Juegos reunidos, de René Rodríguez Soriano

Juegos reunidos, de René Rodríguez Soriano

Juegos reunidos (Ediciones Bangó, 2019), libro en el que se compila el contenido de los seis libros de relatos de René Rodríguez Soriano, es una obra que permite ofrecer a los lectores contemporáneos la oportunidad de descubrir la principalía que tiene la teoría y la práctica del juego en la escritura de este autor nacido en Constanza y residente en los Estados Unidos desde hace más de tres décadas. Algunas de las maneras en que se manifiesta esta preferencia por el juego en los relatos incluidos de este autor son:
a) Los juegos lexicales: René parece complacerse inventando nuevos términos como los de símpidos y sóplidos, los cuales nombran a unos seres que se encuentran a mitad de camino entre la ficción individual y la realidad social, o empleando aquellos que han sido inventados en los márgenes de la sociedad, como los de friqueo,paniqueo, tripiar, etc. En ese sentido, cabe decir que Rodríguez Soriano se adelantó por lo menos dos décadas a la actual proliferación de textos escritos en este registro expresivo.
b) Los juegos ortográficos: René trabaja la forma gráfica de numerosas palabras que emplea de la misma manera en que un músico distribuye acentos, énfasis, timbres y colores a las notas de sus partituras. No vacila en darles a las palabras que escribe la adusta forma de la vulgar errata, el sesgado melindre de una itálica, la chismosa gestualidad de unas comillas o la imperturbable adustez de una negrita con tal de impedirle pasar desapercibida a los ojos de sus somnolientos lectores contemporáneos.
c) Los juegos espaciales: como los de las Mil y una noches, los personajes de los textos de René suelen cambiar de país de una página a otra. Este uso imaginario del espacio ficcional se caracteriza porque no posee aeropuertos ni aduanas, ni agentes de control: ninguno de los seres que pueblan los textos de René ha pagado nunca impuestos, ni sabe de cálculos de sobrepeso, y claro, como quien toca el espacio toca también el tiempo, resulta posible destacar igualmente una serie de
d) Los juegos temporales, por medio de los cuales René suele mezclar distintos planos cronológicos en sus relatos, empleando para ello frecuentes dislocaciones de la sintaxis, tanto del enunciado como del mismo texto. Lo que se desprende de esta manera de presentar la temporalidad no es otra cosa que una idea de la persona como continuum, es decir, como formulación simultáneamente inconclusa y completable.
e) Los juegos culturales: los textos de René funcionan como laboratorios en los que se mezclan códigos sociales y culturales de múltiples raleas. Pasando de la historia política a la música popular, y de la gastronomía a los principales referentes del cinema italiano, y de los pormenores de la vida provinciana a los expedientes secretos de una rancia militancia partidarista en tiempos de Joaquín Balaguer; esa mezcla es tal vez la máxima expresión del sentimiento lúdico de la vida que lo anima a escribir un texto tras otro.
René es tal vez uno de los primeros narradores dominicanos en haberse interesado por dejar plasmadas en sus textos las huellas de esa oralidad urbana a la que, durante décadas, numerosos lingüistas, escritores y profesores de literatura han mirado por encima del hombro por considerarla, por una parte, subalterna, es decir, no hegemónica y ajena a la variedad estándar y, por otra parte, no literaria, inculta y orillera.Los relatos de René nos permiten percatarnos de que, a la hora de manifestarse, el verdadero ingenio no desdeña ningún material: todo aquello que pueda ser utilizado con fines expresivos pasará ineluctablemente a formar parte de la obra o a darle forma a esta última.
Constituye este un aspecto que invita a comparar la escritura de René con la de otro autor dominicano bastante “juguetón”, el entrañable amigo y excelente poeta Alexis Gómez Rosa, recientemente fallecido. En los textos de ambos se aprecia, en efecto, una voluntad análoga de desarmar lo real social a través de su propia representación, y como si fuera poco, empleando para ello en numerosas ocasiones un decir literario bastante cercano a la oralidad común a la mayoría de los hablantes dominicanos.
Como se sabe, la costumbre de asociar la actividad literaria a un juego con la intención de restarle importancia al trabajo de nuestros escritores ha tenido nefastas consecuencias en nuestra sociedad. Hay en esa costumbre mucho de eso a lo que los psicólogos llaman el síndrome de Procusto, el cual consiste en descartar, anular y eliminar todo aquello que resalta, sobresale o descuella, con el único propósito de demostrar que la “normalidad” es sinónimo de la “mediocridad”. Nada, ni siquiera un sorbo de trementina, parece resultar más incómodo de tragar entre nosotros que el talento ajeno, y quien más, quien menos, todos los que nos dedicamos a la literatura hemos tenido que soportar más de mil veces el mismo y aburrido comentario de aquellos que consideran “gracioso” preguntarles a los cuentistas si viven del cuento, a los poetas si morirán en la cuneta o a los novelistas si piensan escribir alguna vez una telenovela.
A pesar de esto, si algo merece la pena recordar en esta época “light”, es que, según una de las más antiguas tradiciones espirituales de la humanidad, es decir la hindú, los seres humanos solo somos las criaturas del sueño de Brahma, y nuestras vidas, los juegos que este dios nos pone a jugar con tal de mitigar de algún modo su eterno aburrimiento. La relación entre la literatura y el juego es, pues, mitológica, antes de ser literaria; es literaria antes de ser existencial, y es existencial antes de ser cultural. Como se sabe, sin embargo, en materia de espiritualidad, cada época tiene su veneno favorito, y el de la nuestra parece ser el pragmatismo. Así, por ejemplo, pocas cosas parecen ser más absurdas a los ojos de las personas pragmáticas que el hecho de que alguien dedique las mejores horas de su vida a juntar palabras para componer unos libros que pocas personas leerán.
A quienes saben apreciar y aprecian la buena literatura es poco lo que hay que decirles para que se tomen en sus manos, hojeen y se dejen envolver por una prosa ágil, elegante y moderna, como debe ser la prosa de un verdadero profesional de la escritura. Esos son los compradores conscientes, a quienes ningún vendedor de ilusiones podría hacerles salir de su centro y por eso acudirán en busca de su ejemplar a sabiendas de que, de otro modo, deberán adquirirlo vía Amazon.com o por cualquier otro punto de ventas de libros por la web. Por esa razón, mi presencia esta noche ante ustedes quedaría justificada únicamente si una sola persona no especializada en la lectura literaria decide comprobar si todo cuanto les he dicho aquí es cierto o no. A esos lectores en potencia les diré algo que suelo decirles a los pocos amigos que me van quedando: que muy ciertamente no hay en este mundo una suerte mayor ni mejor que la de poder hallar un buen libro, un buen amigo y una buena tierra donde sembrar nuestros sueños.

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