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Sin la menor duda, Guayubín se convirtió en un espacio de gran simbolismo durante la Revolución restauradora. Punto de importantes acciones militares en esa gesta y cuna del general Gaspar Polanco, fue también lugar del encuentro memorable, ya mencionado, de Ramón Matías Mella, Juan Pablo Duarte, los generales José María Cabral y Benito Monción y el coronel Manuel Rodríguez Objío, entre otros adalides de la libertad.
Mella llegó a Guayubín desde el Sur, a través de la cordillera Central, entrando al Cibao por la ruta de Haití, luego de fracasar en el intento de sustituir en el mando al general Pedro Florentino. La tortuosa travesía le generó la enfermedad que lo mantuvo postrado.
En Guayubín, Duarte también permaneció días en cama a causa de fiebre palúdica, por lo que apenas pudo salir el 2 de abril (1864) para Santiago, a reunirse con las autoridades de la revolución; viajaba, además, el general Mella para ser atendido en esa ciudad, pero ya era tarde: falleció el 4 de junio. Y desde ese poblado, el Padre de la Patria informó a los líderes restauradores su decisión de acompañarlos en los escenarios de lucha. Al día siguiente, el ministro de lo Interior, Alfredo Deetjen, en correspondencia con su anunciada visita, ordenó al Tesorero de Hacienda: “…debiendo llegar de un momento a otro el general Juan Pablo Duarte y varios dominicanos más, usted se servirá mandar hacer inmediatamente cuatro o seis catres, preparándolos con sus correspondientes sábanas y almohadas”.
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Asimismo, el 1 de abril (1864), el Gobierno Provisorio de la Restauración le expresaba a Duarte su alegría y satisfacción por su presencia en el país, en carta firmada por el vicepresidente de la República, Ulises Francisco Espaillat, que respondía a la del Padre de la Patria, donde le informaba que el motivo de su regreso con su comitiva es ofrendar a la Patria “cuanto aun me restase de fuerza y vida”. Espaillat le dice, entre otras cosas: “El Gobierno Provisorio de la República, ve hoy con indecible júbilo la vuelta de usted y demás dominicanos al seno de su patria. Nada más satisfactorio para el pueblo dominicano, que la prontitud con que los verdaderos dominicanos responden al llamamiento de la Patria; de esa Patria sostenida con el heroísmo y la sangre de sus hijos. (…).
“La historia de los padecimientos de esta Patria, es la historia de su gloria; y cada dominicano en sus propios infortunios ha recibido glorias que le han hecho llevadera su situación. Hoy, víctima de la más espantosa miseria, todo lo olvida y sólo trabaja por la consolidación de nuestra interrumpida independencia; en esta obra todos los hijos de la Patria están comprometidos, todos deben cooperar; así no duda el Gobierno que Ud. también y sus compañeros de viaje cooperarán con su contingente; venga, pues, General, la Patria le espera, persuadida que a la vez que luchamos para rechazar el enemigo, nos esforzamos por la unión que es lo que constituye la fuerza”.
Duarte y sus acompañantes llegaron a Santiago, el 4 de abril. Encontraron “una ciudad fantasmagórica, llena de escombros a resultas del incendio a que fue sometida el 6 de septiembre (1863)”, relata Orlando Inoa, en su importante Biografía de Juan Pablo Duarte. El coronel Manuel Rodríguez Objío la describió “con las cenizas del incendio todavía humeantes”.
Al día siguiente de su llegada, fueron recibidos en la sede del Gobierno en Armas, por Ulises Francisco Espaillat y otras autoridades.