Si sigue durmiendo de ese lado, ausente de todo diálogo o espacio de concertación, a la oposición acabará llevándosela la corriente, como ya sucedió con la escogencia de los nuevos miembros de la JCE, con el agravante de que nada garantiza que vuelvan a repetirse las circunstancias que hicieron posible que el oficialismo cediera a las presiones para conformar un organismo electoral medianamente imparcial (monseñor Agripino Núñez Collado calcula un 60%) y razonablemente confiable (hasta prueba en contrario). Las declaraciones de Reinaldo Pared Pérez, presidente del Senado, indican cual será el próximo paso, pero sobre todo revelan lo cómodos que se sienten los peledeístas jugando solos en la cancha. Por eso no tiene empacho en anunciar que debido a que no hay consenso para la aprobación de las leyes de Partidos y Electoral, y la oposición se retiró del diálogo sobre esos temas, el Congreso se abocará al conocimiento de ambas iniciativas, con resultados que es fácil adivinar ¿Se mantendrá la oposición al margen del diálogo aun después de esa advertencia? ¿Permitirá que lo ocurrido en la JCE se repita también en la Cámara de Cuentas y el Tribunal Superior Electoral y así sucesivamente? El Bloque Opositor tiene que volver a sentarse en la mesa del diálogo aunque esté convencido de que no existen las condiciones ideales, que probablemente no se presenten nunca, para una discusión en la que se respeten y valoren los aportes de la oposición a la gobernabilidad democrática, pues seguir perdiendo juegos por “for-feit” no tiene ningún sentido ni lleva a ninguna parte. Y ya que estamos hablando el “idioma” del beisbol, con el que a veces nos entendemos mejor, conviene recordar que los equipos que no ganan juegos pierden los fanáticos, que saben lo que se sufre en el “frío y oscuro” sótano cuando no hay esperanzas de salir, pero también lo mucho que se goza en el primer lugar, sobre todo si el equipo gana el campeonato todos los años.