Juan Pablo II pide la unidad y reconciliación

Juan Pablo II pide la unidad y reconciliación

CIUDAD DEL VATICANO (EFE) – Juan Pablo II hizo ayer un vehemente llamamiento en favor de la unidad de los cristianos, afirmando que en esta época donde está en auge un erróneo humanismo sin Dios y numerosos conflictos ensangrentan al mundo, la Iglesia llama a la unidad y a la reconciliación.

   El Papa hizo el llamamiento en la plegaria ecuménica celebrada en la basílica de San Pedro con motivo del 40 aniversario de la aprobación en el Concilio Vaticano II del Decreto Unitatis Redintegratio, en el que se afirmaba que la promoción de la unidad de los cristianos era uno de los objetivos del Concilio y tenía que ser promovida por toda la comunidad eclesial.

   El anciano Pontífice, que considera la separación de los cristianos un «escándalo» que quita credibilidad a los seguidores de Cristo a la hora de divulgar el Evangelio, subrayó que el diálogo ecuménico es una de las prioridades de su Pontificado y se mostró convencido de que «algún día» la unidad será una realidad.

   Ante cardenales, obispos y sacerdotes y representantes de las iglesias ortodoxas, el Obispo de Roma -que presentaba aspecto cansado- afirmó que el compromiso para el restablecimiento de la plena comunión concierne a todos los bautizados.

   El Papa Wojtyla sólo leyó, haciendo un gran esfuerzo, el principio y el final del texto, leyendo el resto el «número tres» del Vaticano, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaria de Estado.

   Juan Pablo II insistió en que el camino ecuménico es más necesario que nunca, frente a un mundo que se encamina hacia la unidad.

   «En nuestra época asistimos al crecimiento de un erróneo humanismo sin Dios y constatamos con profundo dolor los conflictos que ensangrentan al mundo. En esta situación la Iglesia está llamada a ser señal e instrumento de la unidad y de la reconciliación con Dios entre los hombres», manifestó el Papa.    Agregó que esta época necesita paz, y la Iglesia, «instrumento de la paz de Cristo», tiene que estar comprometida en superar la división y convertirse en el testimonio de paz que Cristo ofrece al mundo.

   Destacó los pasos dados en estos 40 años hacia la unidad, pero reconoció que el camino sigue teniendo «piedras en las que se sigue tropezando».

   También señaló que a los malentendidos y prejuicios hay que añadir dejadeces y «estrecheces de corazón» y, «sobre todo, diferencias en materia de fe, que se concentran en torno a la Iglesia, su naturaleza, sus ministerios». Agregó que están aflorando nuevas divisiones en el campo ético.

   A pesar de que ese camino es «muy fatigoso», el Papa -dijo- no pierde la esperanza.

   La ceremonia de hoy clausura la conferencia «El decreto sobre el Ecumenismo del Concilio Vaticano II cuarenta años después», que se ha celebrado del 11 al 13 de noviembre y en la que han participado 260 obispos católicos y 27 delegaciones ortodoxas.

   El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, dijo durante la conferencia que el ecumenismo no atraviesa un periodo de glaciación, sino que se encuentra en un estado de maduración.

   Kasper aseguró que aunque el camino podrá ser largo, la vía hacia la unidad de los cristianos está marcada y es irreversible.    La plegaria de hoy se ha celebrado pocos días antes de que el próximo 27 de noviembre visite el Vaticano el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, a quien entregará el Papa las reliquias de los patriarcas ortodoxos San Juan Crisostomo y San Gregorio de Nazianzo, sacadas de Constantinopla en el año 1204 cuando los cruzados saquearon esa ciudad y que se encuentran en el Vaticano.

   Oriente y Occidente se separaron con el cisma de 1054, con las excomuniones del papa León IX y del patriarca Miguel Celurario. Desde entonces han pasado casi mil años de incomprensiones y recelos.

   Les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de la Iglesia de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa.

   Los ortodoxos no reconocen la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la Iglesia católica que sí admite, desde el Vaticano II, los de la Iglesia ortodoxa.

   Los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.

   Visto que el primado de Pedro es uno de los escollos, el Papa Wojtyla ya ha dicho en varias ocasiones que está dispuesto a que teólogos y expertos discutan ese tema para buscar una solución que sea aceptada por todos.

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