No hay mayor felicidad que el entregarse a los demás, bendices a quien ayudas y hay una bendición que te llega a ti, una gracia especial que te llena toda el alma”.
Con estas palabras la destacada actriz, directora y productora dominicana Judith Rodríguez deja al descubierto para “Rostros” su experiencia como embajadora honorífica de la fundación The Save Children Dominicana, misión a la que gratamente se embarcó desde el año pasado para cotribuir a llevar esperanza a niños y niñas con vulnerabilidad.
Aplaudida por su gran talento sobre las tablas del teatro con obras como “Hamlet”, o en la pantalla grande con éxitos como “Carpinteros” y “Cocote”, ahora Judith es elogiada por el nuevo papel que interpreta desde el escenario de Save Children, siendo un ente de apoyo para el programa que realiza la organización en defensa de los derechos de la niñez dominicana.
“Este honor de ser parte de Save me ha hecho más humana y me ha hecho replantearme más mi función en la vida y como artista” reconoce Judith agradecida.
A través del arte, con talleres y laboratorios, Judith estimula a que los niños de las comunidades de las once provincias que visitan sean alfareros de sus propios destinos, animándolos con mensajes de empoderamiento, a que escriban sus historias, que se vuelvan sus propios documentalistas firmando desde sus celulares “o con aparatos que luego vayamos consiguiendo, para que lleguen a amar el arte.
Procura, además, que estos infantes puedan “montar cortitos teatrales y esta experiencia puedan a la vez suministrarlas a otros” indicó.
Casualidad del destino. Judith anima a la superación de los más pequeños consciente de que ella misma tuvo la motivación de sus padres Luis Thomás Rodríguez, Mercedes Remedio Pérez y de tanta gente que apostó por su carrera cuando más lo necesitaba.
Cuenta que como todo niño tenía sueños y no precisamente el de ser actriz. “¡No quería ser actriz! -ríe- anhelaba ser bailarina y cantante”.
Recuerda que cuando tenía alrededor de 15 años, no pudo ingresar por su edad a la Escuela Nacional de Danza Contemporánea. Entonces su padre, al verla tan afligida, la animó al mundo de la actuación. Así que una vez dentro, quedó maravillada y se dijo “¡Wow yo quiero esto!, así que la vida me enseñó que este oficio también era parte de mí”.
Judith confiesa que la travesía en la carrera como actriz no ha sido todo color de rosa, “ha sido como una montaña rusa de emociones, de muchas lágrimas y decepciones a veces, otras de agradecimiento y mucha satisfacción”.
La artista dice que aunque ha conquistado escaños que nunca imaginó, al principio no fue nada fácil, pues tuvo que enfrentarse a las típicas preguntas ¿cuál es tu apellido?, ¿cuáles son tus contactos? “Muy lindo y romántico, pero cuando miro todo lo que he hecho sin tener el dinero suficiente para invertir en mi carrera agradezco a Dios por esto”.
Judith viene de una familia muy trabajadora, humilde. Sus padres, a pesar de las carencias económicas, hicieron sacrificios enormes para darles la mejor educación a sus hijos.
Es oriunda de Santo Domingo. Nació un 22 de agosto de 1985 y es la mayor de cuatro hermanos. Los otros tres son: Noemí, Emely y Anthony.
Recuerda que su padre era trasladado constantemente a distintos lugares por su oficio como miliar, mientras su madre que era educadora en La Victoria, usaba como medio de transporte una motocicleta que ella misma manejaba.
Comenta que de niña poseía una personalidad fuerte y era muy traviesa junto a sus hermanos. “Recuerdo que era tanto lo que embromaba que en un accidente me fui con to´ por unas escaleras. Rodé desde una segunda planta hasta el primer piso”. Por suerte este accidente no pasó de ser solo un gran susto.
Soy libre, soy de la vida, no le pertenezco al cáncer. A los veinte años Judith recibe la triste noticia de que padecía de Linfoma Hodgkig, un tipo de cáncer en el mediastino, que abarcaba toda la parte superior del pecho. Fue un procedimiento doloroso que le costó tres años de grandes sufrimientos en su vida. “Juraba que también iba a morir”.
Y en medio de las vicisitudes Judith encontró lo que le devolvería el equilibrio emocional, pues parte del tratamiento consistía en visitar la playa y esto la ayudó a alinear las energías.
“La primera vez que fui al mar con mi tía Lilí, una segunda madre para mí, llevaba puesta una peluca, y en un momento decidí quitármela, sintiendo por primera vez libertad después de tantos meses. Entendí que lo más apreciado que se puede tener es la libertad”, confiesa con las lágrimas en los ojos.
Y continua su reflexión: “Liberarte de cualquier cadena sin darte cuenta que estás arrastrando durante tiempo, sentirte libre aun teniendo una enfermedad, me hizo sentir que yo no soy el cáncer, ni le pertenezco. Pensé, soy Judith y soy libre, soy de la vida, soy de Dios, un ser que merece estar bien. En ese momento éramos mi libertad, el mar y la inmensa posibilidad que me daba la vida y eso no tenía precio”.
Luego de este renacer, Judith se define como un ser en búsqueda constante por la libertad.
Su esposo, su equipo. Superada la enfermedad, tiempo después, el amor llega a su vida con Edward Díaz, con quien celebra siete años de matrimonio. “Somos un equipo pa´echar pa´lante, de crecer juntos, respetándonos y tratándonos con cariño” afirma. Ambos también son un equipo buscando lo mejor para su pequeña Maiah.
“Maiah – de 6 años- llegó para domar este caballo bravo que iba a mil. Me ha hecho poner los pies sobre la tierra y quiero que sea feliz, que no se sienta mal o se sienta menos porque dicen que la belleza es de una forma o porque materialmente no tiene tanto como otros”.
Judith, un modelo a seguir. Define como una sorpresa el haber sido escogida por Save como su embajadora, considerándola un modelo a seguir para las niñas, lo que la hizo sentir muy honrada.
Define a la directora de Save, Alba Rodríguez, como una mujer ejemplar, que trabaja por un cambio real. Dice que esta lucha sin desmayo para que se apruebe la ley del matrimonio infantil a partir de los 18 años, y por soluciones a la trata y explotación infantil.
Judith expresa que quiere para su país un crecimiento económico bien distribuido para que no existan brechas entre las clases sociales. “Es injusto que vivamos en un círculo vicioso de la miseria, que los niños crezcan sin posibilidad de acceder a una buena educación”.
Judith no titubea al exclamar que de ser una súper heroína le encantaría cambiar la mentalidad del subdesarrollo, las falsas ideas de que solo algunos tienen que estar arriba. “De que todos puedan empezar a verse como seres iguales, con los mismos derechos”.
“Este honor de ser parte de Save The Children me ha hecho más humana y ha hecho que replantee muchísimo más mi función en la vida y también como artista”.