Siempre con un rostro afable, siempre con la misma espontaneidad, siempre franco y entregado al arte, a sus esculturas, a su pasión; a ese talento vuelto oficio con el día a día, con el paso de los años, con la madurez, resultado de la experimentación y la reflexión.
Es esa madurez que percibimos ahora en las obras que conforman la exposición individual que presenta, a sus anchas, en el segundo piso, Salón de la Cúpula, de la Galería Nacional de Bellas Artes.
La muestra, que se titula “Impacto, esculturas 2011-2016”, fue inaugurada el 30 de junio y estará abierta al público hasta el domingo 31 de julio, está formada por 60 piezas en tamaños diversos, y el conjunto se exhibe imponente en el espacio dispuesto.

Encontramos allí piezas realizadas en ese período, en donde además de su tradicional trabajo con madera, a color natural, o teñidas de un negro intenso (las cuales suelen ser mis preferidas), tenemos también esa nueva experimentación que ha asumido, por lo que vemos obras rojas, azules, amarillas, afianzadas en la diversidad de sus cortes que suelen ser rectos o curvos, entre otros de difícil ejecución.

Estas tallas en vertical están hechas en roble o caoba, con terminación impecable, como es usual en su trabajo. Y en ellas explora, confronta, recorre, experimenta con volúmenes y formas. Impresionantes rostros que surgen a la sazón del proceso de creación, convirtiendo cada pieza en verdaderas esculturas de impacto.