Jugándonos la democracia

Jugándonos la democracia

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Afirma la sabiduría milenaria de los chinos, que una imagen vale más que mil palabras. Estoy de acuerdo. La imagen es compacta, es resumen de idea y propósito, carente de la hojarasca de la palabrería. Con respecto a los peajes que han de pagarse en las carreteras se ha escrito cientos o miles de palabras, y mientras más, peor. Sin embargo, el admirable caricaturista y barril sin fondo de la creación, Harold Priego, a quien parece no bastarle con un gran diario para regalarnos su talento de cotidiano ejercicio, nos confirma la razón china, con su caricatura del jueves 6 de octubre, en la cual vemos una carretera agujereada con un “peaje” al fondo. El texto dice: “Los peajes se “meten” 37 millones al mes… ¡y en que diablos es que usan el dinero…!” Se trata de la excelente Plana Dos de este periódico, donde aparece la siempre atractiva y eficaz “Coctelera”.

Es que uno se pregunta… cientos y miles de millones de una u otra moneda suenan constantemente. Para todo lo que el gobierno se propone hacer, se requieren sumas astronómicas… prestadas.

Balaguer podrá merecer amargas críticas por sus habilidades manipulatorias que, lamentablemente forman parte del alto quehacer político. Eso ha de reconocerse si abandonamos las hipocresías. Realmente no sé si era posible mantener un equilibrio nacional tras la Guerra de Abril, sin deportaciones –y yo conocí y acogí muchos deportados del gobierno balaguerista durante mi estancia en París. Tampoco estoy seguro de que no fuera necesario crear una impunidad fabricante de millonarios en diversas áreas y el manejo cauteloso de peligrosos “incontrolables”. Que lo eran.

Pero un hecho contundente, como una caricatura de Harold Priego, es que Balaguer construyó mucho con recursos propios, y después hemos visto que para asfaltar un camino vecinal o hacer letrinas, se solicitan y obtienen préstamos tremendos. Leoninos, vitriólicos o piratescos.

Los millones de pesos, de dólares, de euros, suenan como si se tratase de plátanos, piñas o guineos.

Educación, educación, educación. La superior la vemos bien atendida, se han concertado becas numerosas, acuerdos internacionales para mejoramiento de la calidad en la enseñanza.

Pero, ¿y la base?

Ese horror de las escuelas sin pupitres, asientos y elementos básicos e imprescindibles, con maestros sumidos en las angustias de carencias elementales, incapacitados para alimentar a sus familias y aún menos para adquirir los medicamentos que requieren cuando se enferman, sea leve o gravemente.

¿Es que no se respeta el presupuesto nacional, aunque Balaguer lo supiera mover de un lado a otro con su cuchara de conveniencias políticas?
¿Es que vamos a imitar sólo lo malo?
¿Las vulgaridades de Hipólito Mejía y su desenfado?
¿Las “locuras” del Triunvirato, duunvirato?
¿Las limitaciones –no mal intencionadas– del Presidente Guzmán?
¿Es que la sensatez se ha esfumado? A pesar de la gran cultura de Fernández.

Los funcionarios del gobierno actual discrepan entre sí, y no es que sea algo necesariamente malo, porque huele a democracia, pero manifiesta incoherencia, falta de orden, carencia de disciplina gubernativa.

Gran responsabilidad tiene el gobierno de Leonel Fernández en que el país llegue a la penosa conclusión de que aquí sólo funcionan aspectos del dictatorialismo. Ilustrado o no.

Nos estamos jugando la democracia.

Nada menos.

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