Jugar tenis no es tan solvente como parece, son pocos los jugadores que logran riquezas en ese deporte

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París. AFP. Catalogado como un deporte de ricos, el tenis proyecta una imagen de ‘glamour’ alrededor de la que danza mucho dinero, pero detrás de muchísimos jugadores la realidad es que no alcanza ni para tener un carro del año, según declara Arnaud Di Pasquale.  

Una primera constatación: sobre los mil 800 jugadores de la ATP y las mil 400 colegas de la WTA sólo el 10% vive del deporte y más allá del número 200 mundial, incluso antes entre las mujeres, se pierde dinero.  

«La jerarquía es muy violenta, brutal», resume Patrice Hagelauer, director técnico nacional de la Federación francesa (FFT).  

En la cúspide de las pirámide se nada en la opulencia.

En 2012, el N.1 mundial, el serbio Novak Djokovic, ganó nueve millones 700 mil 000 euros y su homóloga femenina, la bielorrusa Victoria Azarenka, 6 millones.

Un planeta por completo diferente al de la gran mayoría de los jugadores que deben contentarse con las migajas, puesto que las grandes marcas sólo apuestan por las estrellas.  

«Un jugador fuera del Top-20 frecuentemente no tiene otro ingreso que su ‘premio en metálico’, las ganancias de un torneo», señala el ucraniano Sergiy Stakhovsky, 103º mundial.   

Los jugadores clasificados entre el puesto 90º y 100º recibieron en concepto de ‘premios’ una media de 202 mil 970 euros brutos en la temporada 2012.

Para un 150º este monto cae a 75 mil  anuales, mientras que para el 200º mundial hasta los 20.780 euros.  

De estas cifras hay que deducir impuestos hasta del 30%, los gastos de viajes, enormes en un deporte que se juega en todos los continentes, la comida y a veces los hoteles y, para quien pueden permitírselo, un entrenador, al cual hay que pagarle un salario y los gastos de viajes y alojamiento.  

«Es con esto con lo que financio mi gira en Australia», explica el francés Marc Gicquel, 152º de la ATP.

 «Para poder ganar un poco de dinero hay que estar en el Top-50, mantenerse un tiempo y cuidarse (en los gastos). Se está lejos de un Ferrari», dice el extenista Arnaud Di Pasquale.  

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