Juan Mayí, en los salones de la Embajada de Francia

Juan Mayí, en los salones de la Embajada de Francia

Con toda seguridad, la premiación conferida con la Paleta de Oro en el Festival Internacional de Cagnes sur mer fortaleció, desde los 90, un compromiso de Juan Mayí con la expresión abstracta y el léxico de la introspección. Esa emancipación se perfiló desde los inicios de un joven de rigurosa formación académica en la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo, que optó por plasmar interioridades biológicas, tejidos y fertilización. Luego París –talleres de la Escuela Superior de Bellas Artes y concretización de las inquietudes contemporáneas aceleró el cambio anunciado.

Resulta impresionante la constancia de Juan Mayí en sus búsquedas sobre el color, la forma, la textura, y de qué modo él ha nutrido esa reflexión visual, proyectada al papel y al lienzo. A partir de sus propios impulsos y una íntima convicción, de una pasión y casi una rabia física de pintar, se ha producido una evolución coherente y consciente.

La reafirmación de las “afinidades electivas” se ha intensificado plástica y personalmente. Hoy, más que nunca comprobamos, en una serie espléndida, el vigor de esa interacción entre el autor de la obra, la superficie del soporte, la elaboración de la materia. El creador ha definido su comportamiento artístico, completamente distanciado de la educación pictórica figurativa recibida.

[b]Las aventuras de la memoria[/b]

En esta “Memoria sígnica” –un título derivado de períodos anteriores , el artista Juan Mayí mezcla una memoria proustiana donde brotes sensoriales y emocionales hacen resurgir el pasado pictórico, con múltiples procedimientos, siempre renovados. El dominio de la ejecución le ha permitido enriquecer su discurso, interviniendo en playas de color vibrante con componentes gestuales y lo que él llama “rutas” o –sobre todo “con figuraciones”

Refiriéndonos a la memoria, optaríamos por pluralizar la palabra y hablar de memorias singulares. Juan Mayí profundiza el recuerdo hasta transformar las secuelas testimoniales en fuerzas y hechos puramente plásticos e impactantes. Las composiciones alternan tensiones, modulaciones y texturizaciones. Piel o corteza, la superficie conjuga el collage, las mezclas minerales, el óleo, el pigmento acrílico, sin olvidar el lápiz, el crayón y el carboncillo.

Se suman aquí apuntes de caligrafía automática, discurso “all over” que se prolonga más allá de las orillas, chorreados sabiamente orquestados y controlados –nuestros preferidos . Al gesto enérgico se agrega pues la voluntad de cubrir la superficie, en una versión propia del “dripping” pollockiano. Manchas y salpicaduras, a primera vista espontáneas, alternan con insinuaciones premeditadas, estructuras geométricas sensibles, componentes de densidad, tamaño y direccionalidad disímiles, que calificaríamos como armonías en la disonancia No hay violencia ni anarquía ni transes.

El oficio, la experiencia, el “estilo” de Juan Mayí se hacen evidentes en sus signos dinámicos y atormentados, que pueden llegar a efusiones líricas. No olvidemos que su gestor es también poeta, y cabría interpretar ciertas composiciones plásticas como ideogramas en el lenguaje del color, del mismo modo que la afición por la música se revela en la pluralidad de ritmos. No existe violencia ni anarquía ni transes.

[b]El color y sus resonancias[/b]

El rojo y el negro, emblemáticos y literarios, militares y sacramentales, mediterráneos, hispánicos y caribeños, despliegan su suntuosidad en el espacio de Juan Mayí. El negro, lejos de expresar el duelo o la noche, contiene su propia luz. El rojo lo contrapuntea con su intensa carga afectiva y su irradiación ardiente. Mediatizando el incendio de la paleta, sutiles ocres y marrones concurren al dramatismo, como alegoría cromática de la tierra y tal vez la raza.

Finalmente, hay una cierta austeridad y una estricta selección dentro del fasto aparente de gamas y tonalidades, de agregados extra pictóricos o de empastes repentinos, amontonando y estratificando el pigmento.

El título de “Memoria sígnica” nos refiere a signos, grafismos y gestos –que mencionamos pero no se limita al carácter rápido y desbocado de la pintura gestual. Juan Mayí, organizado y raramente barroco, preconcibe y controla sus signos visuales, a veces dinámicos, otras inmóviles y en suspenso. Pensamos en lo que decía Georges Mathieu:”Siendo el arte lenguaje, el signo es su elemento primordial”.

Juan Mayí propone signos, también espacios y materias, tan impactantes sobre tela de lino como sobre papel de Arches, desapareciendo la distinción entre dibujo y pintura. Es importante mencionar finalmente el acorde perfecto entre las obras abstractas del artista y los muros pedregosos restituidos. Las salas de exposiciones de la Embajada de Francia ofrecen muy buenas condiciones físicas y ambientales: esta muestra de Mayí, abierta hasta el 22 de mayo, confirma, en términos museográficos, la integración cualitativa entre contenedor y contenido.

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