Juan María Lora Fernández, un héroe constitucionalista y nacional

Juan María Lora Fernández, un héroe constitucionalista y nacional

Especial para Hoy. Cuando le fueron a informar del viaje a Santiago donde participaría en un homenaje del PRD al Héroe Constitucionalista, hoy Nacional, Rafael Tomás Fernández Domínguez, a siete meses de su heroica muerte en combate, Juan María Lora Fernández no estuvo muy convencido de la pertinencia del mismo.

Probaba mucha admiración, cariño y un gran respeto por su primo hermano, ideólogo y líder principal del Movimiento Enriquillo (propugnaba un contragolpe a los golpistas de setiembre del ’63, restaurar la Constitución de 1963 y reinstalar a Juan Bosch en la Presidencia de la República), al cual lo había enrolado, pero, a pesar de ello, no le pareció buena la idea, lo que dio a entender a personas de su intimidad.

El acoso, bellaquerías y persecución tenaz a que, tras la firma del pacto por la paz, o Acuerdo Institucional, eran sometidos los militares constitucionalistas por parte de los altos rangos de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, adversarios entreguistas y derrotados en la guerra apenas concluida, daban motivo y razón a las dudas de Lora Fernández.

El mismo presidente provisional, Héctor García Godoy, le había aconsejado extremo cuidado a Caamaño Deñó cuando lo visitó en el Palacio Nacional y le consultó acerca del viaje. Pueden aprovecharlo para atentar contra tu vida, le advirtió. Fue entonces su espíritu de cuerpo, revolucionario, solidario y de respeto al mando lo que lo llevó a Santiago la mañana del 19 de diciembre de 1965.

Miembro activo del Movimiento Enriquillo, desde cuando se llamó Restauración, primer nombre que le puso Fernández Domínguez, Lora Fernández fue uno de los cabezas de la conspiración constitucionalista que fueron citados por el Jefe de Estado Mayor, general Marcos Rivera Cuesta, a su oficina, la mañana del 24 de abril.

El objetivo solapado y engañoso del alto jefe militar era desarmar y apresar al grupo, tras lo cual se les entregaría a todos la cancelación de sus nombramientos militares, fechada y firmada el día anterior por el presidente del triunvirato, Donald Reid Cabral, quien estaba al tanto de la encerrona.

Además de Lora Fernández habían sido convocados también los tenientes coroneles Pedro Álvarez Holguín y Giovanni Gutiérrez, el mayor Eladio Ramírez Sánchez, el capitán Aníbal Noboa Garnes, el primer teniente Lorenzo Antonio Galvá y otros más quienes iban a ser también víctimas de la artimaña.

Lo sucedido allí está muy bien documentado en el libro La actuación de los sargentos de las jefatura de abril, 1965, escrito por Pedro José Lantigua Bravo, Guarionex Novas Rosario, Nelson William Méndez Batista, Esteban Peña Mena y Lino Familia Medina, con un testimonio póstumo de Rafael Batista Matos, tomado de otra publicación.

En sus páginas, los autores describen la participación del grupo integrado por sargentos mayores y cabos que trabajaban en calidad de oficinistas en la jefatura, todos miembros del movimiento conspirativo.

De los Sargentos, cuya valerosa actuación, comandada por el capitán Mario Peña Taveras, frustró la jugada de Rivera Cuesta con su apresamiento y el de todos los altos jefes militares bajo su mando allí.

Lo sucedido esa mañana fue determinante para el curso que tomaron los acontecimientos a partir de ese momento. De aquel histórico episodio, primero de la Revolución Constitucionalista de Abril y Guerra Patria de 1965, volvemos a encontrar, a Juan María Lora Fernández en el Palacio Nacional la mañana del domingo 25, cuando los militares constitucionalistas echaron de la usurpada silla presidencial al presidente de facto, Donald Reid Cabral, restablecieron el orden constitucional interrumpido un año y siete meses antes, e instalaron al presidente del Senado, José Rafael Molina Ureña, en calidad de Presidente provisional (así mandaba la Constitución) hasta el regreso de Juan Bosch al país.

El 27 de abril, son el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó y el grupo de militares y civiles constitucionalistas que lo acompañaban quienes encuentran a Lora Fernández en el puente Duarte encabezando a las masas populares arrojadas a aquella valiente y feroz batalla de resistencia que impidió al Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) ingresar a la parte oeste de la ciudad, según los planes de los jerarcas militares golpistas de San Isidro.

Militares revolucionarios y el pueblo libraban esta decisiva batalla desde el día anterior (lunes 26 ), soportando no solo los disparos de las armas del CEFA: fusiles automáticos de las tropas, armas de alto calibre y cañones y ametralladoras de tanques y tanquetas, si no, también, las ametralladoras de los aviones de la Fuerza Aérea y los grandes obuses disparados por los cañones de los barcos de la Marina de Guerra anclados frente a Sans Soucí.

Tras el triunfo en la batalla del puente Duarte, otra contienda decisiva donde vemos al constitucionalista Lora Fernández en condición de protagonista es en la toma de la Fortaleza Ozama, el 30 de abril.

Esta vez, Lora Fernández sigue las órdenes del presidente Caamaño, quien, luego de haberlo designado Jefe de Estado Mayor del Ejército Constitucionalista, puso bajo su conducción la vital toma de este bastión, ocupado por el batallón antimotines (Cascos Blancos) de la Policía Nacional, ubicado dentro del perímetro de la Zona Constitucionalista, sitiada ya por las fuerzas interventoras de la FIP (Fuerza Interamericana de Paz) y sus secuaces de las Fuerzas Armadas de RD mediante el mal llamado Corredor de Seguridad.

Poco tiempo duró la resistencia de los Cascos Blancos y sus comandantes. Antes de caer la tarde de ese viernes, aquellos que no lograron escapar huyendo por el muelle o cruzando a nado el río Ozama, salían por el portón de Carlos III con los brazos en alto, en condición de prisioneros, mientras un gran número de civiles constitucionalistas lo hacía cargando armas y municiones de todo tipo.

Fue determinante el papel jugado por Lora Fernández durante el transcurso de la resistencia que día a día opusieron el pueblo en armas, organizado en comandos, y el Gobierno Constitucionalista y Revolucionario a las fuerzas interventoras y a sus lacayos locales.

Particularmente es de señalar la batalla del 15 y 16 de junio, estratégicamente organizada por él.

En esta ocasión las fuerzas constitucionalistas enfrentaron y contuvieron el ataque pergeñado por el general USA, Bruce Palmer, para tomar la ciudad en una mañana, según le había prometido y garantizado a su presidente, Lindon B. Johnson, en un mensaje que le envío a Washington.

La correcta estrategia y el arrojo de los combatientes dio tiempo a que los negociadores internacionales del Gobierno de Caamaño, dirigidos por el doctor Jottin Kury, acudieran rápidamente a países que simpatizaban con el movimiento constitucionalista y lograron que estos ejercieran presión sobre Washington hasta conseguir que Johnson ordenara el cese de los ataques.

Desde sus oficinas en el edificio Copello, sede del Gobierno Constitucionalista, Lora Fernández organizó y dirigió todas y cada una de las estrategias defensivas de la Ciudad Colonial, sometida a constantes y violentos ataques durante toda la etapa de negociaciones que se inició tras el frustrado asalto de junio.

Particularmente, el intenso bombardeo de más de tres horas, la noche del 29 de agosto, y el criminal ataque al barrio de San Carlos, a las 7:00 p.m. del 30, perpetrado por la soldadesca del Gobierno de Reconstrucción Nacional, de Antonio Imbert Barrera, con participación de los soldados de la FIP, involucrados en el mismo luego que los atacantes abrieran fuego hacia sus trincheras haciéndoles creer que les disparaban desde las posiciones constitucionalistas.

Lora Fernández encargó a Claudio Caamaño de esta crisis, y fue él quien descubrió el criminal ardid, poco después de llegar a San Carlos y efectuar las primeras indagaciones. Con el reporte del joven oficial constitucionalista se negoció para que los miembros de la FIP cesaran sus dispararos, mientras los soldados de Imbert Barrera continuaron los suyos. Esa noche murieron varios civiles. Al otro día, se firmó el Acuerdo Institucional y terminó la guerra.

La comitiva partió temprano de Santo Domingo y así mismo llegó a Santiago.

El programa del homenaje incluía una misa en la iglesia de La Altagracia, calle El Sol esquina Cuba, una ofrenda ante la tumba de Fernández Domínguez, en el cementerio municipal, y un almuerzo que brindaría a la comitiva en el restaurant del hotel Matum el entonces hacendado perredeísta don Antonio Guzmán Fernández.

Lo que sucedió en este hotel, de 10:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, tuvo un preámbulo de mal augurio en el cementerio municipal.

La comitiva de militares y civiles constitucionalistas y una multitud de santiagueros presentes allí fueron atacados a mansalva y saña criminal por soldados de la Fuerza Aérea Dominicana quienes, al ver su agresión repelida por un grupo de Hombres Ranas, huyeron despavoridos, abandonando armas y otros pertrechos militares en las azoteas del hotel Oriente y del edificio El Rubio, posiciones desde donde habían perpetrado su cobarde agresión.

En Consideraciones Generales Sobre El Asalto al Hotel Matum, en Santiago, el capitán constitucionalista Lorenzo Sención Silverio, testigo excepcional de esta cobarde acción, cuenta que luego de los disparos descubrieron que el panteón de Fernández Domínguez había sido minado con poderosos explosivos con la finalidad de cometer un acto terrorista, de consecuencias incalculables, los que fueron desactivados y levantados por nuestros expertos en explosivos.

También cuenta que fue encontrada una granada antitanque dejada allí, especularon, para detonarla mediante un disparo y hacer volar el automóvil en que viajaba Caamaño.

De la disposición y armamento de los constitucionalistas, Sención Silverio dice: Las tropas constitucionalistas habíamos viajado con pocas armas largas, ya que en ningún momento se tuvo una actitud de lucha o combate, como lo demuestra el hecho de que gran parte de ellas estaban en el interior de los vehículos cuando se inició el ataque… En consecuencia contábamos con un número muy reducido de armas para el combate, básicamente pistolas y revólveres, que constituían todos nuestro arsenal.

Mientras que del ataque al hotel, en un reporte que envió al presidente García Godoy, es Caamaño quien narra: Ya en el hotel Matum, donde había una gran cantidad de personas (de 800 a 1000), una media hora después de haber llegado, a eso de las 9:30 a.m. recibimos la sorpresa de un ametrallamiento… desde diferentes lugares …

Cundió el pánico y mientras me ocupaba de seleccionar lugares adecuados para la seguridad de los niños, mujeres y hombres, ordenaba a los oficiales investigar de inmediato quiénes nos estaban agrediendo y de dónde provenía la agresión.

Pudimos comprobar al cabo de unos minutos – sigue diciendo – que contingentes armados de militares disparaban con armas pesadas, ametralladoras calibre 50 y 30 y fusilería automática, desde el monumento a los Héroes de la Restauración…

Como es sabido, a las armas usadas por los atacantes en un principio se fueron sumando cañones de más alto calibre, tanques, tanquetas y aviones P-51 de la Fuerza Aérea que aunque nunca dispararon efectuaron vuelos en picada y rasantes sobre el hotel con evidentes fines intimidatorios.

Y como quedó en la Historia, con el reducido armamento que tenían y el lamentable pago de las valiosas vidas de Lora Fernández y del sargento Domingo Antonio Peña, los constitucionalistas, atacados por tierra y aire, contuvieron y derrotaron a sus atacantes, y no al revés, porque, como apunta el capitán Sención Silverio… para que haya una derrota tiene que haber una toma de las posiciones contrarias, lo que no aconteció.

Lo que sí hubo fue una gran humillación para los agresores quienes, a las 5:00 de la tarde hablaron con el negociador que la FIP había enviado desde Santo Domingo, para desactivar el ataque, coronel John J. Costa, de la 82da. Compañía Aerotransportada USA, y le pidieron una hora más para seguir su plan y acabar con los constitucionalistas, recibiendo del militar extranjero la siguiente respuesta: «Si ustedes tienen el día entero y no han podido, ¿creen poder lograrlo en una hora?» De acuerdo al testimonio dado por el oficial constitucionalista Rafael Hubiera Padua en el documental El Titán de Abril, el disparo del tanque que lo impactó medio a medio del cuerpo fue tan contundentemente que… el coronel Juan María Lora Fernández murió sin darse cuenta.

Aquella desigual batalla, librada con heroísmo por los atacados y con traición y cobardía por los atacantes, constituye el verdadero último capítulo de la Revolución Constitucionalista y Guerra Patria de 1965.

Con su propia muerte, Juan María Lora Fernández completó allí el círculo histórico de su heroica participación en esta grandiosa gesta.

Cuando las acciones cesaron y las armas callaron definitivamente, caía la tarde de aquel domingo 19 de diciembre de 1965.

A esa hora de ese día, mientras su madre lo esperaba con su plato favorito servido en la mesa todavía, Juan María Lora Fernández ascendía a la Gloria Nacional y su nombre y su gesta quedaban grabados en la memoria eterna del valiente pueblo dominicano, donde, 48 años después, este gran Héroe Constitucionalista y Nacional es respetado y querido y… vive todavía.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas