Juan Trinidad y Elvis Avilés
en la Embajada de Francia

Juan Trinidad y Elvis Avilés<BR>en la Embajada de Francia

Juntos estos dos jóvenes  creadores  contemporáneos   exhiben sus obras – escultura y pintura- a través de una muestra titulada “Una, dos, tres dimensiones”

POR MARIANNE DE TOLENTINO

La exposición «Una, dos, tres dimensiones», presentada en las galerías de la Embajada de Francia, integra la pintura y la escultura a través de dos muestras individuales, realizadas por dos creadores contemporáneos jóvenes, Elvis Avilés y Juan Trinidad.

A pesar de sus categorías diferentes y de sus estilos respectivos, se señalan por un acuerdo perfecto, cuando nuestras miradas pasan de los lienzos a las tallas, y vice versa.

El neoinformalismo de Elvis  Avilés logra que sus fondos sean medio ambiente, corteza, tierra, piel aún.

Una sorprendente vitalidad los define: vinculada a la naturaleza, que parte del colorido -a menudo, el artista emplea una o dos gamas –  engarzando la primera con la segunda – y multiplica entonces lostonos, que dialogan en zonas de la superficie. Ello crea un dinamismo esencial para la fruición de la obra, aparte de la inobjetable elección de los rojos, amarillos y verdiazules.

De repente estamos en presencia de un arte que remonta a tiempos milenarios, como si fueran paredes prehistóricas, «escritas» con pictogramas, pues Elvis no se limita a una base efusiva y emergente. Dibujante emérito, él traza figuras, personajes, animales, signos /símbolos – como el corazón -. A veces son líneas, otras senderos espesos o huellas – pies y manos -. Por supuesto, escribe pero no describe de modo naturalista. Inmerso en sus propias atmósferas, las va poblando, bajo el influjo de la inspiración y de sólidos conocimientos subyacentes.

Elvis Avilés

No podemos pues hablar de la obra reciente de Elvis Avilés -coherente con sus dibujos y pinturas anteriores-, sin exaltar la vida, en la abstracción y la neofiguración, en el intercambio entre los planos.

La integración resultante es indiscutible. Elvis Avilés siempre mantiene una imagen apegada a la tierra, al pasado, a la esencia popular, una signografía surgida del ambiente cultural dominicano y antillano. Simultáneamente, ese artista «académico», formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes, emplea un léxico contemporáneo, del color, de la forma, de la materia, del compromiso con la vida profunda.

Juan Trinidad, consecuente con su época, no escinde abstracción y figuración, sino que combina y alterna ambas expresiones en la mayoría de sus piezas.

En esta reflexión sobre la naturaleza y la condición humana, surgen rostros entre formas y volúmenes, no identificados con lo real observable.

El conjunto, armonioso y fuerte, culmina en una síntesis, una unidad, una construcción, generosa en ritmos y modulaciones. No cabe duda de que él se suscribe a los lineamientos de la escultura dominicana, usualmente definida como totémica, prefiriendo la verticalidad, asumiendo los legados precolombinos y africanos. Ciertas obras evocan cemies gigantescos o estructuras emblemáticas gestadas en el continente negro, impresión fortalecida por el tinte oscuro que el artista suele untar en la superficie, a la vez brillante y mate. En los huecos y salientes, en las rectas y las curvas se diseñan caras hieráticas, generalmente de perfil, extremadamente puras, evocando tal vez un sueño perenne. Una impronta mística se desprende de esos rasgos armoniosos, sugiriendo la paz interior. ¿Algún sincretismo?

 Juan Trinidad

Juan Trinidad no alude a convicciones religiosas, sino a sentimientos personales humanitarios.

Una suerte de nostalgia emana de figuras, que parecen participar en un mundo de vida interior y misteriosa, pertenezcan a volúmenes más densos o a composiciones alargadas.. El escultor cultiva una inspiración, que luego materializa con un trabajo intenso, pues ese incansable hijo de San Francisco de Macorís es uno de los artistas más apasionados por su oficio que jamás hayamos conocido.  Nos agrada especialmente que la pintura de Elvis Avilés y la escultura de Juan Trinidad dialoguen en un discurso de hoy, apegado a la tradición artística dominicana.

Homenaje a la visión de trabajo

Cuanto placer al ver, entender, escuchar la voz de un pintor, de un escultor.

Cuanta alegría al ver bosquejar, esbozar, estudiar, embadurnar, garabatear, a Elvis y Trinidad! Cuanta felicidad finalmente ver, observar, soñar, delante de sus obras y así vivirlas.

Estamos orgullosos de presentar a un pintor y un escultor dignos de ser grandes artistas. Es por eso que los hemos escogido junto a Marianne de Tolentino.

Es en reconocimiento a su visión de trabajo que queremos rendirles homenaje.

Paul Valery  decía «la escultura se instala en el mismo centro que aquel que la contempla. Cada paso del observador, cada hora del día, cada lámpara que se ilumina, engendra a una escultura una cierta apariencia, toda diferente de otras».

Amoldar, tallar, pulir, soldar, ensamblar, los relieves, los huecos, los planos son las preocupaciones de Juan Trinidad más allá de su mensaje. Malraux decía «La pintura tiende menos a ver el mundo que a crear otro». Los verdaderos pintores  se dejan guiar por esta conciencia que llaman sentimiento.

«Por lo tanto la tela tiene miedo del buen pintor y no el pintor de la tela», decía Van Gogh. Nosotros lo vemos en Elvis Avilés.

Hubert le Forestier de Quillien

Agregado de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia.

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