Juan Pablo Duarte

<P><STRONG>Juan Pablo Duarte</STRONG><BR></P>

Estoy pensando ahora en algo que los duartianos posiblemente conocen mejor que yo: venezolanos y cubanos cuya veneración a Simón Bolívar y José Martí es incuestionable admiten, pueden admitir, que esos dos grandes hombres cometieron algunos errores.

¿Qué tal si descubrimos ahora que Juan Pablo Duarte no era el Arcángel San Miguel, si no un muchacho de La Atarazana, hijo de un español y una seibana, que pasó unos meses en Barcelona y vino de allí con unas ideas y unos bríos para trabajar por la independencia dominicana?. Si descubrimos eso, ¿lo bajaríamos del altar donde lo hemos colocado como Padre de la Patria y Apóstol de nuestra Independencia? Me parece que no. Pero entonces veríamos como cosa muy natural que hubiera cometido también algunos errores.

Fruto de esos errores fue su muerte en la pobreza (confeccionando, en Caracas, velas de cera) y algo olvidado por sus compatriotas.

Su primer y grande error fue el golpe de estado (9 de junio 1844) contra los afrancesados de la Junta Central Gubernativa. En unos meses de labor política, en la ciudad que unas semanas antes lo había recibido al grito de “Salve al Padre de la Patria”, Duarte y sus adictos hubieran logrado pacíficamente el mismo objetivo. (En ese tiempo, es muy posible que no se conocieran las caminatas, ni los bandereos, pero seguramente ya se conocía un método que todavía se usa hoy: tocar puertas de casa en casa).

Pero Duarte no era político. Su patriotismo era tan exaltado que le obstruía ver algunas realidades. No pudo observar en Baní la realidad de aquel Ejército del Sur que era también el ejército de Santana ( no tengo noticias si Duarte pudo hablar en Baní con los Alfau, que fueron antes parte de su gente y que ahora eran muy influyentes oficiales en el estado mayor de Santana).

El 15 de julio, en medio del contragolpe de Santana a los trinitarios, Felipe rescata a su antiguo compañero de la Trinitaria Juan Isidro Pérez de las manos de los espalderos de Santana que querían matarlo. Su segundo error fue ese, ignorar que Santana, ya vinculado a los afrancesados,  reaccionaría a favor de sus amigos.

Su tercer error fue no regresar al país cuando todos sus compañeros de exilio regresaron. Entiendo que sólo Serra quedó en Puerto Rico. No quiero entrar aquí, dejo que otros entren, en las suposiciones del por qué Duarte prefirió ser diferente a sus compañeros, ser único. Aquí, pasados ya unos días de la salida de mi primera descarga, me arriesgo a agregar algo. Como todos sabemos, los jefes, los líderes, los maestros, obviamente tienen mayor responsabilidad en los fracasos de sus empresas, que sus discípulos o seguidores. En el caso de la operación del 9 de junio, la responsabilidad de Sánchez posiblemente se redujo ya que él, «en vista de que era tal la exaltación de los ánimos, previó que alguno de los conservadores podrían perder la vida en el movimiento y les dio aviso de lo que se fraguaba para que tuvieran tiempo de asilarse en el Consulado Francés, como en efecto lo hicieron algunos de ellos. (Frank Moya Pons, Manual de Historia Dominicana).

Concluyo que Juan Pablo Duarte, con la fundación de la Trinitaria y su prédica nacionalista que encendió el patriotismo, y luego con su inteligente y laboriosa gestión en la revolución de la Reforma, tiene méritos suficientes para su consagración como Padre de la Patria y Apóstol de la  Independencia.

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