Juan Pablo Duarte, único padre de la patria: El pacto de sangre de 1838-43

Juan Pablo Duarte, único padre de la patria: El pacto de sangre de 1838-43

§ 15. He usado la noción de “padre de la patria” a sabiendas de que, en la inmensa mayoría de los discursos históricos, políticos, filosóficos, sociales, literarios, etc., se trata de una metaforización generalizada del organismo humano, a cuyo propósito señala Judith Schlanger lo siguiente: «En esta perspectiva aparecerán primero, a través de los problemas biológicos y los problemas físicos de la filosofía de la Naturaleza, los rasgos constitutivos de la figura del organismo; luego, a la filosofía de la historia, a la sociología, al Estado, y finalmente a la persona.» (Les métaphores de l’organisme. París: Vrin, 1971, p. 9). Genéviève Fraisse, siguiendo este razonamiento de Schlanger, habla de naturalización de la familia, el individuo y la ciudad (Les deux gouvernements: la famille et la Cité. París: Folio, Gallimard, 2001), operación que en ambas autoras clama por una rectificación. Es lo que hago al situar los efectos políticos e ideológicos de las nociones de “padre de la patria”, “padres fundadores”, “creadores” para designar a quienes se les ocurrió antes que a nadie inventar la idea de un Estado independiente y soberano (Duarte, Martí, son únicamente inventores) y a otros inventar la idea y llevarla a la práctica (Bolívar).

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§ 16. Prometí noticiar la vida díscola de Felipe Alfau y su violento hermano Antonio Abad, ambos fanáticos santanistas y anexionistas furibundos. Cuando terminó la guerra social de la Restauración, ambos se fueron a La Habana con las derrotadas tropas españolas y de ahí pasaron, para no volver jamás al país, a España, donde el primero, según el historiador español Francisco M. de las Heras y Borrero, inició “una brillante carrera militar al servicio de la Corona” y obtuvo las más altas condecoraciones, al igual que su hermano Abad” (“Felipe Alfau y Bustamante: un trinitario contradictorio. Boletín del Archivo General de la Nación 133 (2012: 308). Aunque procreó varios hijos producto de uniones libres antes de irse a España, Felipe Alfau celebró en vida solamente dos matrimonios. El primero con Josefa Baralt Galván (13-12-1825 y 21-3-1908). Felipe Alfau, conchabado con su colega el capitán general de Andalucía y Extremadura Carlos García de Tassara, obtuvo, falsificado, un certificado de defunción de su primera esposa, según la cual esta había fallecido en 1873 y el extrinitario consiguió también certificado de viudez falso. Resulta que la señora Baralt Galván estaba viva para esa fecha y Felipe Alfau contrajo segundas nupcias con María Elena Lalaurie y Peraza el 3 de diciembre de 1873. Afirma De las Heras y Borrero (p. 311: «La obtención del certificado que acredita tal condición de viudedad, y que le permitiría casarse una segunda vez, resulta toda una falacia.» Concluye el autor: «De no habernos propuesto y encontrado el acta de defunción de María Josefa Baralt, Felipe Alfau habría quedado para siempre como viudo y no como bígamo.» (P. 312). Aclara el autor que en la fecha del matrimonio de Felipe Alfau con María Elena no existía ley de divorcio en España. De modo que lo hecho por Felipe Alfau con la Trinitaria fue repetir la conducta aprendida de mentiroso y traidor. En cuanto a Antonio Abad, «continuó en la Península una destacada carrera militar al servicio de la monarquía española, que lo nombró mariscal de campo y distinguió con la real orden americana de Isabel la Católica.» (p. 316).

§ 17. Paso al análisis de la carta que Duarte dirigió a su consocio de la Trinitaria Félix María del Monte desde Caracas el 2 de mayo de 1865, fecha para la cual el inventor de la idea de la República Dominicana como Estado independiente, soberano y libre de toda potencia extranjera, se encontraba ya en Venezuela luego de haberle sido encomendada la tarea de reunir fondos y armas para el ejército restaurador. Esta carta es un documento extraordinario que rompe con los clichés y vituperios que sus enemigos, autores de esa leyenda negra, se han inventado en contra de Duarte. Una misiva muy bien escrita. (Se trata de un borrador. Es posible que la carta verdadera esté en papeles perdidos de los Del Monte o desaparecida para siempre). Pero el borrador ofrece la idea de que la carta final enviada a Del Monte tenía una sintaxis superior, unas ideas bien acabadas y revela la inseparabilidad entre lenguaje y pensamiento recalcada por la lucidez mental de su autor y rebate todos los argumentos de la leyenda negra inventada a partir de las opiniones que trajo Meriño a Santo Domingo luego de su entrevista con Duarte en Caracas: «Y qué puedo decir de ese pobre hombre», afirmó cuando a su regreso alguien le preguntó por Duarte. Se inventaron, a partir de ahí, que Duarte estaba loco (quizá una confusión exprofeso con su hermano Manuel); que vivió, él y su familia, en la extrema pobreza (falacia desmontada por el libro de Cecilia Ayala Lafée de Wilbert et alii. Juan Pablo Duarte en la Venezuela del siglo XIX. Historia y leyenda. Santo Domingo: Banco Central, 2014). Otra falacia desmontada es la leyenda negra de que las hermanas Duarte habían quedado en la miseria y pedían al Gobierno dominicano una pensión para sobrevivir. Según Ayala Lafée, fue una exageración de José Prudencio Díez para producir un efecto de solidaridad y compasión, pues Duarte dejó propiedades en Caracas (op. citada, pp. 92-93). Recomiendo a los antiduartianos leer este libro.

§ 18. El primer párrafo de la carta a Del Monte dice: «Mi muy querido amigo: Tu muy apreciable, fecha 11 de abril próximo pasado, se encuentra en mi poder, y doy principio a su contestación refiriéndome al final de ella. Tienes razón y mucha en aconsejarme, cual lo haces, diciéndome: consérvate bueno, conserva tu cabeza, y tu corazón; tienes razón, repito, porque nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria.»

§ 19. Lucidez extrema de un hombre que a sus 52 años (edad provecta para aquel siglo XIX de enfermedades y precariedades en Santo Domingo). Veamos: Mejor redacción de ahí, ni los bachilleres, licenciados y escritores de hoy. Inciso correcto varias veces: «fecha 11 de abril próximo pasado», «se encuentra en mi poder»; «cual lo haces»; y, «repito». Dos gerundios bien empleados (concordancia con el tiempo presente) en «doy principio a su contestación refiriéndome al final de ella» y «aconsejarme (…) diciéndome». Principio de economía del discurso: Dos referencias a la carta de Del Monte, con la figura de la alusión. Vocabulario correcto al usar la palabra “contestación”, donde la mayoría de los dominicanos de aquella época usaban “contesta”, tanto en el escrito como en el oral. Puntuación correctísima: Las comas donde deben ir en el párrafo citado. El punto y coma como debe ir en la enumeración de la frase de Del Monte que dice “tu corazón” y en “y juicio”. El uso de los dos puntos muy correcto para enunciar la frase de Del Monte, “diciéndome”: corsérvate bueno. Es posible que, en el borrador, la frase de Del Monte esté subrayada, y no en cursiva como especulo que la puso el editor Rodríguez Demorizi. Otro mérito de la misiva de Duarte: claridad de idea, brevedad en el decir, como aconseja Gracián. Finalmente, desde el punto de vista gramatical, Duarte diferencia lo que es verbo infinitivo del sustantivo: “el tener” y no “tener”. Con esto enfatiza la idea de sustancia, sentido, al igual que en Patria, escrita en mayúscula, como sinónimo de “República Dominicana”. Aparece en la carta, el segundo mantra de Duarte: «porque nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicio y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria, no en orden de importancia, porque el primero es la idea de independencia y soberanía del nuevo Estado. Mantra, el segundo, que ataca, como siempre lo hizo Duarte, a los anexionistas. Recuérdese que escribe en mayo de 1865 cuando España no ha sido derrotada todavía por los guerreros de la Restauración. Duarte está consciente de que debe conservar la salud. Para seguir combatiendo, en caso necesario, la anexión a España. Hombre que leyó libros de filosofía, no me extrañaría que sacara de los estoicos (Zenón, Séneca, Epicteto, Marco Aurelio) ese sintagma de conservar la salud, que es sinónimo del cuido personal de sí.

§ 20. ¿Cómo se formó la leyenda negra acerca de Duarte y su desaparición de Caracas durante veinte años?, se pregunta Ayala Lafée de Wilbert. Responde: «La leyenda empieza a tomar forma en el siglo XX cuando una nueva generación de autores (Miguel Ángel Garrido, Arturo Logroño, Federico Henríquez y Carvajal, Pedro Vergés Vidal, Joaquín Balaguer, Pedro Troncoso Sánchez, Ángela Peña y el diplomático Julio Portillo), de buena fe, recogen las palabras del historiador García y ubican a Duarte en el pequeño poblado o aldea conocida como San Carlos de Río Negro, capital del municipio Río Negro, ubicada en el suroeste del Estado Amazonas, Venezuela.» (P. 165). A renglón seguido remata con algunas de las figuras que forman parte del subgénero literario de ficción que constituyen, mayoritariamente, los textos históricos dominicanos: «Junto con esta exégesis también se yuxtapusieron reflexiones ajustadas a justificar la supuesta postración moral que indujo al Prócer a desaparecer entre la densa amazonia venezolana. En un honesto afán de hallar una causa para examinar lo de una ‘supuesta huida a las selvas’ le fueron atribuidos estados de ánimo depresivos y sufrimientos morales extremos que, con el pasar del tiempo, llegaron a transformar la prestigiosa figura de Duarte en la de un prófugo de la culpa y el desánimo.» (Ibíd., p. 165).

Estos intelectuales e historiadores heredaron la leyenda negra que trajeron de Caracas, Venezuela, el padre Meriño en sus Elementos de geografía física, política e histórica de la República Dominicana, publicada en 1867: 122), los Apuntes de Rosa Duarte (1970: 164), otra vez Meriño en su “Oración fúnebre” de 1884 (Tena Reyes 1976: 249), José Gabriel García, “Juan Pablo Duarte” (1971:249); y, finalmente, de Emiliano Tejera su Juan Pablo Duarte (Tena Reyes 1976: 553). Todos estos autores y sus obras coinciden en repetir la leyenda negra sobre el paradero de Duarte.

Los seguidores de estos letrados del siglo XIX repitieron los errores de los mayores, considerados por ellos, sin crítica de las fuentes, como autoridades. Los del siglo XXI repiten, con pocas excepciones, los errores de los letrados de los dos siglos anteriores.

Finalmente, Ayala Lafée de Wilbert pulveriza al último mito del discurso de José Gabriel García, reproducido por seguidores de estas autoridades: «Sin embargo, no tenemos ninguna certeza [de]que García hubiera tenido la oportunidad de hablar con el propio Duarte como sugiere el Dr. Troncoso. Es más, dudamos de que haya sido así, pues para la época en que el historiador García estuvo exiliado en Venezuela, específicamente en Caracas, entre abril de 1855 y medio año de 1856 (García 1971: 10), no pudo haber tenido contacto con el general Duarte, ya que este no estuvo de vuelta en la Capital, luego de su tránsito por el interior de Venezuela, hasta el 8 de agosto de 1862 (Apuntes… 1970: 96)». La autora informa que el historiador fue contable en el negocio de José Díez, tío de Duarte, pero excluye que García tuviera noticias de Duarte, porque tampoco la familia Duarte Díez, para aquellas fechas (1848-1860) tuvo conocimiento del domicilio de Duarte.

§ 21. Planteo la hipótesis de que a treinta años de la primera guerra social que devastó a Venezuela (1812-14), Duarte viera aproximarse la segunda guerra social de Venezuela, llamada guerra federal, que duró del 2 de septiembre de 1859 al 20 de febrero de 1863, y antes de estallar, el clima de violencia antes de 1859 era muy visible, con las mismas contradicciones irresolubles que produjeron la primera guerra social. No es extraño que Duarte volviera a Caracas el 8 de agosto de 1862, cuando ya estaba en su final esa guerra federal y en pleno apogeo se encontraba la guerra social dominicana cuya génesis comenzó en 1861, luego de un paréntesis irrumpe el 16 de agosto 1863 y termina con la retirada de las tropas españolas en julio de 1865. Pese a que regresó en abril de 1864 a su país para luchar arma en manos contra la Anexión, la leyenda negra ya estaba en marcha cuando el Gobierno Provisional encabezado por Espaillat se deshizo de él y le devolvió a Venezuela. Duarte, inventor de la idea. Sánchez la realizó, como Máximo Gómez la de Martí. En Cuba no hay dos “padres de la patria”. Gómez hizo lo mismo que Sánchez. (Continuará).

Fraisse y Schlanger.

Análisis carta Felipe Alfau bígamo y abad Alfau gobernador de Sevilla o Segovia, vide art. Diez de las Heras boletín AGN.