
Su temperamento exigente de empresario confió la dirección y las responsabilidades ejecutivas a mujeres especialistas, susceptibles de administrar, organizar y divulgar una colección excepcional, reunida al filo de cinco décadas.
Juan José Bellapart es también un modelo por su familia que le ha acompañado en actividades e ideales: su esposa Milagros, lamentablemente ida a destiempo, era una investigadora acuciosa; sus hijas Maribel y Maripili se han unido a esta misión patrimonial, convirtiendo el seguimiento en una participación estrecha. El Museo Bellapart constituye un ejemplo, sencillamente…
Vivencias que perduran. Creemos haber conocido a Juan José Bellapart, hace casi medio siglo… Nos parece que fue en la exposición postrimera de Jaime Colson, histórica por su fecha –1973–, su ubicación –la Atarazana–, su directora –la esposa de Tony Prats-Ventós–: la sala de arte Rosa María, compromiso de la amistad y cita de las grandes muestras.
Al “señor Bellapart”, fascinado por la pintura desde su juventud, pronto no le bastó mirar cuadros, sino que decidió adquirirlos a costa de sacrificios… Él se “declaró” coleccionista, y nadie le hubiera impedido poseer ya obras de Jaime Colson, amigo y maestro dominicano emblemático…
La pasión había nacido, y pronto, el empresario en su joven madurez poseería no solo la mayor representación “colsoniana” en términos de cantidad, sino que, totalmente identificado con el artista, orgulloso de que la República Dominicana contase con un creador genial e inconfundible, llevó parte de la colección atesorada a varios países de Europa –por supuesto, a España, segunda patria del maestro puertoplateño– , y más allá, hasta Tokio.
Lo consideramos un deber de memoria, ya que la esposa de Colson, Toyo Kurimoto, era japonesa. Hacer mención de esta exposición significa referirnos a la sensibilidad de Juan José Bellapart, tan emotivo como racional y emprendedor, que nunca separó su amor por el arte de las interioridades de los artistas, hasta ser su confidente…
La confianza mutua era inmensa. Recordamos cómo su voz llegaba a quebrarse cuando él hablaba de arte, de ciertos cuadros, de su museo. Un timbre, algo trémulo y grave, que seguimos oyendo…
Personas muy cercanas sabrán cuándo y cómo nació la idea del museo, pero, indudablemente, quienes visitaban las oficinas de Juan José Bellapart, en frente del actual edificio y antes del “elevado”, estaban fascinados por los cuadros acumulados, amontonados, solidarios, los cuales se apoyaban los unos contra los otros.
Como los demás visitantes, nos sentíamos ansiosos por conversar con “don Juan José”, siempre muy ocupado, que imponía naturalmente respeto pese a su bonhomía, y obviamente sentía placer en conversar enseñando las últimas revelaciones entre obras maestras y enmarcados mustios…
No todos los coleccionistas se parecen: si la mayoría mantiene la cortesía, suelen encerrarse con su “pasión privada”. Juan José Bellapart era distinto, le encantaba descubrir, compartir, escuchar. Una actitud abierta y oblativa regía sus modales, acorde con la profunda alegría que procura el arte, con el humanismo que lo debe acompañar.
El próximo paso –magno ejemplo en la sociedad dominicana– “estaba en marcha”. Hasta la fecha de los inicios del Museo Bellapart suena a la vez real y simbólica: el siglo XX todavía, pero volcado hacia el tercer milenio, 1999.

Lo que es, lo que lega. “La Fundación y el Museo Juan José Bellapart tienen por vocación reunir, conservar y difundir obras del arte dominicano. Es para nosotros una profunda satisfacción haber escuchado que, sin una visita al Museo Bellapart, no se pueden apreciar las raíces del arte dominicano.
“Lo tenemos a orgullo, pero creemos que esta labor debe continuar y crecer, en las medidas de nuestros recursos. Somos un museo muy joven, y solamente el tiempo permite apreciar el alcance de una labor museográfica”.
Estas palabras, hoy proféticas, las pronunció Juan José Bellapart con motivo, no solo de una exposición, sino de la apertura de la segunda ala del Museo Bellapart. Ese hogar del arte dominicano, él lo hizo en dos tiempos, para ampliar el espacio de exposición permanente y, desde sus fondos, presentar eventos temporales. El arquitecto fue Leopoldo Franco.
Una observación se impone. El Museo Bellapart está dentro de la construcción global de la Agencia Bella y el edificio Honda, a la usanza de museos japoneses, alojados en inmuebles de su firma empresarial e industrial.
¿Una coincidencia? No lo sabemos… Sin embargo –y sobre todo–, esta localización permitía a Juan José Bellapart tener al museo presente siempre y, con sus obras, fortalecer el ánimo para la faena diaria…
Prescindiremos ahora de un comentario acerca de un modelo de institución, justamente celebrado, analizado, elogiado, reiterando que, gracias a un amante del arte y personalidad especial, nuestra ciudad capital disfruta un pequeño oasis real-maravilloso.
A don Juan José Bellapart le velaron en su museo, en su segunda casa. Incontables fueron quienes le rindieron un homenaje, emocionado y sincero. Las circunstancias no han permitido más… pero el recogimiento favorece agradecer y evocar.
¿Quién volverá al museo sin pensar en Juan José Bellapart y que, gracias a él, aquí, la vida sigue?

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