Jubilación: ¿júbilo?

Jubilación: ¿júbilo?

ÁNGELA PEÑA
Si es cierto como indica la gramática, que el término jubilación se deriva de júbilo, hay que darle una intensiva terapia psicológica a muchos hombres y mujeres a los que embarga la melancolía cuando les llega el momento de decir adiós a las fábricas, las oficinas, las aulas a las que habían estado sirviendo largos años. Pero tal vez este sentimiento invade únicamente a aquellos que, por sobre todo, han tenido el trabajo como estandarte de sus vidas o a los que no han planificado lo que harán en su retiro. Porque hay un considerable número de vagos congénitos que antes que desesperarse por la inactividad diligencian lo que llaman pensiones tempranas o anticipadas para invertir las horas en lo que ha sido su existencia inútil: hacer nada.

Así hay un grupo de privilegiados jubilados sin la edad requerida para “dejar las armas” que continúan por el mundo vagando, invirtiendo el tiempo que pudiera ser útil en la ociosidad y tratando de contagiar al prójimo con eternas vacaciones jugosamente remuneradas generalmente con fondos provenientes del erario por lo que es el pueblo humilde quien cubre, con sus impuestos, los lujos, bonanzas y derroches de esos sempiternos holgazanes.

En Republica Dominicana no se prestaba mucha atención al retiro que por ser tan pobremente retribuido constituía precisamente más motivo de preocupación que de alborozo. Los sesentones debían buscar otro modo de ingreso para satisfacer sus necesidades y las de su familia. De hecho, esa es la situación actual de muchos pensionados de instituciones del Estado a los que la pobre recompensa por sus servicios no sólo no les alcanza sino que a veces no les llega. Contrario a los privados, los empleados públicos dominicanos no descansan sino en la tumba, y terminan sus últimos días en la precariedad total. En cambio, en el extranjero y en empresas privadas nacionales reciben tantos beneficios que tienen detrás una extensa red de consejeros no sólo para orientarlos psicológicamente sino para recomendarles diferentes campos de inversión y formas de ahorro.

Hay instituciones en el país que reconocen el espíritu trabajador y la experiencia acumulada de su personal y a pesar de pensionarlos les dan la opción de seguir en funcionamiento, según sus deseos, fuerzas, capacidades. En la Universidad Madre y Maestra, por ejemplo, hay decanos, maestros y directores administrativos que ejercen hasta que pueden y quieren, a veces rindiendo con mayor eficiencia que muchos jóvenes, logrando, pese a sus avanzadas edades, integrarse a la tecnología y a los nuevos cambios.

Observar a abuelos y abuelas recoger con lágrimas incontenibles sus pertenencias cuando el retiro se presenta, ineludible, se comprende cuando el llanto es de nostalgia por tener que decir adiós a quienes por tantos años fueron hermanos, más que compañeros. Lo que es inaceptable es la angustia por retirarse en la inopia y sin ningún destino, tanto como decir adiós sin un proyecto, si aún se goza de buena salud. Es triste partir a ser el eterno usuario de un banco del parque, la provisión diaria de las palomas de las plazas, el embullo permanente de los nietos, a menos que esas fueran las aspiraciones proyectadas.

Jubilarse puede ser bueno o malo dependiendo del que se retira. Es asombroso apreciar como tantos dominicanos, convencidos de lo eximia que resultará su gratificación, se preparan a vivir en la pobreza, se adaptan a su estado incomparable de estrecheces y son felices. Lo ideal sería poder contar con una abundante reserva que permita pasar en tranquilidad al menos los últimos días de la vida.

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