Juan Pablo Duarte, único padre de la patria: El pacto de sangre de 1838-43

Juan Pablo Duarte, único padre de la patria: El pacto de sangre de 1838-43

María Altagracia Alfau, hija de Felipe Alfau, y María Josefa Baralt (a la izquierda) y su esposo Honoré Houel (en el extremo derecho).

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§ 7. En la lista de los nueve miembros fundadores de la Trinitaria aportada por Tena Reyes (1994: 22) no figuran Sánchez ni Mella. Si algún historiógrafo alegase que Sánchez o Mella son los únicos padres de la patria, la respuesta es que no figuran en la lista de los trinitarios originales. O si alguien prueba lo contrario, dígase entonces que en tal lista original sobran dos nombres. Roque Zabala en La Trinitaria y sus fundadores (Santo Domingo: La Trinitaria, 2015, p. 82) suministra la misma lista de Tena Reyes, pero sin citar de dónde saca el dato, afirma: «Estructurada la organización [el 16 de julio de 1838], los patriotas se dedican a integrar los jóvenes que se identifican con el proyecto independentista, a los que llaman nominados, entre los cuales se encontraban Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella, Félix María del Monte, Antonio Duvergé, Manuel Jimenes, Pedro Pablo Bonilla y Tomás de la Concha.» Si Sánchez y Mella no figuran en la lista original de los fundadores de la Trinitaria, por su importancia en el desarrollo de los acontecimientos posteriores (independencia y guerra social restauradora), por lógica implícita figuran en la segunda lista. Es en calidad de General en Jefe de los ejércitos de la República y director general de la revolución que Duarte otorga grados militares a los trinitarios de la primera y segunda lista. Amparado en ese poder, atribuye funciones a los miembros de la Trinitaria, como la otorgada a Mella de ir a Los Cayos a negociar un acuerdo de apoyo de los nacionalistas dominicanos a los reformistas haitianos que luchaban por derrocar a Boyer (Tena Reyes, 23).

§ 8. El misterio que no han podido descifrar los historiógrafos dominicanos ha sido el siguiente: ¿En qué fecha fue disuelta la sociedad secreta la Trinitaria, sustituida por la Filantrópica? Para Carlos Larrazábal Blanco, Vetilio Alfau Durán, Jacinto Gimbernard, Pedro Troncoso Sánchez y José G. Guerrero la causa ha sido que no hay ningún documento escrito de puño y letra de Duarte que dé cuenta de la historia de la fundación y desaparición de la Trinitaria. Ni al padre Meriño ni a Emiliano Tejera, que se encontraron con Duarte en su residencia de Caracas en 1864, se les ocurrió preguntarle al fundador de la patria sobre el asunto. Ambos personajes se entrevistaron con el patricio antes de su llegada al país a pelear en contra de la Anexión a España. A lo más que se comprometió Duarte, según una carta de José Gabriel García, que le pidió que escribiera la historia de la Trinitaria, fue a ocuparse «seriamente de recoger apuntes, traer a la memoria los hechos del pasado.» (José G. Guerrero. “La Trinitaria: ¿existió?” Ecos 12 (2013: 18). En su artículo, Guerrero traza un panorama completo del estado actual acerca de la existencia o no de la Trinitaria.

§ 9. A propósito de la Trinitaria, los juicios de Larrazábal, Alfau Durán, Gimbernard y Guerrero son menos importantes que la afirmación intuitiva de Troncoso Sánchez, quien afirmó que de la Trinitaria «no quedaron huellas documentales… porque no las deja nunca una conspiración bien urdida» (citado por Guerrero, 22). En los Apuntes de Rosa Duarte hay una nota de Emilio Rodríguez Demorizi, la 21, página 50, tomada de los Cuadernos de apuntes de José Gabriel García, que dice, según la tradición oral, que «Duarte inició la idea separatista fundando la Sociedad Trinitaria, a la que pertenecieron» [y enumera varios miembros, al final de dicha lista figura Felipe Alfau], de quien se afirma lo siguiente: «Felipe Alfau… ocasionó la suspensión de la sociedad, no solo negándose a admitir la comisión de ir a iniciar prosélitos de la idea separatista en el Cibao, sino que manifestó tibieza o arrepentimiento de haberse incorporado a ella. La prudencia aconsejó disolver la sociedad, que se refundió más tarde en la Filantrópica…» A renglón seguido Rodríguez Demorizi acota: «Esta tradición ha sido documentalmente desmentida por el Dr. V. Alfau Durán en sus «Notas relativas al General Felipe Alfau», (Listín Diario, S. D., 3 oct. 1969). En efecto. Consta que por lo menos en 1844 las relaciones entre Alfau y la familia Duarte eran normales. Felipe Alfau le sirvió de apoderado a Vicente Celestino Duarte «y con tal motivo aparece su firma junto con las de las hermanas Duarte en actos notariales».

§ 10. Este desmentido de don Vetilio hay que tomarlo con la mayor cautela. Esa defensa forma parte de la historia familiar, una especie de subgénero literario de ficción surgido en el país en el que los familiares defienden ferozmente la memoria histórica de sus parientes. Defensa en la que prima siempre la pasión en lugar de la razón y la documentación de los datos. Este sería el caso de don Vetilio con respecto a estos dos parientes relacionados con Higüey. Pero lo que se señala en los Apuntes de Rosa Duarte, vigilados por la memoria y el yo del fundador de la patria son contundentes con respecto a la condena de los traidores al juramento trinitario. Aunque no se citan nombres de esos traidores, debido a la política seguida por Duarte hasta su muerte, que fue la de unir y jamás ser manzana de discordia, con su lema Paz, Amor y Amistad. Pero la condena de los desertores es clara al referirse a la absurda solicitud al gobierno haitiano para que concediera la independencia a la parte Este de la isla: «Entonces los traidores indujeron a los verdaderos patriotas (el dominicano generalmente es crédulo, no porque sea ignorante, sino por bondad del corazón) … a que hicieran una representación [solicitud] al Gobierno Haitiano pidiéndole su independencia. Serían las cuatro de la tarde cuando fueron llegando a casa de Duarte uno a uno para no inspirar sospecha. No es posible nombrarlos a todos, tampoco nombraré los hijos espureos (sic) de mi dulce y querida patria, basta que ellos saben (sic) que estaban allí como Judas al lado de su amigo y Maestro en el Huerto de Getsemaní.» (P. 51). Esos Judas no pueden ser otros que Felipe Alfau y sus seguidores haitianizantes o afrancesados. La historia de la Anexión demostró quiénes fueron los Judas que menciona Duarte a través de la pluma de su hermana. Esa escritura, a veces vicaria, queda demostrada con datos históricos que solo Duarte conocía, pues Rosa no participó en ellos. La invasión y persecución desatada en 1843 por Charles Hérard contra los trinitarios desbarató los planes de aquellos Judas, que no darían tregua hasta lograr sus propósitos con la Anexión a España, apoyada firmemente por Felipe Alfau y su hermano Abad, fanáticos santanistas.

La Trinitaria desapareció un día después o quizá menos de una semana de su fundación y reemplazada por la Filantrópica, cuyos objetivos aparentes no eran luchar por la independencia, sino dedicarse, sin levantar sospechas de las autoridades haitianas en la Capital, a la misma labor libertaria de la Trinitaria. Así, la Dramática era el rostro cultural de apariencia inofensiva dedicada a la agitación política e ideológica a través de la escenificación de obras cuyos sentidos contrariaban la opresión haitiana.

§ 11. Tuvo Duarte razón en sospechar de Felipe Alfau. Él y su hermano Abad, luego del golpe de Estado de julio de 1844, se convirtieron en fanáticos santanistas. El primero fue nombrado por Santana, sustituido Mella, para convencer al Gabinete de Madrid de lo beneficioso que resultaría la anexión de Santo Domingo como provincia de España y la República Dominicana aseguraría que Haití no volvería a ocupar la parte Este de la Isla.

Certera intuición de Duarte para detectar a los traidores al credo y juramento trinitario, porque cuando se consumó la Anexión a España, Felipe y Abad fueron los más enconados enemigos de la lucha que inició Sánchez para restaurar la independencia de la patria. Cuando Sánchez cayó mal herido en El Cercado, Santana fue avisado de inmediato y se trasladó al lugar para ordenar su fusilamiento junto a sus compañeros de martirio. Está documentado que Abad Alfau pateó y profanó el cuerpo de Sánchez (Guerrero, 31). Lo volteó boca arriba y con la espada en el pecho le dijo al cadáver: «Ríete ahora negrito parejero.» Prueba de que la guerra social, internacional e independentista llamada Restauración tuvo un carácter racial. Una vez terminada la Anexión con el triunfo de los restauradores, Felipe y Abad Alfau se fueron a España, como ciudadanos y nunca más volvieron a pisar suelo dominicano. ¡Cuán certero fue Duarte al designar a todos los enemigos de la independencia del país de toda potencia extranjera como los orcopolitas dominicanos!

§ 12. Aparte de pertenecer al partido anexionista, los hermanos Felipe y Abad Alfau heredaron del padre, Julián Alfau, la vacilación y la tibieza con que este acogió la idea de Duarte de independizar la patria por encima de los obstáculos y la oposición del grupito de disidentes: «Alfau -Julián- manifestó, que aunque estaba de corazón con la idea separatista, creía una locura pensar en pronunciamientos estando en marcha un ejército que no tardaría en sofocarlos, razón por la cual protestó que no consentiría en que sus hijos [Felipe y Abad] tomaran parte en tamaño atentado, concluyendo por prometer que guardaría religioso secreto sobre lo que había pasado, lo que imitaron los demás concurrentes prestando a unanimidad el juramento de discreción.» (Vetilio Alfau Durán. En el Listín Diario. Escritos I. Santo Domingo, Secretaría de Estado de Educación, 1994, pp. 487-488). A renglón seguido, don Vetilio desgrana esta perla que retrata la ideología anti-independentista del padre y los hermanos Alfau: «Pero el sagrado juramento parece que no fue respetado por todos, o que hubo quien cometiera alguna indiscreción, pues al amanecer del día siguiente encontró Pedro de Mena, debajo de la puerta de su casa, punto de reunión de los principales disidentes mientras estuvo curándose de la herida que recibió el 24 de marzo, un manuscrito titulado La Chicharra, en que se denunciaba sin ambages lo que había sucedido en la reunión de la noche anterior; y como el enunciado manuscrito fue leído con interés por todos los que iban llegando, no faltó quien le hablara del asunto al delegado Augusto Brouat, el cual enterado por ese medio de lo más mínimo, dio parte inmediatamente al general Hérard ainé, valiéndose para hacerle llegar el alarmante aviso de Joseph Tatin, subdelegado de Haciendo de los Llanos, que merecía por su opinión la confianza del Gobierno.» (Op. cit., p. 488). Esta delación de los prohaitianos y afrancesados aceleró la llegada a Santo Domingo de Charles Hérard y la consecuente persecución de Duarte y todos los trinitarios originales, quienes se escondieron, como Sánchez que esparció la noticia de su muerte, pero resucitó en la Puerta del Conde el 27 de febrero de 1844 y Duarte, por su lado, se exilió en Curazao. Pese a las delaciones de los afrancesados, la independencia concebida por Duarte fue proclamada y mantenida hasta el 18 de marzo de 1861 cuando Santana y los afrancesados convertidos ahora en españoles, proclamaron la Anexión de la República Dominicana como una provincia de España.

§ 13. Para que se vea el talante sinuoso y la conducta violenta de Felipe Alfau, don Vetilio cita una carta de Tomás de la Concha a Duarte: «el coronel de ésta, que ya sabrás es Felipe Alfau, le dio de fuetazos a un nacional, por haber este faltado; se armó a consecuencia de esto un desorden, de donde resultaron algunos heridos; pero el caso es que el infeliz nacional que lo es Eugenio Contreras, está en la cárcel, y debe ser juzgado por un Consejo, bien sea militar o especial, y nuestro coronel está muy tranquilo; pero ha causado tanto desagrado en el ánimo de todos los habitantes de este lugar esa acción, que aun los mismos negros dicen que en tierra de negros no debe haber fuete.» (Op. cit., 533).

§ 14. Compruébese ahora el talante violento y criminal de Abad Alfau, según el historiador Pedro María Archambault: «Para demostrar lo que dejo dicho de don Vetilio en cuanto a su incapacidad para la historia [este] dice en su pomposo artículo: ‘El coronel Florencio Hernández no trató nunca al general Alfau, motivo por el cual no podían ser enemigos personales. Hernández, que militó al principio en las filas españolas, no actuó ni siquiera bajo el mando del General Alfau» (Alfau Durán. En Listín Diario.

Escritos II., ibíd, p. 197). Termina Archambault su refutación a Alfau Durán, pariente y compueblano de los Alfau: «¡Lo que es escribir sin conocerla! Ese dato lo obtuve en la página 110 de la Historia de la dominación y última guerra de España en Santo Domingo, por el capitán de infantería Ramón González Tablas, que hace precisamente una detallada historia del homicidio de Hernández por el general Alfau.» (Op. cit., p. 197). Veremos la conducta díscola de Felipe Alfau en España.
(Continuará).

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