Juana Saltitopa, una ardorosa combatiente de la guerra de Independencia

Juana Saltitopa, una ardorosa combatiente de la guerra de Independencia

POR ANGELA PEÑA
La asesinaron por política o fue un vulgar atraco para despojarla del dinero que ganaba en su comercio itinerante de chucherías de uso y consumo que vendía por Santiago y La Vega, viajando de noche, sola, por el primitivo camino de Puñal.

Ya no era, tal vez, la heroína de carácter enérgico, agitado y ardoroso que se batía con coraje en las batallas por la Independencia. O quizá sus verdugos tenían ubicada su ruta y planificaron con alevosía su muerte. Una madrugada de 1859 ó 1860, a mitad del camino de Marilópez, la encontraron sin vida cerca de su montura, linchada a palos y a cuchillo.

“El crimen no pudo ser castigado. Él, o los autores, debido a los acontecimientos de la Anexión y la Restauración, quedaron ignorados, perdiéndose o quemándose el proceso cuando el incendio de la ciudad de Santiago, en el mes de septiembre de 1863”.

La activa luchadora por la libertad tendría entonces cincuenta años de edad y pocos o ningún deudo. Una vecina, Tonga Gómez, “fue de las que al saber la noticia del crimen, corrió al lugar del hecho y constató la identidad personal de la interfecta”.

Pasó a la historia como símbolo de valentía y patriotismo y con un sobrenombre que le desagradaba porque como Juana Saltitopa se conocía, antes de que ella se destacara por su valor en el campo de batalla, “a una joven plebeya a la que despectivamente le encajaron el mote de Salta y Topa, por su carácter saltarín y topador y que hoy le dirían algo así como conchadora de cinco y diez”, escribía en 1947 José R. Morel Castro, el más revelador biógrafo de la soldada.

Hoy casi nadie conoce la verdadera identidad de Mercedes Trinidad, la intrépida mujer a la que sus enemigos y detractores consagraron con ese mote “por charlatanería y vendetta, queriéndola deprimir, rechifla que ella no aceptaba pacientemente sin protestar”. Sin embargo, no son pocos los cronistas que han justificado el incorrecto nombre atribuyendo a Mercedes un supuesto carácter “vivaracho y saltarín”. Historiadores conservadores que siempre relegaron al hogar y cuidado de los hijos y el esposo el único deber femenino, llegaron a tildarla de marimacho. Mercedes Trinidad, empero, fue más que aliento y estímulo para el soldado que enfrentó al enemigo en los días del nacimiento de la República: peleó con entusiasmo y vehemencia y después de las guerras desafió los convencionalismos de su tiempo y trabajó en la calle, cruzando pueblos y campos desolados, diligenciando, solitaria, su sustento.

El dos de octubre de 1947, José R. Morel Castro publicó en La Nación el testimonio más fiel de la dama guerrera, porque recoge el relato de personas que la conocieron y trataron. Mercedes era de procedencia humilde, pero de raza aguerrida. Su tío Marcos Trinidad ganó fama de audaz y combatiente como Comandante de la Compañía de Milicianos del Jamo, cuando participó en las luchas independentistas con el grado de capitán.

Por suerte, la ausencia de aristocracia y abolengo no ha sido obstáculo para que se reconozca la decisiva actuación de Mercedes Trinidad en la contienda militar de Santiago, el día treinta de marzo de 1844.

TENTADORA MULATA

“La turbulenta heroína Juana Saltitopa, según relato de mi bisabuela María de Jesús Abreu (La Cuca) y la superviviente Tonga Gómez, centenaria residente en la casa número diez de la calle Sánchez de la ciudad de Santiago, era de tamaño regular, color indio amulatado, pelo algo lacio, de estatura amasada, tentadora o no mal parecida”, refiere Morel Castro. De vez en cuando, agrega, solía usar en la cabeza el pañuelo de madrás estilo ricoleado, la crineja de pelo suelta o hecha moño. Era “una campechana liberal y decidora que deslucía al más pintiparado”.

 En 1844, cuando decidió tomar las armas, “frisaba en los treinta años y era regularmente afecta a la política. Callejera, tenía como centro de acción los cantones y cuarteles en maridaje con sus favoritos”. Su primer apodo, según Morel, fue “La vegana, como oriunda de allí. Unos decían que era de Jamo y otros que de Río Verde. Se le llamaba también “La Coronela”. Saltitopa era un mote despectivo. Su nombre era Mercedes Trinidad”.

JUANA SALTITOPA

El historiador militar Radhamés Hungría Morell, sin embargo, la llama Juana y atribuye el nombre de Mercedes a una hermana. Dice: “nació Juana Trinidad, como su hermana Mercedes,  en la sección del Jamo, jurisdicción del municipio de la provincia del mismo nombre, en los albores del periodo de la Era Haitiana”.

 El notable investigador es de los que afirma que el sobrenombre de Saltitopa le vino por el  placer “de trepar árboles para recoger sus frutos y saltar de rama en rama con la destreza de una amazona”. Dice que su hermana Mercedes era, por el contrario, “de temperamento sosegado, llevaba una vida tranquila, reposada, no tenía el espíritu belicoso, como su hermana Juana, quien se juntaba frecuentemente con los muchachos participando con ellos en sus juegos, aventuras y travesuras, pues su temple y espíritu varonil le venían desde niña”.

 La define, ya mujer, como “liberal, montaraz, ruda en sus gestos y sus acciones, e imponía sus criterios y sus deseos aun sobre los muchachos”. “¡Cosa rara en su época!”, exclama el general retirado. Rufino Martínez le atribuye “pronunciada vocación para los lances propios de los hombres, que quedó afectada del ardor bélico que flotaba en La Vega mientras se construían apresuradamente defensas, se desempolvaban armas antiguas y se recolectaban machetes para esperar al ejército haitiano”.

 La Coronela siguió a su tío con machete “recortado y bien afilado, terciado a su espalda, y en su cabeza luciendo un multicolor pañuelo de madrás”. Mezclada entre la soldadesca, permaneció en Santiago preparando la resistencia cuando el general Imbert se hizo cargo de la ciudad el veintisiete de marzo de 1844”, anota Hungría Morell en su extenso trabajo sobre Mujeres guerreras en la República Dominicana. “El treinta al mediodía se inicia la batalla, Juana, en el fragor de la pelea ocupaba lugar entre los combatientes, estimulándoles con frases y ademanes de incitación. Secos por un instante los cañones de la línea de fuego donde ella actuaba, fue al río más cercano a buscar el agua necesitada, mostrando un gesto de atrevimiento que por sí valía para mantener en alto la moral de la tropa”. Alcides García Lluberes comenta que La vegana “fascina y obliga a que la secunde todo una cohorte de abnegadas santiagueras”.

 “Por su comportamiento insuflador de coraje en ese memorable día y los anteriores, los compañeros la llamaron en lo adelante La Coronela, que fue su distintivo. Corrió su heroísmo de boca en boca por todas las comarcas del país y hasta se aludió a ella en coplas populares. Su apellido Saltitopa, tenido como tal hasta cumplido el siglo de la República, fue un mote ocasional por las maneras personales de Juana”, manifiesta Hungría.

 Terminada la guerra, “la virilidad que desbordara de su espíritu en ocasión de la batalla de Santiago, no se le apagó jamás. Siguió viviendo con el carácter varonil y de guerrero, y en Santiago y en La Vega se hacía acompañar de dos mujeres a manera de edecanes. Generalmente usaba como arma un machetico. Bien formada, no le faltaban los atractivos físicos de su sexo… Asistía a las galleras y a fiestas participando del regocijo de los demás, pero respetada por los hombres, con quienes más de una vez tuvo pendencia”, según Rufino Martínez.

 Francisco Pereira hijo exalta su arrojo en unos versos: “Fue mujer con orgullo de soldado / que dejó para siempre conquistado / un nombre ya inmortal para la historia”.

 La calle Juana Saltitopa se encuentra en el barrio de Mejoramiento Social, entre otros nombres que rinden homenaje a mujeres que, como ella, se destacaron en las guerras por la independencia.

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