Jugar con fuego

Jugar con fuego

Suena mejor como lo dicen los portugueses: «Com fogo nâo se brinca», con el fuego no se juega. Y hay importantes sectores de la vida dominicana que se perciben empeñados en jugar con candela, al parecer convencidos de que otros serán los quemados, no ellos, que se consideran protegidos por los equipos anti-llamas que representan -según sus erróneas creencias- los intereses norteamericanos en una obediencia ciega a sus intereses, por lo cual «mientras más lacayo, más seguro», y también los beneficios que directa y profusamente se desprenden de los manejos que nos limitaremos a llamar «turbios».

El presidente Mejía no nos da tregua. Su erraticidad es patética, nacional e internacionalmente. Luego de expresarle al nuevo Presidente del Gobierno Español, Rodríguez Zapatero, que mantendría su compromiso con los Estados Unidos, dejando hasta julio las tropas dominicanas en Irak, en tareas de «reconstrucción» con balas (ya que nunca vimos soldados invasores con picos, palas, carretillas, niveladores de terrenos y mezcladores de cemento) resulta que, repentinamente, Mejía se «preocupa» por la situación en Irak y le otorga justa importancia al retiro de las tropas españolas de ese país, a la cual sigue el retiro de los soldados hondureños.

Nos alegra enormemente que se autorice el rápido retorno de nuestros muchachos, de donde nunca debieron estar. Pedimos a Dios que los proteja hasta sus últimos días de «tarea» y que regresen todos, sanos y salvos, tras una vergonzosa decisión gubernamental dominicana, realizada para demostrar una capacidad ilimitada de genuflexión ante los abusos de poder norteamericano.

Yo me pregunto, como muchos: ¿sería que Mejía esperaba la retribución a su irracional obediencia a los intereses más detestables de las autoridades norteamericanas, mediante un claro y fuerte apoyo a su reelección, y recientemente se enteró de que sus excesos disparatosos habían sobrepasado la línea de tolerancia conveniente, y que no podía contar con un apoyo como el que en su momento, el de los doce años, obtuvo Balaguer?

Posiblemente, en una erupción de ira, habría de llamar a los supuestos proveedores de su reelección: «esos malditos yankees», con todos los añadidos típicos de este desconcertante presidente.

No cabe duda de que estamos en la órbita de los Estados Unidos. Que somos «su tercera frontera» o «su patio». No cabe duda de que importamos, y debemos manejarnos con cuidado, astucia y prudencia, demostrando que no somos Cuba ni Venezuela, pero que tenemos nuestra dosis de dignidad nacional. Que somos una Patria que costó mucha sangre, sufrimiento y tortura, para acercarse a la endeble democracia que hoy hemos logrado a consecuencia el noblezas ciudadanas que han podido sobrepasar las desorbitadas voracidades de los políticos de profesión, que no aspiran, como aspiró Balaguer, a ser recordados por el conjunto de sus ejecutorias -que llevaron a que fuese declarado por sus antiguos opositores, «Padre de la Democracia»-. No, la voracidad de nuestros políticos, y también los de algunos otros países, lleva al descomunal enriquecimiento, al «viaje», de una droga más fuerte que la cocaína, el crack o el opio: el poder.

Les parece eterno. Olvidan que un día tendrán que rendir cuentas de los recursos ajenos que han manejado, no administrado con la prudencia que corresponde a quien debe rendir cuentas de lo que no es suyo.

Por enfatizar la característica universal de estos defectos, que no son limitados sino por previsibles sanciones penales, menciono un proverbio alemán que se refiere a ésto: «Entbehere gern was du nicht hast», que podríamos traducir como: Entrega con facilidad lo que no es tuyo».

Las pretenciones reeleccionistas representan un jugar con fuego. Cada vez se perciben más altas las llamaradas de la intención de no entregar el Poder, por más que la Junta Central Electoral exponga el uso de sistemas anti-fraude.

No tenemos confianza.

Hay mucho miedo a rendir cuentas.

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