Juancito Rodríguez: “Nada humano me es ajeno”

Juancito Rodríguez: “Nada humano me es ajeno”

Luis Scheker Ortiz

Desde diciembre 2019, no había vuelto a pasar una breve estadía en nuestra casita de Jarabacoa, donde siempre es primavera.

El covid 19 que llegó en marzo, aunque influyó con las obligadas restricciones, no debe ser excusa válida para justificar tal abandono.

El pasado fin de semana decidimos darle una vuelta para botar el estrés, respirar aire puro, evadir aglomeraciones, disfrutar de la belleza y verdor de la naturaleza, del espacio abierto, libre de contagios, acompañado de Raulina, Ancell, nuestra segunda hija y Marcelo el mayor de los cuatro nietos. Tal fue el apuro que olvidé cargar con algún libro o novela lo que siempre hago, pero por suerte allá me esperaba “Memorias del Siglo”, fino obsequio de la amiga Ana Mitila Lora.
Me entretuve disfrutando algunas entrevistas interesantes.

Pedro Mir, el Poeta Nacional, no podía faltar, siempre “lucido, vehemente, tierno, sentencioso: “Los próximos veinte años lo presiento estremecedores para la humanidad.”, me llamó particular atención el encuentro con Pucha Rodríguez, dama exquisita que padeció prisión domiciliaria por dos años, a quien no conocía, hija abnegada de Juan Rodríguez Garcia (Juancito) a quien describe amorosa con palabras emotivas: “Cerró filas con los exiliados para iniciar las epopeyas contra Trujillo.

Concentró su fortuna y energía en financiar y dirigir las invasiones de Cayo Confites y Luperón. Empobrecido y abatido, nunca se quejó de las consecuencias de haber enfrentado la dictadura. Fue estoico, pero la muerte de su hijo José Horacio, educado en Harvard y París, (Comandante de la gloriosa expedición del 14 de junio, a la cual se opuso, convencido que había que matar a Trujillo, no sacrificar a una juventud idealista y valiosa como aconteció.

La muerte de ese amado hijo, “le demolió el alma.” Se quitó la vida el 19 de noviembre de 1960 privándose de conocer que su sacrificio no fue en vano. Meses después el sátrapa Trujillo fue ajusticiado.

“Este país lo trató muy mal”. Esta última frase, esa sentencia, me conturbó seriamente. Me pregunto: ¿Hasta dónde el pueblo dominicano ha sido ingrato? ¿Qué tanto tan consciente ha sido de la nobleza de este hombre de carácter recio y austero a quien la suerte de sus semejantes, sus desgracias y los crímenes ordenados por Trujillo nunca le fueron ajenos.

Uno se pregunta ¿Hasta cuándo las autoridades competentes van a permitir que el tiempo discurra sin enaltecer como merece la egregia figura de este ilustre ciudadano, de este patriota ejemplar que supo sacrificarlo todo, su bienestar, su fortuna y su propia familia desventurada, solo por ver a su país libre de toda dictadura y a su pueblo vivir en libertad, sin prejuicios ni privilegios irritantes, en un sistema donde impere el derecho, la ley, la equidad y la justicia. Una verdadera y genuina democracia.

Al igual que Duarte, Juancito Rodríguez, como gustaba ser conocido, pudo decir: “Mi pensamiento, mi alma, yo todo no me pertenecía; mi carísima Patria absorbía mi mente llenaba mi corazón, y solo vivía para ella.” ¡Es hora de hacerle Justicia!

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