Juan, Pablo y Duarte

<p>Juan, Pablo y Duarte</p>

PEDRO GIL ITURBIDES
Cuando los entronizamos, designamos a tres. En realidad fueron más de tres. Pero los más conocidos son éstos: Juan, Pablo y Duarte. Tengo la seguridad de que están esbozando una sonrisita burlona. Pero créanme, no existen razones para ello. Por el contrario, las hay para que nos preocupemos. Y aunque no lo crean, nuestra desazón se vincula al eximio patricio, el Fundador de la República, Juan Pablo Duarte Díez. Permítanme exponer mis cavilaciones.

La primera vez que escuché que los fundadores de la República fueron Juan, Pablo y Duarte, tuve la sensación de que me hacían un chiste. De hecho, quien me contó del desatino me advirtió que había acontecido en un programa de televisión. Medio reí, para dar satisfacción a mi interlocutor, en quien adivinaba el deseo de que tomara su relato como un chascarrillo. Más les confieso que en mi fuero interno mantuve mi escepticismo. ¡Quién ignora los nombres de los elegidos como Padres de la Patria!

Pero me invitan a disertaciones. Y atesoro el enorme defecto de hablar de todo. Porque en la medida en que expongo un tema, por asociación de ideas llegan otros. Comparto con la audiencia, y desde mis palabras iniciales les sugiero que me interrumpan, y participen de cuanto hablo. Debido a ello, me abordan con interrogantes que, a su vez, determinan el tratamiento de otros asuntos. Pero también les hago preguntas, y no pocas veces aludo a tópicos de la historia de la colonia, de la República, de uno que otro de sus gobiernos. Y, señores, he descubierto que, ciertamente, los Padres de la Patria son Juan, Pablo y Duarte.

Por supuesto, no he obtenido respuestas tan desalentadoras. Pero hemos observado que los vacíos no andan lejos de esa laguna. Verbigracia, en una conferencia sobre la Constitución, en noviembre del año anterior, pregunté qué celebrábamos los 26 de enero. Y después de varios intentos, me fue preciso ofrecer la respuesta. En esa ocasión me prometí este artículo, pues considero que debemos revisarnos. Nosotros. El sistema. El país. La república.

Como asistente auxiliar de mis hijos más pequeños -pues Rossy, mi mujer es la asistente principal- advierto los vacíos. Cuando estudiábamos, la historia dominicana era historia dominicana. La geografía de la parte este de la isla era la geografía de la parte este de la isla. La historia y geografía de la isla eran eso. Y lo mismo las del continente. Y de otros países y otros continentes. Ahora estos hijos míos estudian todo eso como parte de las “ciencias sociales”.  Cuestiones vitales para su formación son esbozadas de manera muy superficial. En cambio, nos hemos adentrado en asuntos que los escolares de hoy no conocerán en sus vidas del mañana. En estas y otras asignaturas.

La aparente concentración ha resultado en dispersión. De ahí que por estos años exista escaso apego por la lectura. Quienes leen no interpretan el papel de signos ortográficos como las interrogantes. O los signos de admiración. De manera que pasan por los textos como se cruza raudo por carretera con paisajes desolados. En consecuencia, no hay comprensión de cuanto se ha leído, y aún menos interés por aquellas horribles letras impresas.

El famoso ángel de lo escrito, para seguir un término de Salvador de Madariaga, no puede desprenderse de las páginas para seducirnos. Y muy poco o nada permanece en nuestra memoria. Al final pasamos por la escuela sin que ésta pase por nosotros. De donde viene a resultar que los Padres de la Patria son Juan, Pablo y Duarte. Y lo decimos a boca llena. A mucha honra.

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