Juan Pablo Duarte es el dominicano por excelencia.
El 26 de enero celebramos su natalicio, una ocasión propicia para reflexionar sobre su vida.
Juan Pablo Duarte fue un testimonio radiante, un ser humano que supo descubrir cuál era el propósito de su vida: forjar una nación basada en los más sublimes valores, consignados eternamente en el Escudo Nacional, cobijado por la Santa Cruz y el lema que enaltece la bella bandera dominicana: Dios, Patria y Libertad.
Su ideal estaba lleno de amor hacia aquellos con quienes compartía esta bella tierra, algo que se refleja en sus palabras inmortales:
«Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar mi Patria libre, independiente y triunfante».
Una vez que descubrió cuál era su misión, no descansó hasta lograrla. Con gran propiedad, declaraba la importancia vital de contar con hombres de buena voluntad y de fe, diciendo:
«Los providencialistas son los que salvarán la Patria del infierno a que la tienen condenada los ateos, cosmopolitas y orcopolitas».
Duarte era un hombre de trabajo y sabía que esta era la mejor vía para el desarrollo de una nación. Sus palabras lo expresan claramente:
«Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos».
«Trabajemos, trabajemos sin descansar; no hay que perder la fe en Dios, en la justicia de nuestra causa y en nuestros propios brazos».
Es tiempo de revalorizar nuestra dominicanidad y apreciar lo nuestro: nuestra fe, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestra historia y nuestros sueños.
Una vez más, recordamos estas palabras del Padre de la Patria:
«Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor».
Otra frase de su autoría que resuena profundamente:
«Lo poco o mucho que hemos podido hacer o hiciéramos aún en obsequio de una Patria que nos es tan cara y tan digna de mejor suerte, no dejará de tener imitadores; y este consuelo nos acompañará hasta la tumba».
Entrevisté al Mayor General (R) Luis De León Ramírez, quien tiene un profundo conocimiento sobre Juan Pablo Duarte. Sobre su infancia, me mencionó lo que relataba su hermana, Rosa Duarte. Según ella, Duarte fue un niño excepcional. Uno de sus profesores afirmaba que, de haber nacido en un país más avanzado, habría sido considerado un genio debido a su gran destreza. Desde temprana edad recitaba el catecismo. Sus padres lo bautizaron en la iglesia Santa Bárbara (hoy nuestra Catedral Castrense donde aún está la pila bautismal que se usó durante su bautizo), y fue devoto de la Santa Cruz por su condición redentora.
Duarte fundó la sociedad secreta La Trinitaria el 16 de julio de 1838, día de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Explicó que esta fecha tiene un significado especial, ya que coincide con la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, donde los cristianos lucharon contra los árabes y ganaron. Además, eligió estratégicamente esta fecha para vincular la sociedad a la intercesión de la Santa Cruz, la cual veneró profundamente, incorporándola al escudo nacional.
El general Luis De León también mencionó que el juramento de La Trinitaria se llevó a cabo en la iglesia del Carmen. Comentó además la gran influencia que tuvo el presbítero Juan Gaspar Hernández sobre la vida espiritual de Duarte.
En su proyecto de constitución, Duarte estableció la religión católica como oficial del Estado, aunque permitió la libertad de cultos.
Duarte, un hombre de fe que buscaba el bienestar del pueblo y no su propio beneficio, sirvió siempre a la patria naciente sin buscar servirse de ella. Renunció a la más altq posición política por preservar la paz del pueblo, demostrando con ello su grandeza.
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