Juicio a partidos

Juicio a partidos

¿Cómo negar que los partidos políticos son instrumentos básicos –ahora felizmente contrapesados por la sociedad civil- para que haya democracia?

¿Pero cómo negar también que el ejercicio partidario dominicano se ha desviado en la práctica y que sirve, más  que a cualquier otro, al propósito de ganar posiciones políticas, económicas y sociales altas para un sector importante de quienes se acogen a esa  actividad como oficio?

El propio Presidente Leonel Fernández, al defender la existencia de fundaciones privadas, dijo recientemente que los partidos han devenido en maquinarias electorales sin frutos  para  la sociedad y que tan pronto termina una justa su atención pasa a la que vendrá dos años más tarde.

Y el Presidente De la Junta Central Electoral, Julio César Castaños Guzmán, entiende que el financiamiento estatal y privado a los partidos es hoy la peor amenaza a la democracia. Ahora, como nunca antes -agregamos nosotros- funcionan como negocios.

Un estudio  revela que la gente no cree en las promesas de los políticos. La principal objeción que les hacen es que no cumplen lo que ofrecen.

En otras palabras: no hay fe en sus ideas (si es que tienen alguna) ni en que trabajan, cuando llegan al poder, para resolver los problemas esenciales. Ni siquiera han desarrollado la cultura y la obligación de invertir más en educación, salud y desarrollo humano que en otros renglones.

La nación tiene que presionar para el adecentamiento de los partidos. Su ejercicio de la dádiva es exagerado y vergonzoso. Aquí hay mucha gente en extrema necesidad y por eso se abusa  comprándola, pero también hay muchos dominicanos que entienden que pagar adhesiones es  humillante y reclaman que surjan nuevos liderazgos que hagan de la política un ejercicio de honor, de ideas, planes y esfuerzos para engrandecer el país. Para que haya cada vez menos conciencias atraídas por funditas.

La nación debe apoyar con todas sus energías la profundización de la vigilancia y control sobre el manejo de los partidos políticos que propugna la Junta Central Electoral.

Maestros y Estado

República Dominicana necesita dos protagonismos –débiles y defectuosos actualmente- para superar sus graves males de pobreza, desempleo, falta de educación y calificación laboral y auge de la delincuencia.

La paternidad responsable y el ejercicio magisterial pleno. Demasiados hombres (atrapados en la pobreza y la incultura como círculo vicioso) fallan a sus deberes como padres.

Y el maestro promedio, generalmente mal pagado y carente de motivación, ya no es el de antes: gran  transmisor de conocimiento y de afán de superación e inspirador de respeto.

En la mayoría de las escuelas públicas hay más horas de ausencia que de clases. Y República Dominicana sigue siendo uno de los países de América que menos invierte en educación. Se diría que ya eso es una mancha indeleble.

Rindamos honor al maestro en su día; al fin y al cabo muchos de ellos ejercen por vocación, dispuestos al sacrificio; pero dignos de pena porque el Estado, por tradición, no ha contribuido mucho a que  se supere. Con frecuencia lo deja sin las herramientas básicas. Un Estado apático frente a sus principales obligaciones que no se sonroja aunque en más de una ocasión en un año, fotografías de alumnos sentados sobre bloques de cemento, recibiendo clases bajo árboles o techos que se caen, le han dado la vuelta al mundo, mientras se  ostentan  unas realizaciones materiales grandes pero que no contribuyen a la edificación de lo que más necesitamos: mejores ciudadanos.

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