Juan Lockward… ¡inmenso…!

Juan Lockward… ¡inmenso…!

REGINALDO ATANAY
Nueva York.- Oíamos, ha poco, desde la lontananza de Lo Inconmensurable, la voz tierna y fresca de Teté Marcial interpretar una de las tantas creaciones de su compadre Juan Lockward: «Yo nací en la falda de la loma…».

Teté, la sin par cantadora santiaguera, se fue al otro lado de la vida, no hace mucho tiempo; poquísimos años.

Allá en Santiago dejó a su Cheché Goris de tantos años…

¡solito!…

Al poco tiempo Cheché no pudo resistir. Y se fue también.

Dejaron ellos, por acá, al hijo de ambos, José Goris quien con su buena voz, solía cantar, también, algunas de las canciones famosas del compadre de su mamá.

José, creemos, anda por acá por Nueva York, donde fijó base hace muchísimos años. Un bohemio… pero sin tragos.

Juan, «El Mago de la Media Voz» se desprendió del vecindario humano hace poco, y anda por las rutas celestiales, guitarra en siniestra; y con la diestra, estrechando manos de relacionados  idos antes que él, y

amigos suyos, como el guitarrista Servio Tulio Peralta; el escritor, poeta y periodista Ramón Lacay Polanco a quien más de una vez le mostró originales de sus composiciones

para buscar el visto bueno. O el inmenso Luis Vásquez que trajo de Juan, a Nueva York, y en su garganta, la «Guitarra Bohemia»

Con Juan… ¡hablamos muchísimas veces! ¿Y de Juan? ¡Uf!

¡Hemos hablado tantas veces…! Porque Juan, aunque digan que está muerto, es una cantera de vida, palpitante; la intensidad humana de su existencia tiene, necesariamente, que perdurar. Y está perdurando.

Juan se fue yendo poco a poco; a plazos.

Comenzó a desaparecer, perdiendo libras. Y al momento de su definitiva ida, se fue con sólo 70 libras.

Pero… eso fue en lo físico. ¿Y en lo emocional? ¿Y lo mental, espiritual? Juan, desde pequeño, cortó e hizo pedazos, con la chaveta de zapatero  de su papá, las tristezas. Y desde su adolescencia hasta sus 90 años vivió, propagó y mantuvo la alegría. Y siempre, con esa risita socarrona que le era peculiar, como si quisiera toser. O «echarle una vaina» a alguien.

El recuerdo nos trae a la memoria, una de las visitas que hizo Juan a Nueva York, y que propició otro amigo nuestro ya ido: Enrique García V. (Buchuno), quien organizó un acto

artístico, masivo,  en Nueva York, en honor a Juan, y en el mismo participó un locutor estupendo y excelente conversador: Julio César Félix (Bubito).

En aquel tiempo (sonamos ahora como los evangelistas del Libro) éramos ejecutivos en «El Diario-La Prensa» y ese trío nos visitó junto a otra gloria del arte criollo:

Niñí Vásquez. De ese encuentro quedó una foto que publicamos y que ya no existe, pero que ahora, nos hubiera gustado tener, para atraer mejor los recuerdos.

Guardamos, sí, una foto en blanco y negro de Juan abrazado de su guitarra, cuando estuvo en nuestra casa (entonces residíamos en Manhattan) y entre tragos, canciones y anécdotas, reconstruimos algunos pasados.

Como el fin de semana que, invitados por Horacio Julio Ornes Coiscou, héroe de la Invasión a Luperón contra Trujillo, pasamos en aquel pueblo del norte de Dominicana, viendo dónde aterrizó el avión en que llegó Horacio junto a sus compañeros, entre ellos Tulio H. Arvelo.

Juan Lockward es una figura señera en la vida y el arte dominicanos. «La Ciudad Corazón» con que se denomina a la ciudad de Santiago de los Caballeros, es creación ya perpetua de Juan. Y aunque ya no existe, en el éter sigue existiendo, sostenida por la creación de Juan, la Poza del Castillo de Puerto Plata.

Bueno. Vamos a dejar los otros recuerdos para otra oportunidad, y desearle al hermano Juan Lockward todo género de luces en Aquel sitio donde está, y donde seguro lo han recibido, con entusiasmo, Jaime, George, Clemente…

y otros Lockwards más. Como sus dos hijos, que se le adelantaron en la muerte.

Chao, Juan…

En ti hay un pozo de bienaventuranzas que quizás no has percibido, por estar «mirando pa’ fuera». En tu interior está la energía  y vida del Cristo Resucitado, en espera de que lo invoques y te pongas en armonía con El, para seguir la ruta de Lo Alto. Toma el jarrito de la fe, y desde las profundidades de tu pozo, saca las aguas- ideas y bendiciones que allí reposan y que llegaron contigo a la hora de tu nacimiento.

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